Aunque moleste

Pida perdón, Sheinbaum

La nueva presidenta de México compra el relato anglo contra la Cristiandad y España

Claudia Sheinbaum toma hoy posesión de la presidencia de México, y no es previsible que vaya a pedir perdón ni al Rey ni a España por la extemporánea acusación a nuestro país de haber exterminado a los pueblos indígenas del antiguo territorio Anáhuac. Prueba de su mentira lo es el hecho de que hay hoy en México cinco veces más nativos originarios que en Estados Unidos (4 millones frente a 25, con una población muy superior en USA). Es más que conocido que los anglos masacraron, expoliaron y esclavizaron a los indígenas en sus colonias, igual que franceses y holandeses, las tres culturas piratas que han construido la falsa leyenda negra con el objetivo de tener ellos una mayor penetración en América latina. No les falta dinero. Las fundaciones masonas han invertido miles de millones de dólares en crear y empoderar al movimiento indígena contra España, algo que han conseguido en buena parte del continente. Pese a lo cual, a nivel de calle no existe tal aversión, salvo en contadas excepciones. Sheinbaum, lideresa comunista de raíz sefardí, haría bien en leer «Nada por lo que pedir perdón» (Espasa), del intelectual argentino Marcelo Gullo Omodeo, para entender que fue España la única excepción de la Humanidad en que los colonizadores no se comportaron como los bárbaros de Gran Bretaña, Holanda y Estados Unidos, que mataban a los indios sólo por el hecho de serlo. Ahora pretenden borrar su historial criminal comprando el pensamiento de los indígenas que sobrevivieron gracias a la cristiandad de la hispanidad. Cuenta Marcelo Gullo cómo la América anterior a 1492 se asemejaba más al infierno que a un paraíso. En las tierras que hoy ocupa México, la tiranía azteca de Moctezuma aterrorizaba a las poblaciones indígenas esclavizando a sus tribus, secuestrando bebés para matarlos en sacrificios humanos que duraban tres meses al año, tiempo en el que alrededor de 40.000 nativos eran asesinados, extraídos sus corazones, amputadas sus extremidades y cocinados sus cuerpos para alimentar a los guerreros caníbales. Hernán Cortés acabó con aquel terror sangriento gracias al ejército de cien mil indígenas que se levantaron contra la tiranía azteca. Después, los españoles se mezclaron con los indios, no los exterminaron como los anglos. Construyeron juntos el Virreinato de la Nueva España, haciendo de la ciudad de México la capital de la Hispanidad, la urbe más importante del imperio, más incluso que Madrid. Y los españoles, salvo excepciones, no se llevaron el oro, como la piratería inglesa y los saqueadores galos. El oro lo emplearon en construir universidades, catedrales, escuelas e infraestructuras que quedaron para la posteridad. Fueron las clases dirigentes del México independizado, los ascendientes de Obrador y Sheinbaum, quienes maltrataron a los indígenas y empobrecieron a un territorio que, cuando lo entregó España, ocupaba desde Costa Rica a California y Luisiana, mucho más grande que EE.UU. Hasta que esos ascendientes arruinaron el país, permitiendo que USA les arrebatara el 60 por ciento de lo heredado, oro de California incluido.

Luego el Rey no tiene ningún perdón que pedir. El perdón debe pedirlo Sheinbaum por comprar el relato anglo-francmasón contra la Cristiandad. Por invitar a sátrapas como Maduro, Putin y el cubano a su toma de posesión, y agredir innecesariamente a España.