Cultura
Voy a pasármelo bien
«Al final, la nostalgia, bien usada, es el instante de impulso que nos devuelve a lo que somos»
Supongo que las noches de insomnio dan para mucho. Digo supongo porque tengo la costumbre de cumplir disciplinadamente con todas mis horas de sueño. Lo hago por estricta necesidad, no crean, y confesando mi absoluta admiración por quienes duermen poco y rinden mucho. Así que la madrugada de principios de agosto que me desvelé sin remedio me cogió totalmente desprevenida. Después de una vuelta en la cama, y otra, y otra, y alguna más, decidí acabar con semejante tiovivo y buscar algo que hacer. Apurar esas horas de silencio y calma nocturna se reveló como el paraíso del momento robado al día (perdónenme, por favor, los sufrientes y forzosos insomnes), pocos placeres como adelantar unas horas la lectura matinal de los periódicos, como ganándole un ratito al tiempo. Y, en esas, sumergida en el picoteo informativo, me encontré en las páginas de este diario con una entrevista a David Summers de Rebeca Argudo. Entre brillantes anduvo el juego.
Aquella conversación, que constataba el valor de las palabras para manejarse en esto de la vida y que certificaba la libertad de épocas anteriores, menos frenadas con la autocensura, precipitó que la improvisada vigilia empezara a comportarse como una máquina del tiempo, que se movía adelante y atrás, que igual avanzaba que retrocedía. Tomando el cariz de un paseo por otros veranos. Recordé mis vinilos, tan cotidianos y tan poco «vintage» entonces, (¿dónde estarán guardados?, por cierto), me reí con la niña que se desgañitaba «entre vísceras y sangre» en la función de fin de curso (así de poco correcta para dictados «woke» y cancelaciones contemporáneas), discutí con la preadolescente que se arreglaba coqueta, cual «chica cocodrilo», para ver «Suéltate el pelo» y negocié con la mujer que se pregunta qué sobrino se apuntará esta semana al estreno de «Voy a pasármelo bien» o en cuál de los próximos conciertos de Hombres G embarcará a su marido. Que, al final, la nostalgia, bien usada, es el instante de impulso que nos devuelve a lo que somos y el chute de energía que nos proyecta a lo que queremos ser. Y, sí, ahora sé, fehacientemente, que las noches de insomnio dan para mucho. Incluso para titular este artículo con una rotunda declaración de intenciones. Prestada, compartida y generacional.
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