Editorial

Un «escudo social» de hojalata contra la dana

Son nuestras víctimas y no se puede explotar la desgracia ni la desesperación. Esto no es un escudo social, es una coartada

Si este gobierno fuera un recién llegado, que tuviera que afrontar una emergencia nacional cualquiera que requiriera de una respuesta excepcional como la que solo puede ofrecer un estado en plenitud, sin duda toda su denodada retórica sobre cómo se plantea paliar tanto estrago merecería nuestro voto de confianza acompañado del beneficio de la duda. El sanchismo no cumple la premisa fundamental para que nos mostremos receptivos y crédulos con toda la panoplia de ayudas económicas a la recuperación de los damnificados por la dana. Ha acumulado precedentes y decepciones en ya demasiadas coyunturas críticas que han sacudido al país en estos seis años con la izquierda en el poder. Y tenemos que lamentar que Sánchez y todos los suyos hayan hecho bueno el refrán de que una cosa es predicar y otra dar trigo. Se han acumulado tantos testimonios de cargo contra esta administración fallida ante la adversidad que, en su caso, y por seguir con la sabiduría del proverbio, resulta inobjetable que del dicho al hecho nos topamos con gran trecho. Interrogar o interesarse por el grado de ejecución de las promesas al aire de este Ejecutivo en episodios extremos y dramáticos como la pandemia, el volcán de La Palma o el gran temporal de la Filomena se convierte en una desconsolada crónica que cataloga su insolvencia. No existe casualidad e infortunio posibles cuando se amontona tanto compromiso extraviado, tanto litigio en los juzgados y tanta palabra tramposa tragada por el sumidero de la propaganda y el artificio. En muchos casos, demasiados, bastaría con escuchar a las víctimas que han confiado en la grandilocuencia de los discursos solemnes del presidente para cerciorarnos de la verdad angustiosa. Hablamos, por tanto, de un patrón de incapacidad e impostura que se nos plantea de nuevo ahora en la peor catástrofe natural de este siglo. Publicamos hoy un minucioso y revelador informe sobre el plan de ayudas para los afectados por la dana que ha enarbolado el jefe del Gobierno desde el atril de Moncloa con una puesta en escena que reproduce paso a paso, gesto a gesto, las que protagonizó en emergencias anteriores. Los 14.365 millones puestos encima de la mesa parecen a priori una partida no menor, pero en el detalle, en la letra pequeña, en esa opacidad tan intencionada de Sánchez, se encuentran el amaño y la malicia. Por resumir, la mayor parte de los fondos no proviene del Estado, oculta cuáles son ayudas directas o indirectas y el grueso de la asistencia son créditos que habrá que devolver, al igual que las moratorias. En un contexto de recursos extraordinarios en las arcas públicas, con récord de recaudación, tras una hecatombe destructora, el presidente, además de arrogarse esfuerzos ajenos, responde con una protección cicatera e insuficiente que abochorna. El Estado tiene los medios para asistir a los damnificados como merecen y precisan. La desatención, el enredo y la trapacería son timbres del sanchismo. Son nuestras víctimas y no se puede explotar la desgracia ni la desesperación. Esto no es un escudo social, es una coartada.