
Estreno
Así se pierde un juicio... pero se gana una serie
atresplayer estrena hoy «Perdiendo el juicio», una original historia de abogados, amor, crímenes y bufetes a la deriva

Que una abogada prestigiosa sufra un estallido de TOC en pleno juicio puede parecer el arranque de una comedia negra. Pero en “Perdiendo el juicio”, lo que se desencadena es mucho más que una crisis: es el colapso de una vida entera. La nueva serie original de Atresmedia, protagonizada por Elena Rivera y que hoy se estrena exclusivo en atresplayer (antes de su llegada a Antena 3), arranca con una caída en picado… y avanza como una remontada llena de giros, personajes singulares y un fondo legal que no se toma demasiado en serio a sí mismo.
Amanda, la protagonista, es esa abogada de éxito que lo tenía todo bajo control (literal y metafóricamente) hasta que su trastorno obsesivo compulsivo decide manifestarse en el peor momento posible: durante un juicio. A partir de ahí, nadie la quiere en su equipo. Ni sus colegas, ni su bufete, ni su pareja, ni siquiera su propio sistema nervioso. Con esa etiqueta colgando del cuello como una condena social, se refugia en el campo, hasta que la detención de su hermana la empuja de nuevo al ruedo judicial. Pero ya nada es como antes.
La serie no gira exclusivamente en torno al TOC. Más bien lo utiliza como un catalizador, una vía para hablar de reinvenciones, vergüenzas cotidianas y vínculos inesperados. Lo dijo Manu Baqueiro a LA RAZÓN, quien interpreta al peculiar jefe de Amanda: “No es una serie sobre salud mental. El TOC es el punto de partida, pero a partir de ahí se habla de relaciones personales, de cómo enfrentarse a una vida nueva cuando todo cambia de golpe”.
Ese cambio incluye aceptar un puesto en un bufete de tercera, con muebles torcidos, compañeros en decadencia y un jefe (el propio Baqueiro) que parece más aficionado a improvisar que a citar jurisprudencia. Y, sin embargo, ahí es donde Amanda empieza a reconstruirse. Rodeada de becarios con más entusiasmo que técnica y conocimiento, un veterano con más siestas que casos ganados y un ambiente que oscila entre el caos y la ternura, se abre paso un nuevo relato de segundas oportunidades.
Miquel Fernández, que interpreta a César, el todavía marido de Amanda y abogado de manual (guapo, serio, ordenado, de los que se abrochan el botón del cuello incluso en verano), describe la tensión entre ambos como “una bomba emocional con toga y calendario de divorcio sin firmar”. Para más complicaciones, aparece Sara (Dafne Fernández), la nueva socia del bufete y también nueva pareja de César. Un triángulo sentimental que se mueve entre el amor residual, los celos profesionales y la necesidad de cerrar capítulos abiertos con grapas.
Más allá del enredo personal, cada capítulo incluye un caso diferente, lo que aporta agilidad al ritmo y permite entrar y salir de la historia principal sin perder el hilo. Como bien señala Manu Baqueiro, la serie está pensada para ser “dinámica, con muchos casos y personajes potentes, y al mismo tiempo, con una historia de fondo que mantiene el interés”.
En lo visual, la serie apuesta por escenarios reales, despachos auténticos y un tono sobrio. Se nota que hay intención de evitar la artificialidad típica del cartón-piedra judicial. Miquel Fernández lo resume así: “Rodar en localizaciones reales le da empaque. Se ha cuidado mucho la parte visual, sin efectismos”.
Lo mismo ocurre con el tratamiento del TOC. Lejos del estereotipo fácil, la interpretación de Elena Rivera combina vulnerabilidad, ironía y una sensibilidad muy medida. Nada de caricatura. Nada de dramatismo innecesario. Según Miquel, el enfoque es “respetuoso y empático, con un trabajo enorme por parte de Elena”.
“Perdiendo el juicio” no cae en el drama médico, ni en la comedia judicial al uso. Es un híbrido ágil, algo canalla, en el que los personajes mandan más que los géneros. Un lugar donde las etiquetas se difuminan: el brillante es un desastre, el torpe tiene talento, y el trastorno no define a nadie, pero tampoco se maquilla. Una serie sobre segundas oportunidades, con toques de romanticismo disfuncional, bufetes donde se respira humanidad y un humor suave que no pretende provocar carcajadas, pero sí acompañar.
Y, sobre todo, una serie donde el juicio más importante no se celebra en un tribunal, sino en el interior de quienes deciden reconstruirse cuando ya todo parecía perdido.
La ficción abraza a los personajes con TOC
Durante años, los personajes con trastornos como el TOC eran caricaturas. Ahora, el panorama ha cambiado. Series como “Perdiendo el juicio” tratan con respeto realidades como esta, sin convertirlas en el centro ni en un cliché. El caso de Amanda se suma a una creciente lista de representaciones empáticas, como Mónica Geller (“Friends”) o Sheldon Cooper (“The Big Bang Theory”), que muestran las múltiples caras del TOC. En paralelo, cada vez más celebridades visibilizan su diagnóstico, desde Charlize Theron hasta Camila Cabello. El espectro se amplía, y eso también enriquece la ficción.
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