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Historia

Un paseo por el Tajo en las Falúas Reales de Aranjuez

Las «carrozas náuticas» que atesora el Palacio Real de esa villa madrileña tienen una rica historia artística

Las desconocidas Falúas Reales de Aranjuez Patrimonio Nacional

A un paso de Madrid capital, la otra «Corte» de descanso de la región, Aranjuez, guarda, además de su famoso palacio real, una rara colección. Bueno, quizá no tan extraña si tenemos en cuenta el emplazamiento del palacio. Al lado del río Tajo, que da sentido a esta muestra, tenemos las falúas reales, unas embarcaciones fluviales de recreo que tienen una relevancia extraordinaria tanto por la calidad de sus piezas como por la unidad y riqueza del conjunto. Un compendio que es de los más valorados de Europa.

En la actualidad, todo aquel que quiera verlas las tiene expuestas en el Museo de Falúas Reales de Aranjuez, un edificio construido en 1963-1964 en el Jardín del Príncipe en las cercanías del Embarcadero Real y sus pabellones. La importancia de este conjunto fue valorado desde antiguo, pues ya desde finales del siglo XIX la colección tuvo un uso museístico al abrirse al público en la antigua Casa de Marinos de la margen derecha del río Tajo.

De entre las joyas náuticas, comparables e incluso mejores que otras de la misma factura en otras capitales europeas, la embarcación más antigua y espectacular es la góndola dorada encargada en Nápoles por Carlos II en 1683, para su uso en el estanque del Buen Retiro madrileño. En 1724 fue trasladada a La Granja de San Ildefonso por orden de Luis I y en 1966 se incorporó al nuevo Museo de Falúas Reales de Aranjuez.

Museo de las Falúas Reales de AranjuezPatrimonio Nacional

Cronológicamente, sin desmerecer en importancia, le sigue la falúa de Carlos IV, construida en Cartagena a comienzos del siglo XIX, pintada con motivos heráldicos. Del reinado de Fernando VII data la falúa con delfines entrelazados en la proa y el escudo real laureado en la popa, así como el pabellón adornado con mariposas y guirnaldas. Aunque fue empleada en la década de 1830 por María Cristina de Borbón, cuarta y última esposa de Fernando VII, esta pequeña embarcación había sido construida para la segunda, María Isabel de Braganza.

Con el paso del tiempo, llegamos al reinado de Isabel II. A él corresponde la canoa en madera de caoba con refuerzos de bronce dorado, construida en Ferrol en 1859. Sería empleada por su hijo Alfonso XII en la «REAL CASA DE CAMPO / AÑO 1881», según reza la chapa de bronce en la popa. También de Isabel II es la embarcación de cabotaje obra de José Tuduri de la Torre, dedicada por «MAHON A SU REINA», que tiene el escudo de la ciudad en la popa. Con tracción de catorce remos, el pabellón está engalanado con damasco amarillo, al igual que el asiento en capitoné, cuyo respaldo tiene como copete los Dos Mundos con las Columnas de Hércules y el Plus Ultra, bajo corona real. Por último, aunque no menos importante, en el museo se expone la falúa de Alfonso XII, regalo de la ciudad de Ferrol en 1879. Con once metros de eslora y catorce remos, fue empleada por el monarca en sus estancias veraniegas en la ciudad de San Sebastián y otras villas del Cantábrico, como era costumbre en aquel momento.

En definitiva, se muestran seis embarcaciones, pero la colección se compone de un total de 40 objetos. Mastiletes, maquetas, mapas y otros elementos relacionados con las aficiones náuticas de los reyes acompañan a las falúas, dando un sentido y unidad al conjunto como pocos en Europa.

Un espacio que muestra también que la afición y el entusiasmo de los reyes de España por la navegación viene de antiguo. Todo en un museo, este de las falúas reales, de reciente remodelación, en un espacio general como es el Palacio Real de Aranjuez en el que Patrimonio Nacional acometerá mejoras y obras por casi 20 millones de euros. Todo para preservar un legado de una importancia única.