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Truss es partidaria de hacer más grande el pastel en vez de discutir cómo se reparte

Liz Truss ha dicho que no va a cambiar el papel de oro de las paredes del Número 11 que reformaron los Johnsons a su llegada a Downing Street. Desde los gobiernos de Tony Blair, los primeros ministros se instalan en el apartamento de cuatro habitaciones del Número 11 en vez del tradicional Número 10 que sólo tiene tres estancias. El papel bling-bling de 840 libras el rollo se convirtió en el símbolo de uno de los primeros escándalos (Wallpapergate) que se sucedieron sin parar durante los dos años de Johnson en el poder. La reforma firmada por Soane Britain, la empresa dirigida por la interiorista Lulu Lytle, costó más de 200.000 libras. No los pagaron los contribuyentes británicos ni tampoco los Johnson. Lo hizo Lord David Brownlow con una donación al Partido Conservador que no se declaró y que Hacienda obligó al primer ministro a devolver. Carrie Symonds (ahora Johnson) al parecer no podía soportar la decoración funcional heredada de Theresa May, «una pesadilla de muebles de John Lewis», decía a sus amigos. Bo-Jo quiso contentar a su Antonieta y pagó el precio.

La nueva primera ministra cuenta con un presupuesto de 30.000 libras anuales para redecorar su residencia, pero no los va a utilizar. «No voy a tener tiempo para pensar en el papel del Número 11 porque solo tengo dos años hasta las próximas elecciones generales». Truss ha asumido el poder en una de las circunstancias más adversas para un primer ministro en tiempos de paz con los precios de la energía en máximos históricos y una inflación imparable. Roberto Shrimsley escribía en «Financial Times» que la nueva «premier» tendrá que ser genial para ser buena. La congelación de los precios de la energía no es una política ideal para un primer ministro conservador, pero es posible que no haya otras alternativas teniendo en cuenta la magnitud del problema al que se enfrentan los hogares británicos a partir de octubre. Truss ha rechazado financiar el paquete de 150.000 millones de libras para los próximos dos años (170.000 millones de euros) con un impuesto a los «beneficios caídos del cielo de las eléctricas». En su debut en la Cámara de los Comunes logró el aplauso de su bancada cuando reprocho al jefe de la oposición, Sir Keir Starmer, que «no hay nada nuevo en que el Partido Laborista quiera subir los impuestos» para solucionar los problemas. Tanto ella como su «chancellor», Kwasi Kwarteng, comparten una visión pro crecimiento a través de una mayor desregulación que elimine los cuellos de botella burocráticos y atraiga una inversión empresarial. Tienen una visión thatchetariana que consiste en cocinar una tarta más grande en vez de estar discutiendo sobre cómo se reparten las porciones.

Este programa masivo no está exento de riesgos, pero con una recesión a las puertas quién no está de acuerdo con un enfoque económico que priorice el crecimiento a parte de los Corbyn y los Iglesias. Truss tiene que calibrar bien el aumento de la deuda pública para que los mercados financieros no se vuelvan en contra de Reino Unido. La libra alcanzó el miércoles su nivel más bajo respecto al dólar desde 1985, eso significa que los mercados financieros creen que Europa (incluida Reino Unido) será quien se lleve la peor parte de la crisis energética. Bajar impuestos está muy bien, siempre que se mantenga el déficit controlado.