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Salud

Los expertos alertan de la necesidad de desconectar digitalmente en verano

Reducir el consumo digital permite al cerebro «descansar» de la estresante hiperconectividad que perjudica las funciones cognitivas y de atención

Desconexión digital en vacaciones DREAMSTIMELA RAZÓN

El ansiado mes de agosto es, para muchos, sinónimo de bajar el telón de las obligaciones y de colgar el cartel de «cerrado por vacaciones». Sin embargo, ese «cerrado por vacaciones» ya no se parece en nada al que solía imperar hace apenas dos décadas, cuando la desconexión era consciente, sin teléfonos que sonaran a cualquier hora, mensajes que interrumpieran la siesta, notificaciones que saltaran en medio de una cena o redes sociales que hicieran perder horas y horas.

La dinámica actual difiere mucho de aquel descanso y eso perjudica seriamente a la salud, sobre todo por su impacto neurológico y la merma de la capacidad cognitiva. Los datos no dejan lugar a dudas. Se estima que una de cada tres personas mira el móvil más de 150 veces al día, lo que se traduce en una media de al menos una vez cada ocho minutos sin contar las horas de sueño. Y esta cifra va en aumento a medida que baja la edad, ya que el 25% de los menores de 25 años lo mira una media de 150 veces al día, lo que equivale a una vez cada siete minutos.

[[H3:«Desintoxicación digital»]]

La constante dependencia que tenemos del teléfono móvil no resulta inocua, de ahí que los expertos aconsejen la necesidad de aprovechar las vacaciones para romper con esa dinámica más o menos compulsiva y hacer una «desintoxicación digital» para volver a conectar con lo verdaderamente importante de nosotros mismos y de nuestro alrededor. «Quizá en el periodo vacacional no se dedique tiempo a trabajar con el ordenador, pero sí se pierden muchas horas mirando redes sociales, plataformas digitales o embelesados con contenido que cumple un efecto ‘‘sedante’’. La hiperconectividad a la que está sometido el cerebro de forma casi constante durante todo el año se mantiene también en vacaciones y no resulta inocua, pues requiere una exigencia de atención muy alta que tiene un gran impacto a nivel emocional, pero sobre todo a nivel cognitivo y atencional», advierte Juan Antequera, vicepresidente de la Sociedad Madrileña de Psicología Clínica y vocal de la Sociedad Española de Psicología Clínica-Anpir.

Y eso no es todo, ya que «a nivel de salud, esta constante necesidad de estar siempre conectados, estando pendientes de la actualidad y de recibir “me gustas” y comentarios, además de la presión por mostrar una versión idealizada de la vida, exponiendo una parte filtrada de la realidad, supone un aumento de la ansiedad, de la depresión y del estrés, con una baja autoestima, problemas de autoimagen y disminuyendo la confianza en nosotros mismos. Todo eso aumenta los trastornos del sueño y hace que haya una calidad empobrecida de las relaciones sociales cara a cara. Incluso se han visto problemas en la conducta alimentaria y situaciones de dependencia y síndrome de abstinencia en estos usuarios más enganchados», asegura la doctora Isabel Mª Paúles, responsable del Grupo de trabajo «Estilos de vida y determinantes de salud» de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

Hiperconectividad nociva

La realidad es que, sin llegar a una adicción, todos estamos metidos en un mundo digital que obliga a nuestra atención a estar dividida sí o sí: miramos la pantalla del ordenador, pero además tenemos un reloj que vibra y nos avisa si no caminamos, y debemos atender a las notificaciones del teléfono móvil, que son constantes, mientras escuchamos un podcast... «Todo eso consume recursos de nuestro cerebro, que no está evolucionando tan rápido como la tecnología y a veces tiene dificultades para adaptarse a esto. Es ahí cuando pueden aparecer respuestas emocionales como la ansiedad, el estrés o los problemas de concentración, además de que, si no se atienden, pueden desencadenar problemas patológicos», detalla Antequera.

En esta misma línea también se posiciona el doctor David Ezpeleta, vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN), quien reconoce que «nuestro cerebro no está acostumbrado ni adaptado a esa hiperconectividad a la que le estamos sometiendo y puede empeorar algunas enfermedades neurológicas como la migraña, vinculada a la ansiedad y el estrés. Sin olvidar que estamos perdiendo capacidad para orientarnos o para recordar información... Todo eso pasa factura al cerebro».

Sin embargo, la buena noticia es que, según explica Ezpeleta, «ese impacto todavía es recuperable. Sabemos que muchas de las conductas negativas que se adquieren con el mal uso de la tecnología disminuyen cuando se hace un consumo mesurado de ellas. Por eso no está todo perdido y el verano es un buen momento para tomar conciencia del consumo real que hacemos y tomar medidas para revertirlo si fuera necesario».

De hecho, tal y como aconseja la doctora Paulés, «las vacaciones son un buen momento para intentar desconectar de estos medios digitales, mejorando las relaciones cara a cara y buscando otras opciones de desconexión: practicar deporte al aire libre, recuperar amistades o disfrutar de la naturaleza, etc. Esto disminuiría la ansiedad y mejoraría la confianza en nosotros mismos, además de aumentar el descanso nocturno».

Peor en niños y adolescentes

Si esto es importante para los adultos, resulta trascendental para los menores, que suelen incrementar las horas de consumo digital en verano, en vez de disfrutar de actividades al aire libre o sociabilizar de tú a tú con otras personas. «Esa hiperconectividad es más preocupante aún en los jóvenes porque su cerebro inmaduro está en pleno desarrollo. Si lo acostumbramos a estímulos tan rápidos, marcados por la dopamina, serán personas ansiosas, sin tolerancia a la frustración, sin capacidad de espera...», asegura el doctor Francisco Villar, psicólogo infantojuvenil en el Hospital San Juan de Dios de Barcelona. Por ello, Villar insiste en que «si este curso ha sido un punto de inflexión por la prohibición de los móviles en las aulas, este verano debe ser la guinda del pastel en el que se siga esa línea en las familias. Hay que explicar a los chavales que esto no es bueno para ellos y desmontar la mentira de que no se puede vivir sin un móvil».

Y ojo, porque a la hiperconectividad propia del mundo actual se une, además, la moda del «speedwatching», es decir, acelerar el audio de los vídeos o mensajes que se consumen en Whatsapp, Netflix, TikTok o Spotify, entre otros. Su uso, tal y como advierten los neurólogos, puede afectar a la memoria a corto plazo y tiene un impacto imprevisible a largo plazo. Ya hay estudios que confirman que la corteza prefrontal del cerebro no da abasto a la hora de interpretar mensajes a una velocidad superior a la normal, lo que provoca problemas de concentración e interpretación. Además, podría generar dificultades para tolerar ritmos más lentos y procesamientos más profundos.