Historia
Holodomor, genocidio ucraniano
Dejó una huella imborrable en la conciencia ucraniana, no solo por el brutal daño individual y colectivo infringido por los soviéticos, sino además, por su negación y persecución durante décadas
Todo o parte del territorio de la actual Ucrania estuvo integrado, según la época, al menos en la Rus de Kiev, Horda de Oro, Kanato de Crimea, Imperio otomano, Hetmanato cosaco, Imperio ruso, Mancomunidad Polaco-Lituana, Imperio austrohúngaro y en la URSS. La gran llanura ucraniana, de fértiles tierras, carece de fronteras naturales y siempre ha sido codiciada por sus vecinos más poderosos. El llamado granero de Europa fue fundamental para alimentar a ejércitos y naciones que lo dominaron, incluso los bolcheviques necesitaban el grano de Ucrania para que su revolución pudiera tener éxito.
Compatible con la dependencia externa, y quizás como consecuencia de ella, Ucrania fue desarrollando con el tiempo una lengua y cultura propias, al igual que una identidad nacional que se puso claramente de manifiesto en determinados momentos del Siglo XX, aunque fue brutalmente reprimida por la implacable dictadura soviética. Posiblemente por ello, con el derrumbe comunista de 1991, la sociedad ucraniana optó decididamente por la independencia, con un altísimo porcentaje de votos favorables. No extraña que Voltaire escribiera «L’Ukraine a toujours aspiré à être libre» y que Lenin dijera que ignorar el sentimiento nacionalista de Ucrania seria un «error grave y peligroso».
No obstante, hay que reconocer que la influencia rusa en Ucrania ha sido intensa y duradera, aunque no exenta de tensiones, fundamentalmente por los excesos cometidos por el Imperio ruso y la URSS. Para muchos rusos, incluido Putin, Ucrania es una creación rusa; es parte de Rusia con origen común en la Rus de Kiev; siempre ha sido rusa –lo que se compadece mal con la historia– y, actualmente, debería ser una provincia rusa, dado que el derecho a independizarse fue un error histórico que debe corregirse (lo que no parece muy conforme con el derecho nacional e internacional). Considera Putin que el actual gobierno de Ucrania es nazi y un peligro para Rusia, y retuerce la historia al confundirla con su particular percepción de la extinta Gran Rusia, que parece que pretende desempolvar.
Estas dos visiones de la misma realidad ha propiciado la brutal guerra de agresión rusa contra Ucrania, así como la feroz resistencia de esta última, que partiendo de una situación de inferioridad militar, le está impidiendo a Putin, de momento, alcanzar sus objetivos.
La versión de Putin encierra un enorme desacierto que, en mi opinión, la deslegitima profundamente. Consiste en la negación y olvido del episodio que posiblemente cambió para siempre el pensamiento de los ucranianos respecto de sus vecinos: la cruel e inhumana hambruna padecida en Ucrania entre 1931 y 1932 que causó, según las estadísticas más fiables, casi cuatro millones de muertos, aunque otras la elevan a más del doble, encontrándose magistralmente explicado por Anne Applebaum en «Hambruna roja: La guerra de Stalin contra Ucrania». A este trágico episodio se le conoce como «Holodomor», un término derivado de las palabras ucranianas «hólod» (hambre) y «mor» (exterminio). La URSS ocultó y negó ese criminal episodio histórico y culpó a los nazis de su invención. Para los soviéticos solo fue una época de malas cosechas, no sólo en Ucrania, sino en otras partes de la URSS. Sin embargo, no fue exactamente así, ni siquiera fue una lamentable consecuencia de la errónea política de colectivización de Stalin. Fue mucho peor. La dureza de la hambruna fue de tal magnitud que resultó frecuente el canibalismo y la antropofagia.
Con la caída del estado soviético se pudo comprobar sin ninguna duda que «los registros históricos incluyen decretos dirigidos directa y exclusivamente a Ucrania, como los que ordenaban cerrar su frontera, incluir docenas de sus granjas colectivas y aldeas en las listas negras y vincular de manera implícita el fracaso del acopio de cereal con la ucranianización», según Applebaum.
Se ha acreditado que la causa de la hambruna ucraniana fue la incautación forzosa de los productos agrícolas a la población rural, y por ello, intencionada. Su objetivo, además de desviar esos productos a otras zonas de la URSS, fue doblegar y «sovietizar» a Ucrania, es decir, atacar y destruir la identidad ucraniana, porque «la hambruna de 1931 y 1932 y la crisis económica general de Ucrania dieron al régimen estalinista una excusa para adoptar medidas preventivas contra el movimiento nacional ucraniano»
A Holodomor también se le conoce como «Holocausto ucraniano», o «Genocidio ucraniano», y es que Holodomor fue un episodio ampliamente estudiado por el jurista Raphael Lemkin, quien acuñó el término genocidio combinando la palabra griega «genos», (raza o nación), con la latina «cidio», (asesinato), siendo el principal impulsor para su reconocimiento como delito. Lemkin identificó la Ucrania de aquella época como el «ejemplo clásico» del concepto, y añadió: «Es un caso de genocidio; de destrucción no solo de individuos, sino también de una cultura y de una nación».
Holodomor dejó una huella imborrable en la conciencia ucraniana, no solo por el brutal daño individual y colectivo infligido por los soviéticos, sino además, por su negación y persecución durante décadas. Putin sigue negándolo, lo que le inhabilita para hacer un juicio histórico correcto, de manera que su brutal guerra de invasión, con sus crímenes, no hace más que incrementar la brecha existente entre Ucrania y Rusia. Quizás para siempre.
Tomás Torres Peral. Comandante de Caballería. De la Academia de Ciencias y Artes Militares.