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Agricultura
Los tomates cultivados de manera tradicional que se sirven a la mesa en Zarzuela
Huerta de Carabaña produce hortalizas para toda España con una calidad y sabor inigualables, gracias al empeño de sus fundadores, que buscaron recuperar los sabores de antes
En una pequeña localidad a unos 50 kilómetros de Madrid, la Huerta de Carabaña investiga, produce y custodia una joya gastronómica, que nace de la necesidad de José Cabrera, el pater familias, por «encontrar los sabores de nuestra infancia». Después de recorrer miles de huertas de toda España con su mujer, Amparo, lograron recolectar cientos de variedades de tomates que, hoy, son referencia de sabor y textura en el mercado. Con un sabor único que es el resultado de una combinación especial de técnicas tradicionales, un clima favorable y un suelo rico en minerales, estos tomates están conquistando paladares en España y más allá.
Su fama incluso ha llegado hasta algunas de las mesas más importantes del país, como las del Palacio de la Moncloa y el Palacio de la Zarzuela, donde son apreciados por su calidad y sabor sin igual.
Carabaña es un municipio con una larga historia en agricultura y un microclima singular, gracias a la proximidad del río Tajuña. Durante siglos, este rincón ha sido fértil en la producción de frutas y hortalizas de alta calidad. La Huerta de Carabaña retomó esta tradición con el objetivo de rescatar los sabores auténticos que la agricultura intensiva había dejado atrás. Lo que comenzó como una iniciativa para producir vegetales para el consumo propio, pronto atrajo la atención de importantes restauradores, quienes supieron apreciar la diferencia en sabor y textura.
La familia Cabrera apostó desde el inicio por una agricultura respetuosa con el medio ambiente. En la Huerta de Carabaña, los tomates y otras verduras se cultivan sin el uso de productos químicos agresivos, apostando por prácticas sostenibles y naturales. No es extraño encontrar panales de abejas, plantas preventivas de plagas y otros elementos naturales en los alrededores de las huertas. El uso de compostaje orgánico y la rotación de cultivos, por ejemplo, no solo aseguran la calidad de los productos, sino también la preservación del suelo, un recurso clave para las generaciones futuras.
Variedades de tomate
Los tomates de Carabaña no son cualquier tomate. Uno de los secretos de su sabor radica en la variedad: en la Huerta de Carabaña se cultivan diferentes tipos de tomates tradicionales, como el corazón de Buey, uno de los más emblemáticos. Este tipo de tomate, conocido por su tamaño grande y su carne jugosa, es perfecto para consumir en crudo. También se producen otras variedades, como el tomate rosa y el raf, cada uno con características específicas de sabor y textura que aportan diversidad a la producción.
El proceso de cultivo de estos tomates es completamente artesanal. La recolección se hace de manera manual para asegurarse de que cada fruto esté en su punto óptimo de maduración. El clima de Carabaña, con inviernos suaves y veranos cálidos, juega un papel fundamental en la concentración de azúcares naturales en los tomates, lo que les da un sabor equilibrado entre dulzura y acidez, difícil de encontrar en tomates producidos en masa.
A diferencia de los tomates industriales, que se cosechan antes de alcanzar su madurez para soportar largos periodos de transporte, los tomates de Carabaña se recolectan en su punto exacto de maduración, sin aplicarles el frío de cámara. Este proceso, aunque más exigente y costoso, permite ofrecer al consumidor una calidad incomparable y un sabor que recuerda al tomate de antaño, al tomate de verdad.
De hecho, cualquiera de los tomates de Huerta de Carabaña no necesitan mucho: con un poco de sal y un buen aceite de oliva es suficiente para hacer con ellos un plato espectacular.
Compromiso sostenible
La Huerta de Carabaña es consciente de que la agricultura de calidad solo puede mantenerse en el tiempo si es sostenible. Además de evitar pesticidas y fertilizantes químicos, la empresa trabaja con sistemas de riego por goteo para minimizar el uso de agua, un recurso cada vez más escaso en el centro de España. Asimismo, los restos de cosechas se reutilizan como compost, lo que contribuye a mejorar la fertilidad del suelo y reduce la necesidad de insumos externos, y los campos recolectados son limpiados por animales .
Este compromiso no solo beneficia al medio ambiente, sino que también garantiza que los tomates mantengan una calidad superior.
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