Internacional
Los ecos del Charlie Hebdo
Ophélie Meunier está bajo protección por denunciar el islam radical en Francia
Siete años después, los ecos de la triste balada del Charlie Hebdo vuelven a oírse en Francia. El país se ha visto sacudido por la emisión de un programa «Zona Prohibida» que denuncia la espectacular islamización de Roubaix (Nord-Pas-de-Calais). En ciertas calles de esta ciudad del carbón, a 200 kilómetros de París, Francia se ha convertido en lugar extraño. Muñecas sin rostro y cuentos infantiles cuyos personajes aparecen sin ojos ni boca se venden junto a los niqabs (el velo integral que sólo deja ver los ojos). La presentadora del programa Ophélie Meunier se encuentra bajo protección policial debido a las amenazas de muerte que ha recibido tras la emisión del documental. Este hecho confirma las denuncias de «Zona Prohibida»: la existencia de un islam político que construye una sociedad paralela o contrasociedad en la que se niegan los valores democráticos más básicos como es el de la libertad de prensa. Una vez más, el salafismo trata de imponer sus leyes (la sharia) por la fuerza, aprovechando la debilidad del Estado.
La ensayista Celine Pina recordaba esta semana en «Le Figaro» que concurren en paralelo dos fenómenos: el terrorismo que masacra la redacción del Charlie, mata a judíos a las puertas de un colegio o en un supermercado, ejecuta a policías, dispara contra el público de Bataclan y decapita al profesor Samuel Paty, de nuevo a las puertas de la escuela; y el terror, que fusila a todos los que tratan de denunciar la perversa influencia islamista. No solo los periodistas necesitan protección en Francia, también investigadores del yihadismo han tenido que recurrir a la Policía para poder garantizar su seguridad. Muchos de los profesionales que viven con guardaespaldas no lo hacen público, porque, a veces, el anonimato, forma parte de su protección.
Las imágenes de Roubaix son impactantes pero no son nuevas. LA RAZÓN publicó en febrero de 2020 un reportaje sobre esta ciudad gris coincidiendo con la presentación de Macron de su plan para combatir el «separatismo islamista». Roubaix es un ejemplo del inquietante retroceso de los principios republicanos en el archipiélago francés. Cuenta con un censo de 96.000 habitantes y el 40% es de origen extranjero, principalmente magrebí. El desempleo supera el 30% y la tasa de pobreza el 44%. Macron se propuso retomar el control y luchar contra las influencias extranjeras en las escuelas y los lugares de culto como las mezquitas. Dos años después, el fracaso del Estado francés es patente. Luego nos sorprendemos de que Marine Le Pen permanezca segunda en las encuestas o que el controvertido Éric Zemmour haya escalado posiciones en la carrera al Elíseo.No hay vacío. Si la política no aborda los problemas aparece la antipolítica para seducir al votante hastiado.
La asimilación cultural es la única vía para que los inmigrantes que quieran echar raíces en la nación de acogida puedan hacerlo sin la presión o influencia de sus países de origen. El problema es que hay una izquierda que prefiere crear guetos antes de naturalizar al inmigrante. En vez de condenar las amenazas a Meunier, Jean-Luc Mélenchon declaró que hizo un «trabajo deshonesto». Es un discurso peligroso porque normaliza la amenaza y culpabiliza a la víctima. Contemporizar con los extremismos solo les hace ganar espacio y tiempo.
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