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El amor de Joaquín Sabina a Rota: su pasión y su destino

El músico es un apasionado de este municipio de la costa de Cádiz, a donde se escapa para componer, desconectar o reencontrarse a sí mismo.

Cada vez que Joaquín Sabina habla de Rota se le llena la boca de luz, de salada claridad, de viento de Levante. “Es absolutamente sinónimo de amistad y felicidad. Las vacaciones más hermosas en mi vida las he pasado aquí, me siento un retoño más. Todo esto empezó por querer vivir cerca de Felipe Benítez Reyes, que nos trajo a todos, así como de Luis García Montero, Almudena Grandes y Miguel Ríos, mi compadre y maestro”, dijo el día que la localidad inauguró una avenida con su nombre. Tal es el embrujo que esta región provoca sobre el cantautor que, cuando le propusieron dar el pregón del Carnaval de Cádiz de este año, no se lo pensó dos veces.

De pirata, sin parche en el ojo y sin cara de malo, arruinando las quinielas de agoreros y sabiondos que profetizaban una espantá, el músico se presentó en la plaza de San Antonio para abrir de manera oficial la fiesta en la calle. “Cádiz es mi pasión y mi destino, la estación terminal de mi camino. Cádiz es mi rescate y mi hasta luego, mi patria, mi rincón, mi olor, mi fuego. Cádiz es mi presente y mi futuro, mi afán, mi corazón tan inseguro. Cádiz es el lugar donde reposo, mi sueño del verano más hermoso. Cádiz es un domingo por la tarde, sin lunes bajo un sol que guiña y arde”. En definitiva, todo lo que él ha recogido a lo largo de 70 años visitando su segunda casa.

Rota es un pueblo pesquero situado en la costa gaditana que cuenta con todos los elementos que un municipio costero necesita para ser un éxito: atardeceres de ensueño, arraigadas tradiciones, historia y cultura propias, excelente gastronomía, actividades para todos los públicos y el toque innato del gaditano. Ni los americanos ni el estigma de la base militar han podido con el carácter de esta población milenaria que puede presumir de ser un destino vacacional de primer orden en Andalucía. Recorrer su centro histórico es una verdadera delicia. Coqueto y bien conservado, perderse por sus callejones repletos de flores y ver cómo van apareciendo los rincones más emblemáticos de la ciudad es una experiencia obligada para el visitante.

Su monumento más querido es el Castillo de Luna, aunque no hay que olvidarse de sus iglesias, como la de Nuestra Señora de la O, templo del siglo XVI que destaca por la combinación de estilos en su interior, la del Carmen o la de la Caridad. En este paseo tampoco puede faltar la visita al Arco de Regla, antigua puerta de la muralla que rodeaba esta villa, o a la Puerta del Mar, que da acceso al muelle y cuyo nuevo faro es visible desde toda la población. Recorrer el Mercado de Abastos también es una buena idea para conocer de primera mano lo que comen los locales y, de paso, ver la curiosa Torre de la Merced, único resto visible de lo que fue el Convento del mismo nombre.

Esta localidad también es naturaleza en estado salvaje. La Bahía de Cádiz aporta su belleza inigualable a esta villa desplegando kilómetros de playas, algunas de ellas prácticamente vírgenes y despobladas. Los arenales roteños son de dos tipos: urbanos y naturales. Probablemente, el más conocido sea el popular Costilla, considerado una de los mejores de España. Tan es así que se le ha apodado La Concha del sur: su fina arena blanca, la pureza de sus aguas y su ubicación al pie del casco antiguo lo convierte en un lugar privilegiado. Justo al lado, se encuentra El Rompidillo, más concurrido y familiar. El hermoso paseo marítimo que lo recorre es uno de los muchos motivos existentes para visitarlo. Éste concluye en el Puerto Deportivo, un lugar perfecto para disfrutar de la contemplación de las embarcaciones más espectaculares. Pero si lo que se busca es tranquilidad, entonces las playas naturales de las afueras son la mejor elección. La Ballena, Arroyo Hondo y Punta Candor son tan solo algunos ejemplos. Los mismos que enamoraron a Sabina.