"En lo alto": a Hong Sangsoo ya no le da miedo el futuro
El maestro coreano regresa, de la mano de Kwon Hae-hyo, para celebrar la melancolía senil en una película de corte arquitectónico
Madrid / San Sebastián Creada:
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Bien sea gracias su método parco, bien sea por el abrazo a lo que antaño fue una crítica por «hacer siempre la misma película», lo cierto es que al director coreano Hong Sangsoo los rodajes se le caen de los bolsillos. Esta semana, el maestro responsable de «Un cuento de cine» (2005) o «Noche y día» (2008) estrena «En lo alto», película con la que compitió en el pasado Festival de San Sebastián pero que faltaríamos a la verdad nombrando como la última, ya que desde su rueda de prensa en el Kursaal donostiarra ha rodado dos más: la efímera «In Water» (presentada en la Berlinale) e «In Our Day» (paseada por Cannes). En efecto, Hong Sangsoo no se pierde ni una.
Menos dadivoso es el genio de la conversación con la Prensa, de la que escapó más allá de lo obligatorio en la cita donostiarra para, casi en paralelismo meta con su película, ponernos delante a su álter ego. Ese parece el papel a interpretar de manera perenne por el actor Kwon Hae-hyo en lo que ya es una decena larga de películas. «Lo único que realmente me molesta de ello es estar tan pocos días en esta ciudad tan bella», explicaba poético Hae-hyo, en cita con LA RAZÓN a la salida del lujoso hotel María Cristina de San Sebastián. «Todo lo que tiene que ver con trabajar con Sangsoo es extremadamente disfrutable. Yo, desde luego, estoy acostumbrado a su manera de trabajar, pero entiendo que haya quien lo pueda considerar una excentricidad. Es muy divertido, porque como actor tiendes a alargar los procesos, guion en mano, metiéndote en el personaje. Aquí entras en él, prácticamente, cuando la cámara ya está en marcha», apunta anecdótico el actor, sobre la vieja costumbre de Sangsoo de solo entregarles sus páginas de guion en la reunión matutina de cada día de rodaje.
La nueva «En lo alto», rodada en un exquisito blanco y negro que le da, si cabe, más relevancia al redondo guion, Sangsoo nos vuelve a llevar a la crisis de mediana edad de un director de cine al que se le acumulan los dramas existenciales. Aquí ya entra en juego la cuestión generacional, explorada en menor medida en películas como «La mujer que escapó» (2020), pero cuya relevancia gana enteros cuando el personaje de Hae-hyo visita con su hija a una vieja amistad para intentar, de algún modo, conseguirle una buena entrada en el mundillo del diseño. ¿Un padre preocupado? ¿Un director preocupado por su legado? ¿Es que acaso a Hong Sangsoo ya no le da miedo echar la vista hacia el futuro y abandonar lo estrictamente contemporáneo? «Creo que Sangsoo jamás escribiría sobre algo que no entiende al completo. No sería sincero. Por eso creo que tiende a lo autobiográfico, pero, hablando con él, me he dado cuenta de que muchos de esos guiones también son sorpresas para él, sobre lo que piensa realmente y cómo ha ido afrontando distintos momentos de su vida. Creo que es muy valiente», añade.
Y es que aunque el bueno de Sangsoo se libre de la lista de sospechosos habituales de la misoginia (o misantropía, si gustan), su cine destila siempre un estudio de lo humano desde una perspectiva casi empirista, como atónito y marciano ante nuestras conversaciones más triviales y trascendentales, esas que se tienen en compañía de los seres queridos, pero también de los dolidos. Por ello, y porque a Hae-hyo lo acompañan en «En lo alto» actrices como o Song Seon-mi o Park Miso, se hacía necesario preguntar por las mujeres en el cine del maestro: «Yo debuté en 1996, y la situación era completamente distinta. La mirada, alrededor de la mujer, ha cambiado mucho. Hemos pasado de historias de, por y para hombres, a cines más abiertos, más expansivos y más inclusivos. Pero es que a mí mismo me gustan más las películas que he rodado en los últimos diez años por eso mismo», concreta.
Puede parecer una excentricidad, pero la forma de rodar de Sangsoo es muy divertida como actorKwon Hae-hyo
Y sigue, sobre la vertiente más comercial de un cine que sí, abre con algarabías los festivales más grandes del mundo, pero al que es cada día más difícil de encajar en el modelo de explotación industrial al que está abocado el séptimo arte: «En Corea, las películas independientes cada vez tienen menos espacio. Sobre todo en este último tiempo, donde parece que hemos llegado a las audiencias globales. Pero, quizá agraviado por la pandemia, está el problema del olvido respecto a la experiencia. A la gente le gusta ir al cine, pero se le olvida. La imagen se procesa como contenido, no como experiencia. Y va a ser muy difícil cambiar esa manera de interpretar las películas», añade el actor antes de rematar: «Al final, hasta te afecta como actor. Te ves obligado a participar en grandes producciones o cosas que sabes que se van a ver para luego poder participar en las que de verdad te estimulan como artista».
Esa dualidad pervertida, falsa dicotomía en realidad marcada por lo rápido de los tiempos, también le sirve a Sangsoo en «En lo alto» para quejarse, si es que seguimos entendiendo que el personaje de Hae-hyo es su álter ego, de lo pasajero intrínsecamente ligado al arte contemporáneo. «Cuéntame otra vez lo de cuando viste a Dios», le llega a espetar uno de sus intereses románticos al protagonista en una oración que, leída de manera irónica, nos devuelve una especie de aullido de Sangsoo en favor de la auto-parodia. Acostumbrado a recorrer la ruta de la melancolía, el trabajo aquí del director pasa por deconstruir (o construir, más bien, aprovechándose de la concepción arquitectónica del filme) sus otros dos grandes pilares: lo accesorio de lo femenino -su hija, por fin, adquiere un protagonismo empático y no derivado del cinismo del protagonista-, y lo incontestable de lo magistral -dudando de sí mismo, de su ingenio como capacidad innata y, de algún modo, bajando a tierra tres décadas de conversaciones a puro soju-.
Me gustan más mis películas recientes por cómo incluyen lo femeninoKwon Hae-hyo
Hae-hyo, que no deja pasar la oportunidad de fotografiarse feliz con cuantos plumillas se sientan con él a la mesa para inmortalizar nuestro exotismo, se deja aquí el alma para que «En lo alto» se convierta en una película cautivadora, un trabajo maduro que, incluso, bien podría dar pie a su propia novela, con caseras metomentodo y parejas que no se atreven a serlo. En definitiva, es «En lo alto» una película crepuscular, senil en el mejor sentido de la palabra y, por momentos, brillante en su deconstrucción de la figura del director hegemónico, ese que está un poco cansado de las reverencias y las apelaciones a su maestría y que simplemente quiere que le dejen en paz, con sus guiones frescos y sus conversaciones infinitas.