Emilia Pardo Bazán, tras los pasos del impostor del Titanic
Carmen Posadas publica una novela que protagoniza la autora gallega y que rescata la historia de los españoles en el naufragio
MADRID Creada:
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Durante los dos años que duró su construcción, se corrió la voz de que el Titanic iba a ser un barco insumergible. Un navío titánico –valga la redundancia–, fruto de una inversión millonaria y que supondría el fin de una era, un símbolo del paso hacia la modernidad. Desafortunadamente, si se consideró un antes y un después no fue precisamente por su grandeza ni su éxito. Han pasado más de cien años desde el trágico naufragio, y su historia aún puede seguir sorprendiendo. De un total de 2.223 pasajeros y tripulantes, 1.517 personas murieron, sin atender a privilegios ni a clases sociales. Todos ellos tenían sus motivos para el viaje, sus vidas, sus familias y sus propios anhelos. Y uno de ellos encandiló a Carmen Posadas hasta el punto de ser el germen de su última y nueva novela, que presentará en Madrid este miércoles 13 de noviembre a las 19:30 horas: la autora uruguaya lanza «El misterioso caso del impostor del Titanic» (Espasa), obra donde ubica como una de las protagonistas a Emilia Pardo Bazán, y con la que buscaba, asegura, «rendir homenaje a las novelas de detectives de finales del XIX y principios del siglo XX, tanto de Sherlock Holmes como de Agatha Christie».
Todo comenzó en una cena, en la que Posadas se sentó junto al juez Manuel Marchena. «Los magistrados siempre tienen historias apasionantes de casos que les han llegado, y me contó una anécdota de un matrimonio español que se iba de luna de miel en el Titanic», recuerda la autora. La madre de él le hizo prometer que nunca se embarcaría, pues había tenido un sueño premonitorio. Pero al llegar a París nada más escuchaba hablar del impresionante navío, y finalmente decidió viajar. «A partir de ahí me interesó saber qué había sido de los supervivientes españoles del Titanic», continúa Posadas.
Fueron 10 en total: la mitad hombres y la otra mujeres. Solo murieron tres de ellos, «un camarero y otros dos pasajeros de primera clase», explica. Víctor Peñasco y María Josefa Pérez de Soto, de 24 y 22 años, fueron de viaje de novios con su doncella. La pareja iba en un camarote de lujo, que costó unos 130.000 euros actuales. Ellas dos sobrevivieron. No es la única persona real en la que se inspira Posadas: «La novela transcurre en Cuba y en España. Para la parte cubana me inspiré en Servando Ovies, asturiano que se fue a Cuba a buscar a su familia y que murió en el Titanic». Este personaje, al que le cambia el nombre en el libro, le llamó la atención porque reflejaba un fenómeno migratorio que la propia Posadas vivió en su infancia. En aquella época, explica la autora, «no había prácticamente familia acomodada en Asturias, Galicia o Cataluña que no tuviese algún hijo que hubiera emigrado a América. En esta novela se refleja esto y cuento cómo tras la abolición de la esclavitud en Cuba los terratenientes querían conseguir mano de obra barata, lo que desembocó en la creación de una mafia».
La obra traslada al lector 10 años después del naufragio, cuando la viuda se encuentra con un hombre que dice ser su marido: ¿se trata de un impostor o es que verdaderamente sobrevivió al hundimiento? Para resolver esta incógnita, entra en juego nada más que Emilia Pardo Bazán en el papel de detective. «Para meterme en su piel, no solo he leído sus novelas, sino sobre todo sus cartas. Le fascinaba la crónica negra. Iba a los juicios, a ver cómo funcionaba el garrote vil, se entrevistaba con los condenados...», define Posadas. Asegura que la creadora de «Los pazos de Ulloa» era «gran lectora de Conan Doyle, y quiso crear a un personaje que fuese más interesante desde el punto de vista psicológico que Sherlock. Y se basó en Ignacio Selva, un amigo suyo, un dandy, que quiso convertirse en escritor, y que también he convertido en personaje de mi novela».
Es consciente Posadas de en qué medida el Titanic fue un punto de inflexión en la historia de nuestra sociedad. «Murieron personas tanto de segunda como de tercera y primera clase», apunta la autora, quien admite haber reflexionado sobre las injusticias y diferencias sociales que salieron a su máximo esplendor durante el hundimiento. «Dos años más tarde del naufragio, además, llegó la Primera Guerra Mundial, que fue una contienda muy distinta a lo que existió hasta entonces. En las trincheras convivieron personas de distintas clases sociales», define la autora. Refleja, por tanto, esa época del siglo pasado «en la que empieza a haber una unión que hasta entonces ni se conocía», concluye.