El monasterio de las Descalzas Reales, en todo su esplendor original
El histórico monasterio madrileño se reabre al público y rehabilita su colección en una nueva concepción del espacio museístico y a través de visitas guiadas
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Oficialmente se fundó en 1559 como el convento de Nuestra Señora de la Visitación, pero la historia, el uso y la costumbre han convertido a este edificio de casi cinco siglos situado en el corazón mismo de Madrid en el monasterio de las Descalzas Reales. Cuando Juana de Austria, la hermana de Felipe II, enviudó de Juan Manuel de Portugal decidió que sería su gran legado y frente a él se han aplaudido y proclamado a reyes y príncipes de todas las ramas de la Corona española. Cumplido su cuarto siglo en pie, y después de sufrir los horrores de la Guerra Civil y años de abandono institucional, el monasterio seguía, contra todo pronóstico, en un buen estado arquitectónico cuando, en 2019, Ana García Sanz y Carmen García-Frías –conservadoras de Patrimonio Nacional– recibieron el encargo de asegurar la supervivencia del edificio.
Con un presupuesto de 235.000 euros, ambas se pusieron en marcha para primero evaluar la estructura y, segundo, entender la reforma como una apertura al público y una rehabilitación del espacio museístico. Esto es, convertir un edificio de los tiempos de la Inquisición en un lugar expositivo adaptado a los estándares de nuestro siglo, con iluminación regulable de bajo consumo y sistemas de seguridad modernos. Y cuando se acababan de iniciar las obras, llegó la pandemia. Desde marzo de 2020, ha permanecido cerrado al público, un hiato de veinte meses tras el que su esplendor, por fin, podrá volver a brillar con fuerza.
Historia y sangre real
El monumento, en el que residen actualmente 19 clarisas franciscanas, albergó en su momento a enclaustradas de sangre real como la infanta Margarita, Catalina María de Este o Ana Dorotea de Austria, a la que Rubens inmortalizó en una de sus dos únicas visitas a España y cuyo retrato, otrora envejecido, ha encontrado un lugar de privilegio gracias a la restauración. La misma suerte ha corrido «Santo Ángel Protector», de Gaspar Becerra, cuyos rojos se han recuperado para presidir la estancia dedicada al arte del siglo XVI. En total, más de 1.000 obras, incluyendo 200 pinturas (50 de ellas nunca antes expuestas) recibirán a los nuevos visitantes a partir de mañana y harán lo propio hoy mismo con Doña Letizia, que inaugurará oficialmente la reordenación.
Más allá de los trabajos, que se han desarrollado entre el propio monasterio –en obras de difícil traslado como el imponente retablo de Santa Clara– y las dependencias de Patrimonio Nacional del Palacio Real, lo que se propone es una modernización del mismo concepto del museo. Cuando se restauró la escalera principal del monasterio, hace más de una década, parecía obvio que este paso llegaría en algún momento, pero la “editorialización” del contenido ha demorado en llegar. Así, entrar en las Descalzas Reales se convierte ahora en una experiencia inmersiva pero no disruptiva, ni con la confesión propia de un edificio religioso, ni con la majestuosidad de los tesoros que guarda. Por ello, quizá, no hay una sola cartela en todo el nuevo recorrido, ya que está pensado para hacerse siempre en compañía de un guía experto del Ministerio de Cultura. En tiempos de consumo museístico veloz, cuando las grandes pinacotecas tienen cada vez menos espacio para la pausa, la iniciativa que nace con la reapertura parece la del buen camino.