hielo
El hielo que nos falta
El precio de la luz, cada vez más insostenible, ha llevado a los fabricantes de los preciados cubitos a que su distribución les resulte casi imposible
Siempre que recuerdo películas apocalípticas tipo «Mad Max» o «Waterworld» pienso en el desastre que supondría para el mundo privilegiado (no olvidemos la escasez habitual que sufren los seres humanos de buena parte del planeta), no poder abrir el grifo del agua para beber o encontrarse con que en la gasolinera de turno no disponen de combustible para el coche ni en la panadería de la esquina de una sola barra de pan, con la que acompañar la comida diaria.
El desabastecimiento es uno de los fantasmas más temidos por las sociedades del bienestar, que no imaginan su cotidianidad sin determinados «lujos cotidianos». Bien, pues, en los últimos tiempos, la pandemia encendió las alarmas y disparó las codicias de papel higiénico, harina y levadura; la guerra de Ucrania puso el foco en el aceite de girasol; la huelga de transportistas hizo que se resintiera el suministro de carne, pescado, frutas, verduras, arroz, harina y lácteos… Y ahora, además de los costes brutales que andan arrinconando a los ganaderos y que podrían vaciar de productos básicos los mercados en breve, en plena ola de calor nos falta ¡hielo!
El precio de la luz, cada vez más insostenible, ha llevado a los fabricantes de los preciados cubitos a que su distribución les resulte casi imposible. Ya empieza a reducirse la oferta de hielo en todas partes, pero en breve es que no lo habrá en muchos lugares. Los productores se verán obligados a discriminar clientes…Mientras muchos se quejan de la molestia, otros se llevan las manos a la cabeza pensando que esta es la prueba definitiva de que, en breve, empezaremos a ver las estanterías de los comercios cada vez desabastecidas, y que esto del hielo, es el anticipo del principio del fin…
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