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Genética
Los cinco animales extintos que la ciencia resucitará
No solo se hace por curiosidad, también tiene un objetivo de supervivencia, como descubrir nuevos antibióticos.
![Pésima reconstrucción de un dodo, pero puede que más cercana a lo que Colossal Biosciences puede ofrecer](https://fotografias.larazon.es/clipping/cmsimages02/2023/02/13/0A0AE898-6C0E-4E5C-8D1D-F3008A603E58/pesima-reconstruccion-dodo-pero-puede-que-mas-cercana-que-colossal-biosciences-puede-ofrecer_98.jpg?crop=566,318,x0,y29&width=1900&height=1069&optimize=low&format=webply)
Apenas representamos el 10% de las especies que han poblado el planeta y no es extraño que nos llame la atención el 90% restante. Tanto como para probar traerlas de vuelta. A veces se hace por curiosidad y otras, como con los neandertales, para intentar descubrir nuevos antibióticos. Obviamente, hay más posibilidades con algunas que con otras.
La desextinción comienza con muestras de ADN de las especies extintas. A veces se trata del genoma completo; otras veces, pueden unir genes de la especie extinta en el genoma de un animal vivo que guarde similitudes. Luego, en un proceso conocido como transferencia nuclear, los investigadores implantan esta secuencia en un óvulo tomado de una especie viva estrechamente relacionada y de la que se ha eliminado el ADN original. El animal resultante es genéticamente similar al extinto.
Con esta técnica ya han resucitado al menos un linaje. En 2003, investigadores españoles realizaron una transferencia nuclear de una subespecie de cabra montés de los Pirineos llamada bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica), que se extinguió en 2000. Nació una cría de bucardo, pero murió pocos minutos después debido a un defecto pulmonar. Pero hay otras especies con mayores posibilidades.
Los mamuts lanudos (Mammuthus primigenius) vivieron hace entre 300.000 y 10.000 años, durante la última edad de hielo, aunque una población pequeña y aislada sobrevivió en la isla de Wrangel hasta hace unos 4.000 años. Afortunadamente, el permafrost del Ártico ha preservado los cadáveres de estos animales, tanto como para obtener su genoma. Esto significa que los científicos pueden extraer ADN y realizar una transferencia nuclear con un óvulo de elefante moderno para dar lugar a una especie similar al mamut lanudo. Los últimos avances sugieren que la desextinción del mamut lanudo está cada vez más cerca, y la empresa de desextinción con sede en EE. UU. Colossal Biosciences afirma que producirá sus primeras crías de "mamut" en 2028.
La siguiente especie con posibilidades de regresar es una que se extinguió hace relativamente poco: el dodo (Raphus cucullatus) era un ave grande y no voladora endémica de la isla de Mauricio. Los dodos se extinguieron en el siglo XVII como resultado directo de la colonización europea y, por lo tanto, se han convertido en un emblema de la extinción causada por el hombre. Junto con la deforestación y la caza de dodos por parte de los humanos, la depredación finalmente llevó a la especie a extinguirse en 1681.
Hoy en día, el ADN del dodo sobrevive en especímenes de museos de historia natural. En 2022, los científicos ensamblaron el primer genoma del dodo, utilizando un espécimen excepcionalmente conservado alojado en una colección en Dinamarca. Pero quedan varios obstáculos antes de que la especie pueda volver a la vida. Estos incluyen la necesidad de diseñar la diversidad genética en la secuencia de ADN del dodo para que no termine con una población de clones. La parte positiva es que es mucho más rápido y fácil gestar un dodo que un mamut lanudo: el ADN del ave está contenido en un huevo.
La tercera especie que haría su reaparición en el futuro sería el famosísimo tigre de Tasmania, o tilacino (Thylacinus cynocephalus), un marsupial carnívoro parecido originario de lo que hoy es Australia. La especie desapareció del continente hace entre 3.000 y 2.000 años, pero una población persistió en la isla de Tasmania. El último individuo murió en un zoológico en 1936.
Los tilacinos son buenos candidatos para la desextinción porque hay muchos especímenes intactos de los que extraer ADN. Pero este código genético en general está muy fragmentado, lo que significa que se necesita mucha edición para obtener una secuencia funcional. Lo más cerca que hemos llegado ha sido secuenciar su genoma completo. Aun así, el mayor desafío es encontrar un “anfitrión” adecuado para un marsupial carnívoro.
Una de las opciones que más llama la atención de los científicos es el caso de los uros (Bos primigenius), los ancestros salvajes de todo el ganado moderno, incluidas las vacas domésticas (Bos taurus). Eran bestias gigantes con cuernos de hasta 1 metro de largo que habitó el norte de África, Asia y casi toda Europa durante miles de años. Fueron los mamíferos terrestres más grandes en Europa tras la última edad de hielo, pero los humanos los llevaron a la extinción mediante la caza excesiva y la destrucción del hábitat. El último uro conocido murió en 1627 en el bosque de Jaktorów, en Polonia.
Los esfuerzos actuales para "des-extinguir" al uro difieren de los de otras especies extintas en que no requieren ingeniería genética. La mayor parte del ADN del uro sigue vivo en las razas de ganado modernas, lo que llevó a los investigadores a probar un método alternativo llamado retrocruzamiento. El retrocruzamiento implica seleccionar y criar vacas que tienen rasgos físicos y comportamientos similares a los del uro. Se trata principalmente de razas del sur de Europa que se mantienen en condiciones relativamente salvajes. El proyecto, que tiene su sede en los Países Bajos, ha producido más de seis generaciones de vacas y está "muy cerca" de producir un ejemplar parecido al uro.
Finalmente, tenemos al quagga (Equus quagga quagga), una subespecie extinta de la cebra común (Equus quagga). Los quaggas eran endémicos de Sudáfrica y lo que les diferenciaba era que tenían menos rayas en sus cuartos traseros que otras cebras. Fueron el objetivo de los cazadores por sus pieles inusuales y de los granjeros que querían pastar ganado sin competir con otros animales. La persecución implacable en el siglo XIX hizo que el quagga se extinguiera en estado salvaje, y el último quagga cautivo murió en 1883. Solo quedan siete esqueletos de quagga en existencia, lo que los convierte en los esqueletos más raros del mundo, según el University College London (UCL).
Al igual que con la reproducción de uros, los esfuerzos para devolver la vida al quagga no implican ingeniería genética. Desde 1987, el Proyecto Quagga en Sudáfrica ha criado selectivamente cebras de llanura con menos rayas de lo habitual para la especie "para recuperar al menos los genes responsables del patrón de rayas característico de la quagga", según el sitio web del proyecto. Pero el proyecto es controvertido, según la UCL, y los críticos argumentan que el animal resultante seguirá siendo una cebra de llanura y que el dinero se invertiría mejor en otros proyectos de conservación. En cambio, podría ser posible clonar quaggas extrayendo ADN de la médula ósea de un esqueleto o de un espécimen disecado y luego inyectándolo en un óvulo de cebra.
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