Tribuna
Entre mito, historia y memoria: fragmentos del mundo clásico
Leer sobre los antiguos, siquiera en apresuradas antologías numeradas como la que les propongo, es siempre una buena inversión en el paradójico binomio «actualidad de lo clásico»
La relación entre mito e historia, o, dicho de otra manera, entre la leyenda y los hechos verificables con pretensiones científicas, ha sido siempre controvertida: de suerte que casi cabría hablar de una historia mítica paralela a la gran historiografía. Es la historia de las leyendas, los rumores, los hábiles relatos de la propaganda que han jalonado las apasionantes peripecias de los pueblos. La historia nace en la Antigüedad con la figura clave de Heródoto –el inventor del género historiográfico, que escribe reuniendo informaciones de diversas fuentes para evitar que los hechos significativos caigan en el olvido– y con su sucesor Tucídides –el verdadero creador de un método histórico-crítico, que separa las causas aparentes y las profundas, e investiga la motivación y fiabilidad de las fuentes–, como es bien sabido. Pero en el proceso de narrar la historia también entra en juego la memoria colectiva, que en ocasiones prefiere recordar el rasgo pintoresco, la anécdota, la leyenda o el dato colorido: la percepción de los hechos cambia en la subjetividad del que los narra oralmente, del que los consigna por escrito o del que los recuerda tras haberlos experimentado.
La gran Historia con mayúscula, con su pretensión de registro memorable de los hechos más importantes, convive en su relato, presidido por el logos, con ciertas historias con minúscula, pero no por ello menos importantes, relatos menores, anécdotas, opiniones y cuentos que rozan de cerca el discurso y el pensamiento en torno al mythos. Y es que lo mítico puede ser la más poderosa herramienta para la narrativa y, a la par, una interesante arma de propaganda política. Por eso la historia está plena de profecías, orígenes legendarios, hallazgos oportunos e interesados de tumbas, tesoros perdidos o manuscritos reencontrados que aparecen en un momento clave para la etnogénesis, la secesión, los cambios de dinastía, las transformaciones económicas y sociales, o la legitimación del poder.
Gran parte de lo que hemos recibido del mundo antiguo sigue precisamente esta conjunción de elementos legendarios y detalles anecdóticos que la tradición recoge. Por ello, procede evocar aquí también la incidencia de esta pequeña historia en la reminiscencia colectiva, en una suerte de memoria cultural, como ha señalado Jan Assmann. Tal es la manera en la que, en suma, hemos recibido las historias de griegos y romanos, en esa suerte de educación sentimental que es la tradición del mundo clásico, con su anecdotario lleno de destellos memorables.
Estas líneas anteriores de introducción recogen el «incipit» y la motivación primera que ha guiado mis pasos –para la que soy deudor de las digresiones de Heródoto, pero también del detallismo un tanto impresionista de las «Vidas paralelas» de Plutarco– de cara a una nueva publicación. Se trata del libro «100 fragmentos del mundo clásico: del mito a la historia», que verá la luz el próximo mes de octubre gracias a los buenos oficios de la editorial Ariel. En él, aúno 55 mitos de la historia, 4 septenarios míticos y 17 miradas contemporáneas al mundo clásico, para las que he seguido esta sutil línea entre mitos, historia y memoria que marcan Heródoto y Plutarco. No es tan fácil siempre trazar esa frontera y este pequeño libro, compuesto de una serie de miniaturas, pretende transitar por ella. Al reunir las teselas sueltas del mosaico, no me importa tanto que una anécdota sea histórica o no si puede desvelarnos algo de la mentalidad de un personaje o de una época que el frío dato positivista omite y, sobre todo, por lo que nos dice de la manera en que hemos recibido y rememorado la Antigüedad en la posteridad. Pues la historia es hija de la memoria, también en la mitología, como Clío lo es de Mnemosine, a la sazón madre de todas las Musas.
Para concluir, con un tono acaso más evocador, se pueden releer la historia y el mito clásicos para extraer lecciones de larga vigencia. No es difícil ejemplificar continuamente la actualidad de los mitos clásicos y la historia antigua como marco de narrativa, pensamiento y comprensión global para el individuo y el colectivo aún en nuestro tiempo. Leer sobre los antiguos, siquiera en apresuradas antologías numeradas como la que les propongo, es siempre una buena inversión en el paradójico binomio «actualidad de lo clásico». Pienso en lo mucho que les gustaban a los propios antiguos estos elencos, a los que se dedicaron con fruición los eruditos de la biblioteca y el museo de Alejandría –los nueve líricos y oradores, los siete sabios, los tres trágicos e historiadores…–, entre el afán de realizar un «ranking» literario y canónico, a la par que un divertimento académico. Valga este intento mío (que presentaré el próximo 19 de noviembre en la librería La Central del Reina Sofía) como pequeño homenaje personal a estas antiguas listas numéricas de los sabios helenísticos –en una cifra completa que, esta vez, suma el centenar exacto–, recopiladas de varias fuentes y que se han realizado siempre pensando en resultar atractivas para la lectura ocasional. Mito e historia, memoria y crónica, detalle y cuadro general.