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Los puntos sobre las íes

Recordman Sánchez

Es pionero en un sinfín de cuestiones, ninguna de ellas buena desde el punto de vista moral

Hubo un tiempo en el que la Presidencia del Gobierno la ocupaba gente honorable como Suárez, Calvo-Sotelo, Aznar, Rajoy e incluso un González que en perspectiva fue sustancialmente mejor de lo que calibrábamos en su momento. Sobre todo, si lo comparamos con su sucesor y con el sucesor de su sucesor al frente del PSOE. Prohombres que, con sus aciertos y sus fallos, gozaban del respeto colectivo. Pedro Sánchez dejará el poder muchísimo más pronto que tarde, dudo muy mucho que se coma el turrón en Moncloa, y lo hará con unos niveles de indignidad y desprestigio jamás conocidos. Al punto de que no podrá circular más por las calles españolas sin que le pongan a caer de un burro. Nadie hizo tanto daño en tan poco tiempo. Dejará una huella imborrable y lo digo literalmente porque no creo que el PP se atreva a ejecutar esa enmienda a la totalidad que merece su diabólica agenda legislativa. Lo que nadie medianamente ecuánime le podrá discutir es que ha batido todos los récords habidos y por haber. Es pionero en un sinfín de cuestiones, ninguna de ellas buena desde el punto de vista moral. Es, para empezar, el primer inquilino de Moncloa que convierte a los etarras en aliados, peor aún, en sus principales socios de gobernabilidad. Antes los combatían, ahora la primera magistratura del Estado se acuesta con ellos. Y que nadie me venga con esos bulos que en forma de coñas marineras nos trasladan desde Palacio: que si Bildu no es ETA, que si ETA dejó de matar hace 14 años, que si no sé qué, que si no sé cuantitos. El número 1 de Bildu es Arnaldo Otegi, secuestrador convicto, pistolero y capo di tutti capi cuando la banda asesinaba y secuestraba a troche y moche. Y el 2 es el malnacido de David Pla, último mandamás cuando aún pegaban tiros y ponían bombas. Suyo, y nada más que suyo, es otro hito vomitivo: el de haber dado el pésame a la familia de un etarra que se suicidó en prisión. Nuestro protagonista es también el primer presidente que ve cómo imputan a su mujer en el ejercicio del cargo. Esta plusmarca la ha superado con ganas: a Bego le atribuyen cuatro delitos. Es el precursor también de los presidentes con hermano imputado, tetraimputado en el caso de David Azagra. Goza igualmente del repugnante honor de ser el primero en ser felicitado oficialmente por los multiasesinos de Hamás. De igual manera es el único que ha plagiado su tesis –el pájaro apuntaba maneras desde jovencito–. Como podrán imaginar, es el que más ha volado en Falcon, esa enfermiza obsesión que le pagamos todos los españoles. Con dos pelotas, ha llegado a emplear el jet de la Fuerza Aérea para acudir a mítines del PSOE y a un concierto de rock. Una malversación de manual que en un país escandinavo le costaría penalmente muy cara y aquí le sale gratis. Tampoco nadie antes llegó a la Presidencia vía moción de censura ni tampoco sin ostentar la condición de diputado –ojito al dato–. Y en medio siglo de democracia a nadie se le había pasado por la cabeza gobernar sin ser el más votado. Se respetaba la tradición de que asume el encargo real quien más papeletas ha concitado en las urnas. También figurará en el Guinness como el único que ha sido sancionado por la Junta Electoral por hacer trampas en campaña. Y, sobra añadir, porque es plenita actualidad, que hasta ahora ningún primer ministro había tenido al fiscal general imputado. En fin, un auténtico campeón. Del mal, naturalmente.