Aquí estamos de paso

Desafecto

Hombro con hombro, trabajar juntos, pide el Rey con las botas puestas

Pide el Rey en Valencia hombro con hombro mientras arrima el suyo al desánimo huérfano de los damnificados por la Dana. Hombro con hombro sugiere, que no exige porque tiene obligaciones y no mando, como equipaje imprescindible para sacar adelante la devastación de guerra que ha dejado el agua descarriada. Sobre la huella aún fresca del barro cumplen los reyes su palabra y regresan a donde lo dejaron, a la visita que quedó pendiente después del estrépito embarrado de Paiporta. Estuvieron en Chiva y Utiel, y luego se detuvieron en Letur, en Albacete. Ejercían su compromiso de institución de todos, de servicio al pueblo que no les vota pero para el que trabajan porque ese es el papel que les toca y lo saben. La Corona tiene en esa particularidad que a algunos tanto escuece de que no está sometida a elección ni a la previa dependencia partidaria, su pecado y su penitencia. Su mancha y su valor. No es democrática en sentido estricto, porque no sale de las urnas, pero es la que mejor defiende el sistema democrático porque no depende de disciplinas u orientaciones de partido y ejecuta con estricto respeto a sus límites legales su función de representación con ejemplar solvencia. Ahí están otra vez con la gente en la calle. Dejando claro que no se van a olvidar de las víctimas de esta guerra contra la lógica de la tierra enferma, de la verdad de la emergencia climática que seguirá manifestándose con otras danas, otros temporales, con inundaciones y toses y espasmos de un planeta cuyo equilibrio seguimos contribuyendo a romper.

Los reyes vuelven a la calle y piden unidad. Y uno piensa que tampoco está mal tirado el llamamiento porque si algo hemos visto desde que el día 29 de octubre el lodo cambió el paisaje y la vida de 80 pueblos y se llevó por delante la de más de 200 personas, es que las disputas ante el desastre son tan estériles y ofensivas como necesario pensar en país y trabajar juntos, hombro con hombro, codo con codo. En situaciones extraordinarias se requiere decisión y valor, y habría sido una saludable innovación ver cómo se tendían las manos los dos principales partidos para empezar a trabajar juntos en la reconstrucción. Aguantando cada palo su vela propia, asumiendo y exigiendo responsabilidades propias también, y remando en la misma dirección aunque sea desde distintos lados de la galera. Desde babor unos, otros en estribor, pero todos con el mismo rumbo.

Se me antoja que sería menos complicado volver a levantarse. Y más cercano. Y creíble: impagable antídoto contra la creciente e imparable desafección de la política entre una población que contempla cansada cómo se arrojan unos y otros lodo mientras la casa y las calles siguen sin barrerse. Se mantienen enlodadas.

Atasco de poderosa influencia para la antipolítica que abre sucursal también en el Parlamento a cuenta de las disputas sobre presupuestos que confirman que la mayoría de gobierno es en realidad un matrimonio de interés sin más objetivo que sacar partido de la debilidad de un gabinete que se entrega a quien haga falta para no caer.

Hombro con hombro, trabajar juntos, pide el Rey con las botas puestas. Y su voz resonará en el eco del vacío de responsabilidad de unos partidos incapaces, salvo excepciones, de entender que en este mundo cambiante lo último que debe ejecutarse en la política es la renuncia al liderazgo. Demasiado mirarse al ombligo te hace perder la perspectiva del mundo real. Demasiado al bien propio y al mal ajeno va vaciando de afecto el caldero a rebosar de cansancio y desafecto.