El bisturí
Mazón, caza menor: la pieza real a batir es Ayuso
Sumen más de 400.000 empleados públicos a los pacientes que ya acuden a los centros de salud y hospitales de la Comunidad de Madrid
Puestos a imaginar, imaginemos. Imaginemos por ejemplo, que el Gobierno aprovecha la polvareda provocada por la DANA en Valencia para lanzar de forma sibilina una carga de profundidad contra Madrid con ánimo de que pase todo lo desapercibida posible. Tal vez resulte muy maquiavélico de imaginar, puede ser, pero no sería la primera vez que en medio de una desgracia Moncloa enfoca el tiro hacia la comunidad que gobierna con mano de hierro Isabel Díaz Ayuso, la piedra en el zapato de Pedro Sánchez, el verdadero objeto a batir, que nadie lo olvide. Mucho más, desde luego, que Carlos Mazón, al que los fontaneros de Ferraz consideran caza menor. Sucedió en la pandemia con toda la corte política y mediática del presidente apuntando a la capital por las muertes de la covid, bramando contra la alta letalidad de la región cuando la que mayor tasa registraba era Castilla-La Mancha, mintiendo con lo sucedido en las residencias, y retorciendo las normas para que los madrileños, estado de alarma ad hoc mediante, estuvieran más tiempo encerrados y creyeran que la culpa era de su presidenta, como si fueran tontos. En este alarde onírico, más propio incluso de una pesadilla que de un sueño, el foco estaría puesto ahora en los servicios públicos. Puestos a imaginar, imaginemos que lo que se pretende trasladar a la opinión pública es que Díaz Ayuso y su gobierno neoliberal los degrada, aunque esta falacia no haya cundido nunca en el electorado pese al esfuerzo denodado por lograr lo contrario de asociaciones en defensa de lo público, actores de la ceja y otras organizaciones apasionadas de las subvenciones. En esta ensoñación, lo idóneo, lo más efectivo para recuperar el voto perdido es golpear allá donde más duele: los transportes públicos y, desde luego, la Sanidad. De los primeros ya se ha dicho todo. La idea es intentar hacer ver que la culpa de su mal funcionamiento es de Madrid, no del Ejecutivo, algo totalmente falso. De lo segundo, la meta es lograr por la vía de los hechos que la propaganda encuentre un reflejo real en la vida cotidiana. Como los datos oficiales contradicen a los arietes de Díaz Ayuso, conviene engordarlos con un empujoncito. En esta fantasía entran en juego Muface y el ataque pergeñado por PSOE y Sumar contra la Sanidad privada, por la vía de la reforma fiscal. Imaginemos, por ejemplo, y no es mucho imaginar, qué pasaría si los funcionarios de la mutualidad que residen en Madrid se ven obligados a acudir a la pública si el concurso queda finalmente desierto. Sumen más de 400.000 empleados públicos a los pacientes que ya acuden a los centros de salud y hospitales de la comunidad. ¿Se dispararían las listas de espera? Desde luego. Imaginen también, aunque esto ya es mucho imaginar, que los propósitos de izquierda y ultraizquierda con los seguros privados prosperan. En Madrid, alrededor de 2,8 millones de ciudadanos cuentan con uno de ellos. ¿Qué sucedería si renuncian a ellos por el encarecimiento subsiguiente de los mismos y buscan atención sanitaria en los centros de titularidad pública? Pues que se produciría el colapso que en sus ensoñaciones quieren ver ahora los eternos opositores de PSOE, Sumar y Más Madrid, en la comunidad. Este sueño, que parece más bien una pesadilla, puede afortunadamente desvanecerse, pues Junts no quiere que a Cataluña, con 2,7 millones de asegurados, le ocurra otro tanto. Salvo que en esa comunidad se produzcan excepciones. Cosas más raras se han visto.