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Las correcciones

El gambito de Macron es el sueño de Putin

El presidente quiere vacunar al país contra la extrema derecha pero la jugada le puede salir muy mal

En estos años en los que vivimos peligrosamente unas elecciones dan paso a las siguientes y se encadenan de forma simultánea sin un aparente final. Las europeas explotaron durante la misma noche electoral en las legislativas francesas. El presidente Emmanuel Macron anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones anticipadas para el 30 de junio y el 7 de julio. La segunda vuelta se celebrará tres días después de las generales en Reino Unido. Lo dicho, una y otra.

¿Por qué Macron decidió romper la baraja? El anuncio supuso un shock para la política y la ciudadanía francesa, pero, en realidad, si miramos atrás detenidamente, podemos ver que la amenaza de las urnas ha sido una constante desde que La República en Marcha perdiese la mayoría en la Asamblea Nacional tras las elecciones parlamentarias de 2022.

Macron, además, tiene una carencia por el riesgo heredada de su etapa de banquero. Entre 2008 y 2012, antes de entrar en política como asesor y ministro de Economía de François Hollande, Macron trabajó para Rothschild. Destacó rápidamente en la banca de inversión. Dicen, quienes le acompañaron en esos años, que su principal habilidad no consistía en hacer números, sino en llegar a los clientes potenciales, seduciéndoles con su encanto, su agudeza mental, su afición por la literatura filosófica y sus dotes musicales. No en vano le pusieron el apodo del «Mozart de las finanzas». A sus ministros y asesores suele repetirles una frase: «Il faut prende le risque» (hay que tomar riesgos) cuando toca tomar decisiones.

Además, el adelanto electoral entronca con el más tradicional espíritu gaullista. El propio general Charles de Gaulle, artífice de la V República, presentó en 1969 su dimisión como presidente cuando vio que no podía gobernar. Emmanuel Macron, sin embargo, asegura que no piensa dimitir «sea cual sea el resultado». Y el juego le puede salir ciertamente mal. Es difícil que los franceses vayan a cambiar de opinión en 20 días. Es muy posible que las elecciones conduzcan a una «cohabitación» sin precedentes por la radicalidad de los planteamientos de Le Pen que desafían el carácter republicano. La última vez que hubo en Francia un jefe del Estado y del Gobierno de distinto signo fue en 1997 con el conservador Jaques Chirac (presidente) y el socialista Lionel Jospin (primer ministro). Si a Macron se le asignara un primer ministro de la RN, él seguiría dirigiendo los asuntos internacionales y actuaría como jefe de las Fuerzas Armadas, pero la política doméstica quería en manos de Le Pen o de su lugarteniente Jordan Bardella, de 28 años, alter ego del primer ministro Gabriel Attal, de 35 años.

Otra lectura que deja el adelanto electoral, más maquiavélica, apuntaría a que Macron prefiere que la extrema derecha de Le Pen toque poder mientras que él siga al frente de la nación, a la espera de que los ciudadanos se den cuenta de que no hay soluciones fáciles a los problemas estructurales que arrastra Francia. El juego del desgaste. De esta forma trataría de vacunar al país contra RN de cara a las presidenciales de 2027 en la que Le Pen parte como favorita. No obstante, la apuesta puede terminar con la ambición rubia en el Elíseo. Putin se sigue frotando los ojos sin terminarse de creer el gambito de Macron.