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¡Y ni siquiera se llamaba Terenci!

El documental «Terenci: la fabulación infinita», en película y en serie, explora
"Terenci: la fabulación infinita" se estrena el 15 de septiembre en cines y el 22, como serie de cuatro capítulos, en Filmin
"Terenci: la fabulación infinita" se estrena el 15 de septiembre en cines y el 22, como serie de cuatro capítulos, en FilminFILMIN / ARC. RTVE
La Razón

Madrid Creada:

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Cuentan como anécdota Marta Lallana y Álvaro Augusto, directora y guionista, respectivamente, que en uno de los tratamientos descartados del documental «Terenci: la fabulación infinita», preguntaron por la calle a los jóvenes si sabían quién era Terenci Moix. «Uno que ha estado en ‘‘Drag Race’’, ¿no?», respondió una joven. Y es precisamente esa herida, mitad agravio histórico, mitad traspapelado pop, la que ambos creadores pretenden subsanar: primero en cines, como un largometraje que se estrena hoy, y luego en casa, como una serie de cuatro capítulos que estrena Filmin el 22 de septiembre, su proyecto intenta dar a conocer la efigie de Moix. Pero toda la efigie, no solo el lado del súper ventas, Premio Planeta y presentador deslenguado, también la del hombre orgulloso, deprimido y hasta manipulador.
«En octubre de 2021, con unos amigos, estábamos hablando de "Anatomía de un dandy", documental sobre Umbral. Y ahí surgió la idea de abordar la figura de Terenci (Moix) desde una perspectiva parecida, con todos los matices», recuerda Augusto, que comenzó a leer toda la bibliografía de Moix en busca del hombre detrás de la figura pública. «Así fuimos configurando, junto a Marta, una especie de cronología para elegir las entrevistas que queríamos hacer», añade.
Moix, en el archivo de videos caseros de una de sus últimas parejas, Pablo Parellada
Moix, en el archivo de videos caseros de una de sus últimas parejas, Pablo ParelladaFILMIN
Y así, por «Terenci: la fabulación infinita», desfilan quienes más y mejor le conocieron. Desde la fotógrafa Colita (su mejor amiga, impecable en cada intervención) a Núria Espert, pasando por el amor de su vida, el actor Enric Majó o el también escritor Vicente Molina Foix, con el que compartió los calores de la adolescencia. Todo ello, en la serie de cuatro capítulos, se desvela con exquisitez formal para construir una especie de contra-hagiografía, veraz pero no cruel, sentida y empática, pero tampoco aduladora: «Desde el principio tuvimos claro que no queríamos hacer una exaltación. No es necesario y, además, es aburrido. Y no queríamos ir contra él o destruirle. Todo lo "contra" tiene connotaciones negativas, pero sí hemos hecho un retrato crudo de la persona que se escondía detrás de la máscara», añade el guionista.
Moix, que en realidad fue inscrito al nacer como Ramón (de ahí el título de uno de los capítulos, "Y ni siquiera se llamaba Terenci"), se cambió el nombre artístico embelesado por la figura apolínea de Terence Stamp. Aquí es retratado aquí como un mito entregado a la dualidad: transgresor y siempre político, sobre todo para con su homosexualidad, le costaba acudir a manifestaciones o reivindicar en voz alta; siempre empático y amante de sus amantes, le costaba entender el proceso romántico sin dolor ni sufrimiento; ente cosmopolita y realista hasta la médula, se obsesionó con tiempos pasados o reinos de película, siendo el cine su mayor afición y compañera de vida. «En ningún momento, nadie puede quedarse con una sensación de no soportarle. Incluso las partes menos agradables ayudan a entender al personaje, a humanizarlo», opina Lallana.

Un viaje, un trauma y una obsesión

Autor de «El sueño de Alejandría» o la infravalorada «El amargo don de la belleza», Moix encontró siempre en el Antiguo Egipto (en la foto, el antiguo templo de Abu Simbel) una inspiración y una obsesión. Contaba él mismo que ese encuentro con lo dorado de la arena le ocurrió de niño, en la Barcelona gris de la posguerra viendo «Sinuhé, el egipcio» (1954), pero se extendió casi hasta la pesadilla. Separado ya de Majó, el escritor huyó a Marruecos en busca de consuelo a su trauma, y solo encontró más pena. Es ahí donde la dirección de Lallana más brilla en el documental, intercalando lo onírico de esos días en la vida de Moix con pasajes selectos de «El peso de la paja», narrando sus desventuras.

Definido por sus responsables como un documental «honesto y sin dulces», «Terenci: la fabulación infinita», además de para acercar a las nuevas generaciones a la figura «bigger-than-life» que fue Moix, también sirve como estudio matemático de las dinámicas tóxicas en una relación. Esto se vuelve extremadamente interesante (desde lo histórico y desde lo cinematográfico), cuando la cámara se sitúa frente a Majó: «En una entrevista previa a la grabada, no paró de rajar en ningún momento de Terenci. Antes de ir a su casa, nos dijo que él no quería hablar mal de Terenci en cámara, así que lo respetamos. Una vez que empezamos a grabar, rajó exactamente igual que en la conversación previa», explica Augusto, aportando luz sobre esa faceta autárquica y depresiva del escritor, capaz de lo mejor y de lo peor, de conseguir sacar obras adelante y de censurar a quienes no le bailaban el agua. En resumen, la definición cárnica del genio al que le duele ser figura.