Sin Perdón

Los cordones sanitarios de la izquierda

«El PP no debería tener ningún complejo, porque no ofende quien quiere sino quien puede»

Es curioso comprobar que la izquierda mediática no propone cordones sanitarios contra el comunismo, los antisistema, el independentismo o los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA. En cambio, promueven con cansina insistencia que se tiene que aislar a lo que denominan ultraderecha en todos los países donde existan este tipo de organizaciones. El objetivo es muy sencillo, porque se trata de impedir que el centro derecha pueda gobernar. No tendría otra opción que conseguir una difícil mayoría absoluta. En cambio, Sánchez no tiene ninguna limitación, ya que los periodistas y los medios de izquierdas, que son mayoritarios, han comprado sus tesis. Por ello, no hay que pedirle que establezca un cordón sanitario para esas formaciones que quieren acabar con España y destruir la Constitución. No es nada nuevo, porque es la estrategia que impulsó la Unión Soviética en el periodo de entreguerras con los frentes populares. No les importó, incluso, acudir a pucherazos electorales cuando el resultado no les convenía. No les parecía mal una atroz dictadura comunista que extendía la inestabilidad, los crímenes y el terrorismo por el mundo.

La versión actual pasa por estigmatizar a los partidos y las personas acusándolos de homófobos, racistas y machistas. Las palabras fascistas y nazis se utilizan para descalificar a los rivales. En unos casos muestra la ignorancia absoluta de quienes dicen o escriben estas cosas y en otros no es más que una consciente estrategia de desinformación. No tengo ninguna afinidad con esa derecha y algunas cosas me parecen excéntricas, pero no han cometido ningún delito. Las acusaciones que reciben son falsas, pero si fueran ciertas cabe recordar que son delitos graves que están tipificados en el Código Penal. Otra cuestión es que mantienen posiciones distintas en materias que la izquierda radical y populista defiende, aunque sin éxito, para imponer su proyecto de ingeniería social. Esos políticos y periodistas se erigen en los sumos sacerdotes de esta religión pijo progre de una visión sesgada, fanática y excluyente de los derechos y las libertades. El PP no debería tener ningún complejo, porque no ofende quien quiere sino quien puede. Es cierto, también, que el sorayismo es un mal que afecta a algunos dirigentes del PP que necesitan que la izquierda les pase la mano por el lomo. Se equivocan.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)