Exposición de un icono
El vestuario con el que Gala Dalí construyó su leyenda
El castillo de Púbol presenta en una exposición algunas de las prendas que fueron realizadas por grandes diseñadoras para la que fue una de las musas imprescindibles del surrealismos
El legado de Elena Ivánovna Diákonova, más conocida como Gala, nunca ha abandonado el castillo de Púbol. Más allá de ser el lugar en el que están enterrados sus restos, este espacio alberga algunos de los vestigios de su paso por esa medieval casa en la que, cuenta la leyenda, su marido Salvador Dalí solo podía acceder si previamente había sido invitado. Era lógico. La fortaleza era no solamente lugar de descanso de Gala sino también de algunos de sus amantes.
Gala fue siempre inspiración de muchos creadores, más allá de, lógicamente, Salvador Dalí, Paul Éluard o Max Ernst. Ella logró que algunos de los más importantes diseñadores de todos los tiempos pensaran en ella para llevar a cabo algunos de sus diseños más innovadores y personales. Algunos de ellos son los grandes protagonistas de una exposición que acaba de abrir sus puertas en el castillo de Púbol.
Bajo el título de «Colección Primavera-Verano» se presentan ocho outfits que Gala llevó y que fueron creados por diseñadores ilustres como Givenchy, Pierre Cardin y Christian Dior, todo ello bajo el comisariado de la coordinadora del Centre d’Estudis Dalinians, Bea Crespo, y de la directora de Contenidos de La Roca Village, Noelia Collado. Además de los creadores citados, en la muestra también podemos encontrar un traje con un estampado diseñado por Dalí, que recuerda los efectos «trompe-el oeil» del castillo de Púbol y con el que se hace referencia a «Traje de lágrimas», la celebrada colaboración entre el artista de Figueres y Elsa Schiaparelli.
Todos los vestidos han sido restaurados para la ocasión por las especialistas Carme Masdeu y Mari Luz Morata bajo la coordinación de la conservadora de la Fundació Gala-Salvador Dalí, Elisenda Aragonès.
A Gala siempre le gustó vestir bien, especialmente después de poder huir de las penurias económicas que había vivido en Rusia con la llegada de la Revolución. Una vez instalada en París y empezando a salir a flote, se encontró con un mundo fascinante, el del arte, el de las vanguardias, el de la renovación de la creatividad y la estética. Ella no se conformó en ser una simple espectadora sino que quiso ser una de sus protagonistas más destacadas porque el destino de Gala no era el de espectadora pasiva. Una vez que se convirtió en compañera, agente, protectora y esposa de Dalí, fue la responsable de abrir las puertas a un jovencito provocador que buscada la universalidad a través de lo puramente local. Gala apostó por él y no se equivocó, especialmente una vez que la pareja abandonó Europa para probar fortuna en Estados Unidos. Trabajaron mucho y no se equivocaron. Pronto el pintor pasó a ser uno de los artistas más influyentes de su tiempo, con permiso de Picasso, además de ser alguien con quien querían colaborar otros creadores. Gala, evidentemente, estaba allí cuando todo esto pasó.
Ahora que se cumplen 130 años del nacimiento de uno de los mitos indiscutibles del movimiento surrealista, la muestra viene a ser una pieza más en la reivindicación de una artista sin obra, probablemente con la excepción del castillo que habitó con un interior realizado a su imagen y semejanza gracias al pincel daliniano.
Probablemente una de las piezas más significativas de la exposición sea una camisa marinera de Gala por la firma veneciana G. Sinigaglia. Es un vestuario con el que se rememoraba la infancia de Gala en la Rusia de los zares, como lo atestiguan algunas fotografías de esa época. También era para Dalí el rescate de un tema que le había fascinado hasta el punto de hacerlo protagonista de algunos de sus óleos y dibujos de los años veinte repletos de diálogos entre una venus y un marinero. La prenda también aparece plasmada por algunos cuadros dalinianos como «La silla. Obra estereoscópica» (1975) o en «Dalí de espaldas pintando a Gala» (1972-1973).
Tras el fallecimiento de Dalí, la fundación que lleva su nombre y el de Gala se hizo cargo de los fondos conservados por la pareja a lo largo de los años. En lo que hace referencia al vestuario de Gala, la institución de Figueres guarda un millar de prendas de las que se han seleccionado un total de 24 para la ocasión. Tres de ellas no habían sido nunca mostradas públicamente con anterioridad.
Viendo el vestuario de Gala se llega a la conclusión que fue una mujer con un gran gusto, pero que también jugaba con cierta ambigüedad. Lo que se nos expone es el gusto de la protagonista de esta historia, su particular manera de comprender el mundo del arte y de la moda, sabiendo que ella misma era la personificación de la moda.
El recorrido se complementa con una selección de fotografías realizadas por Jordi Bernadó. Todo ello nos permite conocer un poco más esa leyenda.
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