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Tribuna
Otros veraneos: Isla Decepción
Por aquellos mares donde se juntan las aguas del Atlántico y el Pacífico, con frecuentes olas de 10 metros, ya pasaron en 1526 Francisco de Hoces a bordo del «San Lesmes» y lo haría Francis Drake cincuenta años después
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Porque hablamos del verano austral, que hoy sumamos a la serie de testimonios veraniegos de nuestros uniformados de Tierra Mar y Aire, esparcidos por medio mundo. Entre ellos, estos que lo pasan en la Antártida, concretamente en la Isla Decepción. Lo que se inició como «refugio militar» en 1988 se ha convertido en la actual base del Ejército de Tierra «Gabriel de Castilla». Con sensaciones de temperaturas medias de menos cinco grados, diez hombres y tres mujeres al mando del Teniente Coronel José Javier Moreno mantienen y mejoran las estructuras en apoyo de la comunidad científica, básicamente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
La selección del mando y de los componentes del destacamento es estricta. Este año 135 militares optaron a estos puestos. Su propio jefe, fue seleccionado, analizados sus 26 años en el Batallón de Cazadores de Montaña «Pirineos» y 3 como profesor en la propia Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (EMMOE) de Jaca. Para un montañero, tierra adentro, con experiencias en Bosnia, Afganistán, El Líbano y Mali, verse embarcarlo un 26 de diciembre en Punta Arenas en el buque «Sarmiento de Gamboa» del CSIC y celebrar una especial nochevieja en el Mar de Hoces o Paso de Drake, no deja de ser una entrañable experiencia. Por aquellos mares donde se juntan las aguas del Atlántico y el Pacífico, con frecuentes olas de 10 metros, ya pasaron en 1526 Francisco de Hoces a bordo del «San Lesmes» y lo haría Francis Drake cincuenta años después. De ahí su doble nombre.
Le pido que describa la isla de Decepción del grupo de las Shetland del Sur situado a 600 millas del Cabo de Hornos: «En forma de herradura o anillo abierto, constituye el borde de un enorme cráter de un volcán situado a 1.500 metros de profundidad invadido por las aguas del océano a través de un canal de acceso llamado y ‘‘Fuelles de Neptuno” por la intensidad de sus vientos». La segura rada interior –Puerto Foster– fue utilizada por submarinos alemanes en la Segunda Guerra Mundial y hoy utilizada por los cruceros turísticos. Habla de «un escenario grandioso y singular» (98,5 kilómetros cuadrados con alturas de 576 metros); «la nieve, precisamente por estar en verano y por las constantes emisiones geotérmicas no es permanente»; «la Isla está en constante movimiento y adaptación debido a cambios interiores». De ahí que se constituyese como Observatorio Vulcanológico. De hecho, en 1970 revivió una fuerte erupción que enterró parte de vestigios de presencia humana especialmente cazadores de focas y balleneros. No debe extrañar, por tanto, que su cementerio albergue restos de 38 noruegos, 3 suecos y solo 4 de otros tantos diferentes países. La base, está próxima a otra Argentina, con la que se sienten hermanados. Y aunque Decepción tenga un fuerte atractivo turístico (la Antártida atrajo en 2023-2024, 79.000 visitantes llegados en 77 cruceros autorizados) «hasta hoy solo han venido barcos científicos de Bulgaria, Ucrania y Turquía» dice Moreno. Aquí resalta que «el trabajo de la UTM (Unidad de Tecnología Marítima) del CSIC, es impresionante».
Y cuando me intereso por la vida de un contingente que, aun reducido, debe convivir y cumplir misiones, me habla de buenas comunicaciones con la familia (WIFI, VTC) resaltando con la experiencia de sus 12 trienios, lo que la Montaña le ha dejado marcado a fuego: «compañerismo; lealtad con el subordinado; toma de decisiones aislado, físicamente cansado, en condiciones meteorológicas adversas». Dice «tenerlo fácil allá abajo; que lo difícil fue seleccionar, porque había gente de mucha valía». Con apoyo del Mando de Ingenieros del Ejército, están trabajando en un nuevo módulo para reubicar el Laboratorio, cuando ya piensan en el fin de la misión a primeros de abril, en que regresarán vía Ushuaia y Buenos Aires.
A 20 millas de ellos, la otra base española «Juan Carlos I» instalada en la costa SE de la isla Livingston, forma parte del Programa Nacional de Recursos Naturales. Con un presupuesto de 18,5 millones de euros, sus instalaciones de 2.200 metros cuadrados, pueden albergar 51 científicos. Operan también solo en el verano austral, aunque registran datos todo el año.
Las dos bases fueron visitadas recientemente por la ministra Morant. Junto a los buques «Hespérides» y «Sarmiento de Gamboa» forman parte del Mapa Español de Infraestructuras Científicas y Tecnológicas (ICTS).
No sé si nuestra opinión pública, sometida a constantes vaivenes e incertidumbres políticas, es consciente del valor y sacrificio de científicos, tripulaciones y militares, que del mejor modo contribuyen a reforzar el papel de España en el mundo científico, el que debe prevenirnos de corrientes marinas, ciclones, riadas o erupciones, como las que periódicamente sufrimos. Porque en la Antártida se encuentran las claves de posibles desastres naturales. Vital, estudiarlos.
Luis Alejandre Sinteses general (r).
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