Biblioteca Harley-Davidson
Tres, cero, cuatro
En los barrios, sabes que los burgueses viven en las crestas de las colinas y a las familias que desempeñan para ellos los trabajos subsidiarios les toca vivir abajo en la riera
Mis primos viven en Mataró, conocido desde este fin de semana como el pueblo de Yamine Lamal, en la periferia barcelonesa. Yo crecí en el barrio de Horta, también al final de una línea de metro de Barcelona, hijo de un asturiano de la emigración y de catalana (lo cual hace medio siglo venía a ser como ahora marroquí y africana). Viví rodeado de emigrantes andaluces. Quizá por eso, una novia malagueña que tuve de mayor me decía que era más gitano que un gitano. La mezcla da buen resultado.
En Cataluña no existen grandes «banlieues» porque, al ser una sociedad pueblerina de tenderos, cada barrio tiene su zona de ricos y pobres. Eso evita las concentraciones indeseadas, pero, contra lo que las leyendas pretenden, no mejora en nada las cosas. En los barrios, sabes que los burgueses viven en las crestas de las colinas y a las familias que desempeñan para ellos los trabajos subsidiarios les toca vivir abajo en la riera. Pregúntenle a cualquiera cómo era hace años la riera de Mataró. Por eso me gustó el gesto de Lamal, al celebrar su gol, dibujando con sus dedos un 304.
En Cataluña, te ubica el código postal. El 08304 es el de Rocafonda, una zona de Mataró con emigración diversa. Es un bonito gesto eso de acordarte de los colegas del barrio. A mis sesenta años, sigo sintiendo el mismo orgullo de barriada de inmigrantes que con dieciséis ahora experimenta él.
Se equivocan Vox y Junts (que son lo mismo, pero con diferente dialecto) al rechazar la emigración y verla como un peligro. La Barcelona actual es una ciudad que crece con gente nueva a cuyos arrabales se acercan los jabalís de Collserola para comer de las papeleras. Y como tienen una fisonomía similar, nunca sabemos si lo que surge de lo rústico es un jabalí o es Puigdemont.
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