V de Viernes
Limpiar los cauces de los ríos
Los agricultores denuncian negligencia en la tarea de desescombrar de cañas y maleza las zonas por las que discurren las avenidas de agua
Reaparece estos días la polémica sobre si conviene construir presas y azudes en los ríos o mejor eliminarlos. El ecologismo y la vicepresidente Ribera han promovido lo segundo, contra el criterio de ingenieros y técnicos que consideran que una buena política en materia de embalses garantiza no sólo el abastecimiento de agua a la población en periodos de sequía, sino también una mejor regulación de los cauces en los casos de gota fría. Sólo en 2021, se destruyeron 108 de las presas y azudes construidos por diferentes gobiernos, desde la época de Franco. Sólo España destruyó casi la mitad de los 239 pantanos desmantelados en la UE en el mismo periódico, siendo líderes absolutos en lo que a derribar “obstáculos” se refiere, dudosa corona de la que Sánchez y Ribera hacen gala pese a la oposición de agricultores, gobiernos locales y poblaciones rurales. Decía jactancioso el comisario de aguas de la Confederación Hidrográfica del Duero, Ignacio Rodríguez, que “somos personas a las que nos gustan los ríos, y no los cacharros, y lo tenemos todo lleno de cacharros”. Llama “cacharros” a presas como la de Valdecaballeros y Castilblanco, en la provincia de Badajoz, en la lista de construcciones a derribar, pese a la oposición no sólo de los pobladores, agricultores y municipios, sino hasta de la Junta de Extremadura. Cacharros son también los azudes, en la teoría de que apenas sirven para formar pozas que luego liberan olas. No es verdad. ¿Qué es un Azud? Es un tipo de construcción árabe realizada con objeto de elevar el nivel del agua de un arroyo o río con el fin de derivar parte del caudal a las acequias cercanas y así facilitar el riego de los cultivos de la zona. El azud retiene el agua para llevarla a otros lugares y evitar que aumente el cauce del rio. Por tanto, los azudes vienen bien en los casos de acumulación o exceso de agua. Destruirlos, como se está haciendo, favorece que los arroyaderos sean mayores y destructivos, sobre todo si no se limpian de cañas y maleza, que es la acusación que los agricultores hacen al Ministerio de Transición Ecológica.
También es polémica estos tristes días el hecho del desembalse de tres de las presas del sur de la provincia valenciana, en concreto las de Forata, Buseo y Loriguilla. Hubo que abrir las compuertas puesto que se iban a desbordar con motivo de la cantidad de agua caída. De no hacerlo hubiera sido peor. De lo que se quejan algunos alcaldes es de que “nadie nos avisó” de que se iba a desembalsar. Evidentemente, el desembalse aumentó el caudal de los ríos, provocando olas que inundaron tierras y poblaciones. Alguien debió comunicar tal hecho a los alcaldes para alertar a la población y evacuar a los vecinos. No se hizo y eso también agravó las consecuencias, si bien es cierto que no todas las presas caían sobre los barrancos del Poyo y Picaña, que provocaron los principales desastres.
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