Viajes
El puerto natural de Mahón, uno de los más grandes del mundo
Hace unas semanas viajé a la isla de Menorca, la más oriental de España. El territorio español, como suele decirse, donde primero amanece y anochece
Fueron muchas las cosas, en diferentes ámbitos, que me sorprendieron durante mi estancia (su gastronomía, preciosas calas donde bañarme, el monte Toro, la fortificación de La Mola, la historia de Ciudadela, el verdor de estas tierras, etc., etc.)
Sin embargo, hoy quiero poner el punto de atención en algo que me impresionó. Me refiero al puerto natural de Mahón (Maó), uno de los más bonitos que he visto en mi vida y uno de los puertos naturales más grandes del mundo.
El escenario natural es impresionante, tanto por su belleza como por su particular geografía e historia.
Sus más de cinco kilómetros, que se internan en la isla como una gran manga de agua salada, hicieron que, por su configuración natural, fuera refugio de barcos y un puerto único durante siglos.
Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos, musulmanes, ingleses o franceses, entre otros, aprovecharon las ventajas que la orografía otorgaba a este enclave (junto a su ubicación estratégica en el Mar Mediterráneo) para resguardar sus barcos.
Quien les escribe no pudo evitar la tentación de recorrer su paseo marítimo (repleto de terrazas, restaurantes y tiendas) y apreciar la belleza de su entrada desde la gran fortaleza de La Mola. De verdad, impresiona este entorno natural tan privilegiado.
He leído en algunas webs, y así me lo aseguraban en la isla, que es el segundo puerto natural más grande del mundo tras el de Pearl Harbor, en Hawái.
Créanme cuando les digo que es algo singular e único. El hondo calado de sus aguas permite la entrada, por ejemplo, de grandes barcos. Quizás estos datos puedan ayudar a comprender sus dimensiones: 5,5 kilómetros de largo, 1,2 kilómetros de anchura máxima, 20 metros de profundidad media.
Sé que estos pocos párrafos no son suficientes para hacerse una idea precisa de cuánta historia hay en estas aguas del puerto (con gran actividad turística e industrial).
A pesar de ello, conviene recordar que estamos ante un inigualable cobijo natural para embarcaciones salpicado, además, en su interior por algunas islas (del Rey, del Lazareto, de la Cuarentena…) y protegido por diferentes defensas erigidas por el hombre con ánimo de soportar asedios y ofensivas enemigas. Me refiero, por ejemplo, a la impresionante fortaleza de La Mola o al castillo de San Felipe.
La profundidad de sus aguas permite atracar a barcos de diferentes calados: trasatlánticos, ferris, barcos de recreo, embarcaciones de pesca, grandes yates, veleros, etc.
Ese aire cosmopolita que parece emanar de estas aguas tiene mucho que ver con la historia que atesora. Ha sido escenario de batallas, desembarcos, ofensivas, asedios, bloqueos e intercambios comerciales de todo tipo.
Tal era la importancia de tener resguardado el puerto ante posibles ataques que, varios de los mayores cañones artillados que tuvo nuestro país (Vickers 381/45), estaban instalados allí, en la fortaleza de La Mola.
Hay embarcaciones para turistas que recorren el puerto de punta a punta permitiendo, además de recibir didácticas explicaciones de lo que el viaje depara, ver en nuestro itinerario marítimo, entre otras cosas, bateas de mejillones, zonas militares, preciosas calas, magníficas casas en sus orillas, una fábrica de ginebra (vestigio de los tiempos en que la isla estuvo bajo dominio británico), un espectacular lazareto (donde se aislaban y trataban a personas que portaban enfermedades infeccionas), la estación marítima, un cementerio inglés, la aduana, numerosos amarres para barcos, etc. etc.
Desde luego, es mucho más que un puerto. Es una historia reflejada, plasmada y cincelada en sus orillas y en sus islas a través de muchas de las edificaciones erigidas a lo largo de los siglos.
Par mí, uno de los más espectaculares y bonitos del mundo. Es uno de esos lugares que enamoran a primera vista
Les encantará. Estoy seguro