Historia polémica
Cuando Buñuel llamó chivato a Dalí en una película
La próxima exposición del famoso «Cristo de San Juan de la Cruz» rescata un controvertido episodio en la vida del pintor surrealista
Con permiso de los relojes blandos de «La persistencia de la memoria», probablemente sea el óleo «Cristo de San Juan de la Cruz» una de las imágenes más icónicas en la producción pictórica de Salvador Dalí. El próximo otoño este gran cuadro se exhibirá en el museo de Figueres que lleva el nombre del artista. Procedente del Kelvingrove Art Gallery and Museum, en Glasgow, esa tela, pintada en 1951, es la culminación del llamado periodo místico de Dalí y que dio otros frutos plásticos como la llamada «La Madona de Port Lligat» o «La última cena». Fue también su reconocimiento internacional, hasta el punto de que al ampurdanés le gustó mostrar su pintura a los más ilustres visitantes, como al senador Robert Kennedy.
Pero no a todo el mundo le gustó ese cuadro. Para alguno fue la manera de reabrir viejas heridas que no habían cicatrizado. Uno de los que no vio con buenos ojos todo eso fue un antiguo amigo de Dalí que había sufrido en primera persona los ataques del artista hasta consecuencias terribles para él. Se trataba de Luis Buñuel. Y es que «El Cristo» de Dalí fue usado por el aragonés en una de sus películas para llamar chivato al de Figueres.
Para comprender todo esto tenemos que remontarnos un tiempo antes de que el cuadro fuera un boceto. A principios de la década de los cuarenta, Buñuel había tratado de rehacer su vida en Estados Unidos, logrando un empleo en el MoMA, en la ciudad de los rascacielos. Antes, había intentado pedir ayuda económica a Salvador Dalí, quien había sido uno de sus mejores amigos en los tiempos juveniles de la Residencia de Estudiantes, junto a Federico García Lorca y Pepín Bello. Los dos habían ingresado por la puerta grande en el grupo surrealista gracias al cortometraje «Un chien andalou», escrito por ambos aunque dirigido por Buñuel con financiación de su madre.
A Dalí, al final de la guerra española, las cosas le iban muy bien en Estados Unidos donde coleccionistas y los medios de comunicación se mostraban entregados a su causa. Eso es lo que animó al aragonés a solicitarle, casi como una humillación, algún tipo de apoyo. Dalí le contestó en una larga carta negándole cualquier dinero «una decisión tomada –como le escribió– después de grandes dudas y reflexiones». En uno de los márgenes exponía Dalí su motivo real y es que «en el pasado nuestra colaboración ha sido mala para mí. Acuérdate que me fue necesario un esfuerzo para que mi nombre apareciera en el chien andalou». El cineasta, como le confesó uno de sus hijos a Ian Gibson, llevó toda su vida esa carta en el bolsillo.
Pero la cosa no acabó ahí. En octubre de 1942, Dalí publicó sus memorias «Vida secreta» en Estados Unidos. Allí, uniendo realidad y ficción, el pintor tildó a Buñuel de anticlerical. El de Calanda siempre sostuvo que los párrafos que le dedicó su antiguo amigo en el libro le costaron su trabajo en el MoMA y su posterior marcha a México.
Este contexto nos ayuda a situar una película rodada en 1955 en Francia y titulada «Así es la aurora» y que su autor Luis Buñuel, en declaraciones a Max Aub, definió como «algo contra la policía. Que es, en el fondo, lo que verdaderamente quiero hacer en la vida». En esta adaptación de una novela de Emmanuel Roblès, se contaba con un reparto encabezado por Georges Marchal y Lucía Bosé.
Buñuel aprovechó la película para ajustar algunas cuentas. Una de ellas era con el escritor Paul Claudel, uno de los pocos intelectuales franceses que habían mostrado su apoyo al régimen de Franco. En una escena, en el despacho de un comisario de policía, en la mesa vemos una edición del «Teatro completo» de Claudel y sobre ella unas esposas.
Esa misma estancia tiene en una de las paredes un reproducción del Cristo daliniano. Buñuel lo va cambiando de sitio para que el espectador se dé cuenta de su presencia.
Hay un momento en la película, en ese mismo despacho, en el que somos testigos de una discusión entre el comisario y otro personaje, el doctor Valerio, protagonista de la historia. Los dos tienen una tensa conversación porque el comisario quiere arrancarle una confesión. Detrás de ellos, en la pared, justo entre los dos, queda como testigo como una reproducción del cuadro daliniano. No es nada gratuito. Buñuel está llamando delator a Dalí, tal vez una referencia a todo lo que había padecido por culpa de la autobiografía del ampurdanés. Tampoco era casualidad que el cineasta equiparara a Claudel y Dalí por sus afinidades políticas.
Que se sepa Dalí nunca contestó a ese ataque.
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