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¿Quién contamina el Mar Menor?

Invertir en depuradoras no tiene el mismo rendimiento electoral que hacerlo en parques, polideportivos o carreteras

Cuando se aborda el problema de la contaminación del Mar Menor, la mayor albufera de agua salada de Europa, todas las miradas apuntan a la agricultura y a sus previsibles excesos en cuanto a desechos de nitratos, que estarían convirtiendo a este espacio protegido en un mundo eutrofizado por exceso de nutrientes, que impiden el paso de la luz al interior marino, dificultando la vida animal. Es cierto que la tarea agrícola en el campo de Cartagena es enorme, pues no en vano se considera la «huerta de Europa». Pero también lo es que los agricultores murcianos son hoy los más meticulosos en cuanto a métodos, aprovechamiento del agua y fertirrigación.

De hecho, cuando la UE ha intervenido en la crisis, su conclusión es que se está produciendo una considerable mejora en lo que se refiere a la presencia de nitratos agrícolas. El Campo de Cartagena es ciertamente una de las zonas de España que menos fertilizantes permite por cultivo. Frente a los 175 kilos por hectárea y año de la Comunidad Valenciana y los 200 de Andalucía, en Murcia la cantidad no llega a los 50 kilos anuales.

La deducción de que son los vertidos de nitratos los responsables del ecocidio se caen por su peso, pues los análisis de agua muestran que la presencia de vestigios fertilizantes es residual. ¿Cuál es el problema entonces? ¿Por qué motivo aparecen miles de peces muertos de cuando en cuando? Además de los nitratos, hay factores añadidos. El primero, las minas residuales a cielo abierto de La Unión. Su impacto visual es enorme, pero lo es aún más el impacto ambiental de los lodos estériles y residuos de metales, cuyas consecuencias son evidentes al contacto con cualquier vida animal.

El otro problema es el de los vertidos de fosfatos, gases, materia orgánica, E.coli, amonio y nitritos urbanos consecuencia de la deficiente depuración de las aguas residuales. Cualquiera que visite el espacio protegido puede ver las numerosas tuberías con bocas de salida de vertidos e incluso, en algunos puntos, piedras por las que discurren los efluentes cubiertas por algas.

La deficiente depuración es un problema grave en España en general. Los políticos lo saben pero prefieren mirar para otro lado. Invertir en depuradoras no tiene el mismo rendimiento electoral que hacerlo en carreteras. De modo que cuando se prioriza el gasto siempre se va a la mayor de las obras que se ven, y no a aquellas que producen menor rédito. No es un asunto que afecte solo a un determinado partido, sino que afecta a todos. Por eso cuando se suscita el tema miran para otro lado. Pero ahí está una de las claves del problema.