Vuelta a la normalidad

El Camino de Santiago consigue dar un rodeo a la covid

Alcanza los 70.000 peregrinos llegados a Santiago pero todavía lejos de los 272.135 del Xacobeo de 2010

Peregrinos en Santiago de Compostela
Peregrinos en Santiago de CompostelaÓscar CorralAgencia EFE

Los 70.000 peregrinos llegados a Santiago de Compostela este Año Santo demuestra que el Camino ha sobrevivido a la covid, y además crecen todas las rutas, señalan a Ep desde la Consejería de Turismo.

Los datos son más bajos comparados, no sólo con otros Xacobeos –en el último, en 2010, llegaron a Santiago 272.135 peregrinos–, sino también con los caminantes que visitaban la capital gallega antes de la pandemia puesto que en 2019 sellaron la Compostela 347.578 peregrinos.

La parte positiva radica en el incremento registrado desde la relajación de las restricciones y la mejora de la situación sanitaria, es igual de llamativo. Así, en enero de 2021, tan sólo 60 personas peregrinaron a Santiago, una cifra que bajó a 14 en febrero. Más de la mitad eran españoles.

Los peregrinajes han aumentado paulatinamente durante todo el año, pero fue a partir de junio cuando el incremento se hizo verdaderamente patente.

En dicho mes, 14.825 peregrinos sellaron su Compostela, una cifra que alcanzó los 35.000 en julio.

La perspectiva es alcanzar para final de año los 100.000 peregrinos y, ya en el 2022 –también decretado Año Santo por el Vaticano dado lo excepcional de la situación pandémica–, los dos o tres millones de turistas. En este sentido, tal y como recalcan habitualmente administraciones e instituciones religiosas, los visitantes que llegan a la capital gallega son muchos más puesto que no todos sellan la Compostela, por lo que no computan en las estadísticas.

Restricciones en los albergues

Las restricciones derivadas de la pandemia de covid han afectado también a los albergues de peregrinos, sobre todo si se tiene en cuenta que en ellos acostumbran a reunirse personas en espacios en los que se comparte casi todo en pocos metros cuadrados y en los que, además, por la propia naturaleza del que hace el Camino, se busca relacionarse con los otros.

Es por este motivo y dado el contexto pandémico actual, que las autoridades sanitarias gallegas establecieron un protocolo a seguir por los albergues públicos, que comenzaron a abrir a partir del 15 de junio –a día de hoy toda la red está activa– y por sus usuarios, tanto para el hospedaje en dichos alojamientos, como para posibles brotes o casos aislados que pudiesen registrarse.

En estos establecimientos, el límite de ocupación en las zonas comunes es del 50%, pero en las habitaciones se reduce al 30%, salvo para grupos burbuja acreditados, es decir, peregrinos que aseguren permanecer juntos durante todo el Camino–, que podrán ocupar las habitaciones que necesiten.

Además, las camas se colocan con una distancia mínima de 1,5 metros entre sí, aunque se aconsejan los 2 metros siempre que sea posible. En el caso de contar con literas, se debe evitar el uso de las contiguas y de las superiores. Cada peregrino debe llevar su propio saco de dormir, y se recomienda permanecer por la noche con la máscara puesta.

Ángeles Campos, propietaria del Albergue Savior, en Lorenzana (Lugo-Ruta Norte), explica a LA RAZÓN cómo la limitación de aforo y el éxito de este año tras las penurias del pasado hacen que no haya sitio. «Tenemos todo lleno y mucha gente duerme en la calle, en las puertas del monasterio del pueblo, donde puede». Los peligros de la covid son mantenidos a raya. «Llevamos unas medias higiénicas muy exigenes. Todas las que nos exige la Xunta de Galicia, como el uso de mascarilla, la distancia social, la limitación del aforo y la desinfección de espacios, más las que se nos ocurre a nosotros. Nos pasamos el día detrás de los peregrinos limpiando todo. Pero sabemos que ese esfuerzo nos lo agradecen».

Una experiencia para una «transformación»

Elena, madrileña, y Sara, de Treviso (Italia), se han conocido en el Camino. La española buscaba «una experiencia diferente». Y Sara, «fuerza porque no me han ido bien las cosas». Sus primeras impresiones cuando comenzaron la aventura fueron buenas. «Yo tenía temor porque iba sola», comenta Elena, «pero se me ha quitado enseguida porque te encuentras a mucha gente. Incluso policías a caballo en parte de la ruta. Y los paisajes ayudan a pasar tanto tiempo caminando». Sara considera que el reto físico es exigente «pero lo compensa la relación con la gente que conoces estos días, como a Elena hoy en Pontevedra». Ambas creen que cuando lleguen ante el Santo tendrán más fuerza interior y seguridad. Y que vivirán una «transformación» hacia una forma mejor de vivir.