Cuando Franco espiaba a la reina Victoria Eugenia y a Chaplin
Los informantes del régimen no dudaron en seguir de cerca esta curiosa amistad
Desde que en 1947 Franco convirtiese oficialmente a España en un reino con su Ley de Sucesión, el Gobierno había asignado a la Familia Real una renta anual cuya cifra inicial aquel año fueron 250.000 pesetas, entregadas a Victoria Eugenia, «Ena», en su calidad de reina viuda. Franco quería tener a los hijos de don Jaime –Alfonso y Gonzalo de Borbón Dampierre– a buen recaudo en España, lo mismo que a la abuela de éstos, que residía entonces en Lausana. Pero para el general no existían fronteras: un informe confidencial revelaba que sus «espías» seguían de cerca cada uno de los movimientos de la reina en la población suiza.
Su anónimo autor informaba así, el 26 de enero de 1955, de las visitas que había recibido Victoria Eugenia, tal y como consta en este desconocido documento que exhumé en su día del Archivo de la Fundación Nacional Francisco Franco: «De los días que median –anotó el espía– entre el 15 de noviembre y el 10 de diciembre, que se haya podido comprobar, la visitaron [a Victoria Eugenia]: el día 16, el marqués de Bolarque, quien regresó a España y posteriormente volvió a Lausana; el marqués de Fontanar; doña María de Vieira; el señor Bertrán, de Barcelona; el señor Güell, también de Barcelona; don Antonio Quintana, varias veces; y una llamada señorita Topete, que al parecer es su enlace con diversas damas españolas e italianas».
El informante del régimen reseñaba incluso el contenido de alguna conversación privada de la reina, en la que ésta había defendido a su hijo Juan como «único depositario de los derechos de la Institución Monárquica», advirtiendo de que «no debía abdicar nunca en sus hijos, ni dejar de hacer valer la legitimidad de su persona ante una posible restauración».
Victoria Eugenia estaba convencida, según el confidente, de que la restauración se produciría en España «más pronto o más tarde», y de que sus resultados serían óptimos ya que contaba «con muchos partidarios en España y fuera de ella, y entre los gobiernos extranjeros, todas las monarquías de Europa y los mismos gobiernos de Inglaterra, Francia e Italia».
Confiaba la reina viuda en que Estados Unidos acabaría apoyando la restauración en la persona de don Juan de Borbón, y advertía de que, de los consejeros de su hijo, los únicos que le merecían crédito «eran los viejos amigos de Alfonso [el rey], como Quiñones de León, el fallecido duque de Alba, la actual duquesa de Alba, la de Valencia y la familia Satrústegui; y los señores Juan Antonio Ansaldo, Vegas Latapié y Cortés Cavanillas, éste último el único que había tenido la valentía de escribir libro tras libro en defensa del Rey y de la Institución Monárquica». En la conversación había salido también a relucir el propio Franco, a quien la reina reconocía su valía, pero estimaba que «con su obstinación estaba haciendo más daño a España que beneficio».
Los mismos partidarios de Victoria Eugenia censuraban los encuentros de ésta con el célebre actor cómico Charles Chaplin, «a quien en Suiza, lo mismo que en Estados Unidos, se consideraba filocomunista». Según el informe, el actor había mostrado un enorme interés por la vida del rey Alfonso XIII, «hasta el punto de que algunas amistades de doña Victoria supusieron que todos o algún aspectos de la vida del último Rey de España podrían ser utilizados por “Charlot” en alguna próxima película, con su natural desenfado».
El confidente advertía también de que la prensa de Zúrich y de París llegó a publicar que «Charlot» se había documentado de primera mano sobre la vida del soberano para rodar una próxima película que pensaba titular «El buen rey». El informante, aseguraba: «Llegó a interesarse tanto doña Victoria por el cineasta, que en la visita de despedida le regaló algunos de sus recuerdos de la época en que fue reina de España, a los que calificó al entregárselos de “muy queridos”, para dar así la máxima importancia al obsequio».
Otro asunto que había disgustado también a sus fieles era que la reina hubiese asistido al partido de fútbol entre un equipo ruso y otro suizo, instalándose en el palco de las autoridades diplomáticas soviéticas con las que había departido cortésmente durante el encuentro. «Revistas suizas, austriacas y suecas –concluía el confidente– publicaron una fotografía en la que se veía a doña Victoria en medio de los rusos, hablando con uno de los que parecían de mayor jerarquía».
Aquel mismo año fallecerían dos grandes genios del pensamiento universal: José Ortega y Gasset y Albert Einstein.
«¡NO QUEREMOS REYES IDIOTAS!»
►El 15 de diciembre de 1955, el mismo día en que don Juan Carlos juró bandera en la Academia Militar de Zaragoza, España ingresaba definitivamente en las Naciones Unidas. Juan Carlos se había incorporado aquel otoño a la Academia mientras su hermano, el infante Alfonsito, estudiaba en Madrid, en el colegio Rosales. A su llegada a Madrid, el primo de ambos Alfonso de Borbón Dampierre, duque de Cádiz, fue testigo de las revueltas estudiantiles que agitaban el ambiente y las vivió como un estudiante más que acababa de acceder a la universidad. En las calles aparecían pintadas contra la Monarquía en las que se leía: «¡No queremos reyes idiotas!». Y se hacía popular un estribillo: «¡No queremos reyes idiotas que no sepan gobernar!». La muerte del egregio filósofo José Ortega y Gasset, defensor de la instauración de la República, provocó una multitudinaria y furibunda manifestación de estudiantes contrarios a la Monarquía.