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Salud cardiovascular

Antonio Otero

El doctor José Antonio Otero, ex-concejal de Seguridad y Salud Pública del Ayuntamiento de Valladolid Wellington Dos Santos PereiraLa Razón

Es uno de esos médicos de familia, a los que en mi infancia llamábamos de cabecera, que constituyen el mejor ejemplo de entrega abnegada y ojo clínico, ante el desgaste del vivir. Una dinastía de médicos humanistas, en la que España es ejemplar en el mundo, a los que pocas veces, —por no decir nunca— se reconoce su impagable aportación a la sociedad, se consulta y cuenta con su buen juicio, pese a encontrarse entre los profesionales más esforzados de la sanidad y ser de los que mejor conocen al enfermo —uno a uno— y a la enfermedad, tanto por su intimidad con las personas, como por su intuición y olfato.

Hoy dedico esta gacetilla a uno de esos médicos callados, pero de largos éxitos: Antonio Otero; y rindo homenaje, en su persona, a unos profesionales eficientes y juiciosos con los que, el que no esté en deuda, que levante la mano. Al doctor Otero, su pasión por ser útil a la sociedad, como concejal de Salud Pública y Seguridad del Ayuntamiento de Valladolid, ha estado a punto de costarle la vida. Tras concluir una fecunda etapa como presidente del Colegio de Médicos, dio un paso al frente y respondió a la llamada del socialista Óscar Puente, seducido por la desbordada autenticidad de Otero, provocando la tembladera de sus desolados pacientes.

El alcalde vallisoletano, más listo que los conejos, acertaba de lleno y se mostraba encantado del fichaje. Podría contar a tiempo completo con un profesional de inteligencia serena, que le tenía bien tomado el pulso a la vida. Todo un acierto, para alentar y vertebrar muchas cosas. Pero la vida —como bien se sabe— no da tregua, ni tiene cura: un inoportuno infarto obligaba al flamante concejal a frenar en seco: «cuando la vida te avisa y, afortunadamente te avisa y no otra cosa, es el momento de cambiar de rumbo». No se puede explicar mejor.

Lo que no aclaraba nuestro edil, acostumbrado a trabajar sin horario y discretamente es que, detrás de ese «afortunado aviso», se encontraba la incansable actividad del concejal, según reveló el propio Alcalde vallisoletano, acostumbrado a decir lo que es como es, sin cortarse un pelo. Así que cambio de rumbo: Otero sigue como edil, aunque sin asignación ni dedicación completa, y vuelve a pasar consulta. Resultado: sus pacientes, gratamente sorprendidos, dan saltos de júbilo, comentan en voz baja que bien está lo que bien acaba y aplauden con las orejas, con indisimulado regocijo.