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Impacto en la salud
Las secuelas en niños por la DANA de 2019 que se repetirán ahora
El 12% de pequeños y adolescentes presentó problemas respiratorios, agudizaciones de asma, pitos y bronquitis incrementados por el moho y el polvo en suspensión, según un estudio realizado en Los Alcázares tras las inundaciones sufridas hace cinco años

El 13 de septiembre de 2019 una DANA golpeó Los Alcázares, en Murcia, dejando durante semanas sus calles, casas y tiendas teñidas de barro. Entonces se registraron más de 200 litros por metro cuadrado. Lejos queda este registro de los hasta 491 litros por metro cuadrado en apenas ocho horas registradas en las inundaciones que azotaron Valencia en municipios como Chiva. Pero es precisamente de las cicatrices de Los Alcázares de las que los expertos reclaman que se aprenda para entender y poder adelantarse a los problemas de salud que se avecinan para los afectados por las últimas inundaciones.
El doctor Juan Antonio Ortega, coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y director de la Unidad de Salud Medioambiental de Pediatría del Virgen de la Arrixaca, en Murcia, explica a este suplemento que, tras un desastre natural como una inundación, «es clave mantener la seguridad del agua y la alimentaria, así como evitar contaminaciones por monóxido de carbono, prestar precaución por el moho por la humedad (el exceso de humedad y el agua estancada pueden contribuir a la aparición de moho), que es tóxico y alérgico, y por el agua estancada y los basureros, ya que pueden contribuir a la aparición de mosquitos y plagas».
"Hay que prestar atención al lodo, porque cuando se seque la contaminación atmosférica será importante"
«Pero también hay que prestar atención al lodo –continúa–, porque cuando este se seque la contaminación atmosférica será importante esos meses y con cada paso de camiones y coches las partículas en suspensión se mantendrán en el aire y con ellas todo lo que haya arrastrado ese lodo, sustancias químicas incluidas».
Sabe muy bien por qué lo dice, sobre todo en el caso de la infancia y la adolescencia, una de las poblaciones más vulnerables a los impactos de los desastres naturales por sus características anatómicas, fisiológicos, metabólicas y conductuales propias de esta edad. De hecho, la OMS reconoce que, pese a que los menores de cinco años son solo el 12% de la población, reciben el 43% de la carga de enfermedades de causa ambiental.
Pues bien, las inundaciones se han asociado a un mayor riesgo de accidentes, enfermedades infecciosas, malnutrición y al incremento o agravamiento de patologías crónicas, así como de trastornos de estrés postraumático, ansiedad, depresión, insomnio e ideación suicida. Pero, ¿qué sucede meses después de las inundaciones?
Las evidencias sugieren un incremento de patologías crónicas, como trastornos neurológicos, infarto agudo de miocardio, enfermedades crónicas respiratorias y digestivas, deterioro de la salud mental, de la calidad de vida...
Con el fin de mejorar las decisiones políticas sobre la infancia, el doctor Ortega y su equipo decidieron analizar el impacto en la calidad de vida relacionada con la salud por las inundaciones en la población infantil y juvenil del Mar Menor en comparación con un grupo de control no expuesto a la catástrofe.
En total, participaron 1.066 escolares de entre 7 y 19 años con una media de edad de 11,9 años entre los que vivieron las inundaciones y los del grupo de control reclutados en los centros de salud de las nueve áreas sanitarias de la Región de Murcia. También participaron los progenitores de los menores.
Pues bien, el 14% de los niños y adolescentes tuvo alguna lesión o enfermedad aguda o agravada relacionada con el episodio de la inundación, los más frecuentes fueron picaduras y problemas gastrointestinales y respiratorios.
«El 12% presentó por problemas respiratorios, agudizaciones, asma, pitos, bronquitis, problemas de salud agudizados por el moho y el polvo en suspensión, lo que agrava las vías respiratorias altas y bajas, así como el asma», detalla el doctor Ortega. Además, «el 10% de los asmáticos tuvieron una descompensación y tuvieron que acudir varias veces al médico por culpa de esta materia particulada que afecta a los pulmones y que permaneció durante meses en la zona», incide.
En la zona afectada por la DANA que ha azotado Valencia «se espera un incremento similar de niños y adolescentes con problemas respiratorios incluso tres meses después de la inundación», añade.
Calidad de vida golpeada
El estudio no deja lugar a dudas. Comparado con el grupo control, los menores de la Ribera del Mar Menor obtuvieron unos resultados significativamente peores en todos los aspectos de calidad de vida relacionados con la salud física, la psicosocial, la emocional, la social y la escolar. «Afectaba a todas las dimensiones y el 38% de los escolares expuestos a las inundaciones –prosigue Ortega– tenían una mala calidad de vida global relacionada con la salud casi tres meses después de la DANA. El deterioro de todas estas esferas se ha asociado a un peor rendimiento académico, a trastornos del neurodesarrollo, a una peor salud física y a enfermedades crónicas».
En cuanto a la contaminación atmosférica en sí, antes de las inundaciones la calidad del aire percibida es mejor en la ribera litoral que en el resto de la Región de Murcia por el efecto del mar y la baja actividad industrial de los pueblos. Pero después de las inundaciones, los investigadores analizaron la calidad del aire y pudieron objetivar un empeoramiento en la de los Alcázares durante los tres meses posteriores a las inundaciones debido principalmente a la materia particulada en relación con el polvo en «resuspensión».
A este motivo se añade que algunos barrios presentaban incrementos temporales de los niveles de óxido de nitrógeno y materia particulada que sugerían una relación con mayor presión de tráfico puntual o por los motores y bombas de extracción usadas.
Además, como explica el doctor, «uno de cada diez menores tuvo episodios de diarrea, gastroenteritis y problemas relacionados con la calidad del agua».
Todo esto denota que las inundaciones provocan un fuerte impacto y deterioro en la calidad de vida en la infancia y la adolescencia por lo que es importante poner medidas cuanto antes en Valencia y resto de zonas afectadas.
«Los problemas respiratorios y gastrointestinales se observan también al año y medio de un fenómeno meteorológico adverso de estas características en diferentes estudios, por no hablar de la salud mental», recuerda el doctor. Y es que «no solo es muy importante monitorizar la calidad de las aguas (ya se hace), sino también la calidad del aire de una forma más exhaustiva y local y que se den recomendaciones para protegerse de la mala calidad del aire exterior como pueden ser el uso de mascarillas o informar a la población sobre qué rutas son mejores para pasear o hacer deporte. Esto es muy importante para niños y adultos con enfermedades respiratorias y cardiovasculares crónicas, y también para ancianos y embarazadas», afirma.
«El impacto existe y es real. Pero se necesitan más estudios sobre las secuelas a medio y largo plazo de las inundaciones en la salud de la infancia. Se necesitan mecanismos de adaptación», máxime cuando se espera que estos eventos aumenten en frecuencia e intensidad y para eso «tenemos que estar mejor preparados con planes de adaptación al cambio climático y la salud que todas las comunidades autónomas deberían tener y en las que se ha de colocar a la infancia en primera línea. Evitar o reducir las secuelas de los críos ha de ser prioritario», incide.
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