Quisicosas
La miss
Si la coronan Miss del Universo entero triunfarán con ella el valor, la capacidad de sobrevivir y la tenacidad
La cintura de Michelle Jiménez mide 58 centímetros y ella camina con garbo sobre 16 centímetros de tacón. Dieciséis centímetros, avezado lector, miden (de alto) un paquete de café o un bote de garbanzos, de los de cristal. Intente usted apoyar el talón sobre cualquiera de ellos, por favor. Las mises son aves que mezclan la gracilidad del látigo, el brillo de los fuegos artificiales y la delicadeza de un huevo de Fabergé. No todos los días se conoce una miss, así que me quedé adherida a los dientes fluorescentes de Michelle Jiménez y a sus pestañas de abanico, que se enredaban con el flequillo. A sus 21 años, esta mulata deslumbrante es nuestra candidata a Miss Universo el próximo 16 de noviembre en Ciudad de México, donde bellas de 130 procedencias se baten por el título.
Hay quien se ha molestado porque Michelle es negra, hija de ecuatoriana y dominicano, pero es porque no han visto su imagen de arco iris. El Caribe da unos brotes mestizos imposibles de imitar en endogamia. Decía Carlos Cano que «La Habana es Cádiz con más negritos; Cádiz, La Habana con más salero» y Michelle Jiménez es Barcelona –donde se crio– y La Española, todo en uno.
El lugar común consagra a la miss como una iletrada medio lela, obsesionada por la morrena de la vida, el rímel, los corsés y esas cosas. Por eso me sorprendió esta zagala en el estudio, con una historia que conmovía y una capacidad de narrarlo que ya quisiera un cronista de Indias. Es la mayor de nueve hermanos, de un hogar de espinas, del que salió con doce para pasar los seis siguientes en un hogar de menores y da las gracias muy alto, por el orden, el cariño y la posibilidad de estudiar (ha hecho Administración de Empresas). Su cuento no es el del patito feo, siempre fue cisne, pero no se volvió loca por ello. Cuando se presentó al concurso de belleza en Cataluña quedó finalista, así que las Baleares la han enarbolado como bandera, aunque el boceto de su vestido en la final es una lluvia inmensa de rosas rojas que perfila un traje de flamenca, que supongo es más universal que el «vestit de pagés», con jubón, faldones, enaguas, corpiño y el «rebosillo» con forma de campana, que cubre la cabeza y el busto, de manera que los señores jueces no podrían establecer ni la vertiginosa longitud de las piernas de Michelle ni el ala negra de su cabello.
Bonita historia la que nos lleva este año al certamen. Si la coronan Miss del Universo entero triunfarán con ella el valor, la capacidad de sobrevivir y la tenacidad.