Opinión
Entre amigos
Los artistas viajan siempre con una «troupe» de la que reciben calor y fuerza para sacar adelante sus espectáculos
No hay duda de que si las vivencias se comparten con amigos se disfrutan mucho más. La necesidad humana de hacer participar a los nuestros de lo bueno de la vida es mucho más que una evidencia y nos lo viene a demostrar, por ejemplo, la trayectoria de los artistas, que viajan siempre con una «troupe» de la que reciben calor y fuerza para sacar adelante sus espectáculos, y me estoy refiriendo ahora a Bruce Springsteen, el hombre del nombre impronunciable para Feijóo y para alguna presentadora de televisión. ¡Qué falta de pulimento tienen algunos y que exceso de pijismo tengo yo!, pero así son las cosas y así se las relato mientras se van sucediendo las líneas, una tras otra, en estos días festivos de descanso y también de ocio.
Muchos se han ido yo qué sé a dónde, pero no hay mejor lujo que quedarse en la ciudad cuando ésta se queda libre de tráfico y bullicio, el mejor momento para permitirse la asistencia un espectáculo. En este sentido comentaré el de Carlos Latre, en el Teatro Apolo de Madrid donde el polifacético actor/cantante/imitador despliega toda su energía en dos horas de «show» incansable desatando la euforia de un público que quiere más y más. Carlos también se nutre de esa energía que emerge del público e incansablemente pasa de un personaje a otro desplegando un guión interminable que solo una mente privilegiada es capaz de seguir sin despistarse ni bloquearse. Una mente única para un «showman» único que está sólo en un escenario con el único acompañamiento de los focos y de los oscuros repentinos para cambiar de atuendo. No quiero desmerecer a Springsteen, pero el cantante lleva detrás todo un grupo de músicos que lo cubrirían en un momento de lapsus, que viaja acompañado de un ex presidente de Estados Unidos con su inevitable mujer, que detesto, y un cineasta que revolucionó el mundo de la ciencia ficción que me cae fenomenal. Latre va consigo mismo y con sus pelucas llevando un rato de carcajada por aquí y por allá. Al primero lo vi hace años y lo disfruté. A Carlos lo vi ayer y me inoculó una dosis de optimismo de larga duración. Gracias chato.
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