Cargando...

Frédéric Chopin y el más bello lugar del mundo

El compositor se trasladó a Mallorca con George Sand para mejorar su delicado estado de salud y se alojaron en la Cartuja de Valldemossa

Con la salud muy delicada y motivado por los beneficios que le podía aportar el clima mediterráneo, en el otoño de 1838, Frédéric Chopin viajó a Mallorca con su mujer, la escritora George Sand, y los hijos de ésta. A pesar de que en un primer momento se alojaron en la casa rural de Son Vent, 15 días más tarde se instalaron en una de las celdas de La Cartuja de Valldemossa, uno de los edificios más conocidos del conjunto histórico y artístico del municipio. Sin embargo, al no experimentar ninguna mejoría en su estado de salud, el célebre pianista polaco y su pareja tomaron la decisión de abandonar Mallorca el 13 de febrero de 1839.

“Seguramente iré a vivir a una encantadora abadía enclavada en el país más bello del mundo: el mar, montañas, palmeras, un cementerio, una iglesia de los tiempos de los cruzados, una mezquita en ruinas, olivos milenarios... Ahora, querido amigo, disfruto algo más de la vida; estoy muy cerca de lo más bello del mundo. Soy un hombre mejor”. Estas son las maravillosas palabras que Frédéric Chopin dedicaba a Valldemossa el 15 de noviembre de 1838 en la primera de las cuatro cartas que envió desde Mallorca a su amigo parisino Juli Fontana.

Sus calles empedradas y engalanadas con flores y macetas fueron testigo de su paso por la isla. Paso cuyos recuerdos, como es el caso del piano Pleyel o los manuscritos y primeras ediciones de la obra Un Invierno en Mallorca, pueden visitarse en La Cartuja, un lugar cargado de historia y rodeado de maravillosos jardines. La esencia del compositor polaco revive cada año gracias al Festival Internacional Chopin, consolidado como uno de los acontecimientos culturales más reseñables del verano mallorquín.

Muy cerca se encuentran los antiguos jardines de la Cartuja. Abiertos al público desde el mes de mayo de 1960. A lo largo de su recorrido se localizan la casa Consistorial o el Ayuntamiento. Este espacio de planta rectangular está poblado de abundantes cipreses, tejos y gran variedad de rosales y matas. Los caminos empedrados que recorren siguen un bello trazado geométrico. Este espacio fue en su día el patio del claustro, ideado para que los frailes encontraran la paz del alma. Hoy en día es, sin duda, el mejor lugar desde donde admirar la imponente construcción. Diseminados por él se descubren pequeños bronces que representan y testimonian el paso por este lugar de sus más célebres residentes: el busto del archiduque Luis Salvador de Austria, el medallón del literato Rubén Darío o la escultura del pintor modernista Santiago Rusiñol.

Tiempo de reposo

Dejándolo atrás, y pasando por los baños públicos, se localiza la avenida de Los Tilos. Aquí, se puede disfrutar de un tiempo de reposo tomando asiento en sus bancos de piedra, bajo la sombra de los árboles y junto a la fuente de los deseos, donde arrojar una moneda y formular un deseo. Desde este lugar, se llega a una pequeña plaza donde está el Palacio del Rey Sancho. Al lado de su entrada, se encuentra una estrecha callejuela que conduce hasta la plaza Ruben Darío, el cual residió durante un tiempo en el castillo. Un lugar en el que se respira un aroma especial, pues se trata del punto donde empezaba el camino real que llevaba desde Valldemosa a Palma. Quizá, el mismo que llamó la atención de Chopin.

Sea como fuere, Mallorca se puede permitir el lujo de decir que en la isla estuvo un músico histórico, uno de los mejores pianistas y compositores de toda la historia universal, Frédéric Chopin.