![Predicción semanal: primeros días borrascas atlánticas.](https://fotografias.larazon.es/clipping/cmsimages02/2025/02/10/E73B0F05-200E-43C5-8464-AB2EE4528944/prediccion-semanal-primeros-dias-borrascas-atlanticas_66.jpg?crop=268,268,x105,y0&width=150&height=150&optimize=low&format=webply)
Análisis
Predicadores laicos
Lo que vi en los Goya encaja perfectamente dentro de los campos semánticos de varias de las palabras que ahora están tan de moda para analizarlo todo, como polarización, populismo o victimismo
![AMP.- Goya.- Sánchez sobre Karla Sofía Gascón: "Hay que permanecer firmes en el respeto, la tolerancia y la diversidad"](https://fotografias.larazon.es/clipping/cmsimages01/2025/02/08/C9B903C8-17B4-4E85-87B6-953653CBCE8A/98.jpg?crop=1920,1080,x0,y100&width=1900&height=1069&optimize=low&format=webply)
Hace años que dejé de seguir por televisión la ceremonia de los Goya porque era un latazo aburridísimo, larguísimo y lleno de discursos insufribles. Un espectáculo solo apto para los muy cafeteros. Sin embargo, esta edición –por razones estrictamente personales– me apeteció volver a enchufarme un sábado ante la tele y tragarme toda la ceremonia. No abrigaba esperanzas de que la cosa hubiera cambiado mucho, dado que la profesión sigue siendo la misma, tanto en sus cosas positivas como en sus lamentables pamplinas negativas. Pero tenía ganas de ver cuáles eran los pequeños detalles que han ido variando con el signo de los tiempos.
El fundamento de todo el asunto no me cabía duda que seguiría siendo la misma sórdida ceremonia de adoración mutua que empezó a dar sus primeros pasos cuando yo era joven. Tampoco es algo que me parezca mal, porque si al cine español no lo adora nadie, lo mejor que puede hacer es adorarse a sí mismo. Otra cosa es que haya de venir de gusto siempre presenciar ese ejercicio de masaje colectivo más o menos torpe.
Lo que sí se comprueba ya como tradición obligatoria es que todos los que se suben al escenario empalman uno tras otro un conjunto de sermones. Uno se pregunta: ¿por qué sienten la necesidad los actores, directores y guionistas de convertirse en sociólogos amateurs en cuanto se visten de etiqueta? Todos parecen empeñados en usar el análisis sociológico para demostrarnos que son bondadosos. Conociendo la vida como la conocemos, nos van a permitir que desconfiemos. Algún hijoputa habrá, digo yo. Si tuviéramos además que hacer caso a esos discursos de los actores y los responsables de las películas, todas aquellas que se presentan serían proyectos valientes y necesarios sin ninguna excepción. En conjunto, hechas las cuentas de los datos, la valentía del gremio debe superar con mucho a las de los batallones de fuerzas especiales y las brigadas de caballería de todas las trincheras de la Historia; además de ser, por supuesto, absolutamente imprescindibles para que nuestra sociedad nacional conserve la cordura y no se olvide de cómo leer y escribir. Es como si creyeran que, sin su presencia, el público sucumbiría sin saberlo ante los terribles engranajes más trituradores de la sociedad. Es chocante que un colectivo que quiere y se preocupa tanto del ser humano, confíe tan poco en su capacidad de reacción y creación de instituciones.
De cualquier modo, seamos comprensivos con nuestros profesionales cinematográficos y detallemos al espectador profano lo que sucede de puertas adentro en los Goya. Eso puede servir para entender y explicar los extravagantes comportamientos de nuestra gente del cine.
Piense el público que a todos los nominados se les convoca cuatro horas antes y se les dispone una barra libre para tenerlos alimentados y entretenidos hasta que empiece la ceremonia. Vencer la tortura de estar en una barra libre varias horas procurando no beber –para no correr el riesgo de terminar entrando a cuatro patas al patio de butacas cuando toque– es una hazaña que, para culminarla sin esfuerzo, uno tendría que ser por lo menos un abstemio furibundo y descerebrado. Añadamos que, dada la precariedad y volubilidad del mercado laboral cinematográfico, la posibilidad de ponerte un vestidazo por una noche (en un horizonte que amenaza con obligarte a vivir mañana en la caseta del perro) es una tentación tan formidable que hace superar la natural repugnancia de compartir la noche con autoridades.
A la vista del espectáculo, uno podría tener la tentación de llegar a la conclusión de que cultura es simplemente afectación. Y de que el futuro del cine español será buenista o no será. El ejemplo más emblemático está en Karla Sofía Gascón, de la que nadie de la profesión ha tenido a bien aclararme si interpreta bien o mal, quizá porque estaban demasiado ocupados debatiendo los más diversos aspectos de su ideología psíquica o su sexualidad física. Ni siquiera el presidente del Gobierno (que llegó con una sonrisa dentífrica horriblemente tensa, muy en línea de la ocasión) fue capaz de pronunciarse al respecto. Todo eso le lleva a uno a sospechar que, en este país, a los actores se les asignan los premios no por sus buenas o malas actuaciones o por el desempeño de su oficio, sino por hacer cosas bien vistas como casarse con una española, reivindicar a los oprimidos o no ser racistas. O sea que, más que premios por actuar bien, son premios por ser buenos.
Al final, quise ver la ceremonia entera y me tuve que ir a dormir cerca de las dos de la madrugada. Lo curioso es que me di cuenta de que todo lo presenciado encajaba perfectamente dentro de los campos semánticos de varias de las palabras que ahora están tan de moda para analizarlo todo. Me refiero a palabras como narcisismo, polarización, populismo, victimismo, etc. Pero parece que nadie tiene ganas de aplicárselas al cine español.
No deja de ser un tabú. Supongo que porque todos le tenemos cariño y nos apetece que perviva esa facción autóctona del séptimo arte. Incluso aunque, a veces, por falta de dinero y de talento, sea panfletario o muy malo.
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