Muslo o Pechuga
El restaurante con todo tipo de menús abierto hasta el amanecer
Las Esparteras sigue sirviendo comidas por menos de 14 euros que hacen comprender el éxito de este establecimiento
Cuando no teníamos internet, parábamos a comer en aquellos sitios donde más camiones había parados, pues ellos sí sabían de tanto ir y venir probando por las carreteras. Hoy Las Esparteras sigue teniendo más coches y camiones en su puerta que el resto, aunque también tiene justificados reconocimientos y se incluye en todo tipo de guías. Estos reconocimientos no se les han subido a la cabeza, y continúan sirviendo esos menús por menos de 14 euros que hacen comprender el éxito de este establecimiento que cuenta ya con más de 30 años en espiral ascendente.
Dicen sus propietarios Raúl y Carlos, que el único secreto de su éxito es darle a cada cliente lo que busca, pero esto se convierte en una locura quijotesca cuando tus clientes son tan variopintos como los de este paraje del km 47 de la Ruta de la plata: gastrónomos de nivel, cocineros de estrella, camioneros de raza, empresarios de moda y no solo taurinos, parientes y familias, toreros, banderilleros sin cuadrilla, comerciantes, futbolistas en proyección, artistas de televisión, espectadores, bodegueros y bebedores de afición, flamencos de la etnia o no, pero en su esplendor o en celebración, y todos vuelven porque todos salen con el alma llena de satisfacción. Ya saben ellos que lo que tienen aquí no es muy normal. Carlos y Raúl comandan un equipo de más de 40 personas para conseguir un lugar que por ser tan único, no es fácil de bautizar.
Abierto hasta el amanecer como diría nuestro Diego Soprano, que tan acertadamente relaciona esa mítica escena de la película con este increíble lugar. Con una carta de vinos que recoge referencias impensables en cualquier wine bar capitalino, en volumen y sobre todo en calidad. Además es el único sitio donde se puede tomar el mejor pepito del mundo con una copa de la Ina de cuando Domecq existía, de champagne de pequeño productor o no. O encargar un cochinillo o cordero de Segovia asados para llevar, acompañados de caviar y tequila para empapar. O unos huevos con guisantes de lágrima y trufa con Vega Sicilia, por si tenemos un día más clásico. Aunque también recomiendo ese menú degustación que al precio más justo posible le hará cambiar de destino o no. O la burrata de Puglia, berberechos y gamba roja por si estamos de vuelta y con ganas de dieta. O los mejores chuletones y el morrillo de atún con una copa de un brandy histórico para celebrar la maratón. Vamos, lo que a uno se le ocurra pensar, pero rápido, porque antes de pedir, muy probablemente se lo hayan servido estos adivinos de la experiencia singular.
Cuánto tiempo de inspiración se hubiera ahorrado Tarantino si hubiera conocido a este par de tozudos que en este gigante de carretera han decidido dar gusto a disfrutones como ellos. Los magníficos jamones que cuelgan en su techo les recuerdan que lo peor que puede pasar es cerrar y comer y beber lo que tienen… ¡Qué tentación ! Viajeros, manchegos y madrileños que lo tienen cerca, aprovechen no vaya a ser que esto que se les ha ido de las manos se les vaya también de la cabeza y no abran un día de los 365 que tiene el año si no es bisiesto.
Toda esta fiesta prologada por una barra gigante y a demanda, y un comedor renovado con una elegancia sencilla que da el ajustarse a la realidad y no volverse loco.
De regalo esa luz que acompaña todo el espacio, destacando libros, botellas y cuadros de montera que recogen la historia de este sueño de caminantes.
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