Historia
El oro de los Quimbayas que atesora Madrid (y que reclama Petro)
Una colección excepcional de piezas precolombinas regalo de un presidente de la República de Colombia a España
Un gesto galante del que muchos hoy en día se arrepienten. Y lamentan. En 1893, el presidente colombiano Carlos Holguín le envió un regalo a la Corona española que motivó un mensaje de gratitud de la reina María Cristina de Habsburgo: «Yo siempre creí que vuestro país era fabuloso en bienes artísticos, pero veo que lo es aún más en la nobleza e hidalguía de sus gentes». Lo que el presidente Holguín había enviado era, ni más ni menos, que una parte sustancial del tesoro Quimbaya: 122 piezas de oro que habían llegado a la península para una exposición sobre los 400 años del descubrimiento de América.
Este tesoro, que como luego veremos está en el ojo del huracán de las reclamaciones y los arrepentimientos gubernamental -por parte de Colombia-, se trata de conjunto de objetos de oro y tumbaga -una aleación de oro y cobre, más quebradizo-, que formaba parte del ajuar funerario de los prominentes caciques de esa cultura precolombina. Ahora ha vuelto a tomar protagonismo con la reclamación del presidente izquierdista colombiano Gustavo Petro y el altavoz a sus reivindicaciones de todo un ministro de Cultura del Reino de España, Ernest Urtasun. Y todo a cuenta de declaraciones como que "buscará espacios de diálogo e intercambio para superar un marco colonial anclado en inercias de género o etnocéntricas". Unas palabras que han obligado a Moncloa a reafirmar la titularidad española del Tesoro de los Quimbayas.
Sea como fuere, hoy forman parte de las colecciones del Museo de América de Madrid, en el que se exhibe de forma permanente y son uno de sus principales reclamos. La relevancia de este tesoro no está solamente en el número de piezas que integran el conjunto, sino en su excepcional calidad artística y técnica, lo que las convierte en auténticas obras maestras del arte precolombino.
Piezas sin duda deslumbrantes las de Madrid pero que son un pálido reflejo de la riqueza y esplendor del trabajo precolombino que se puede apreciar en el Museo del Oro de Bogotá, donde se atesoran ejemplos espléndidos de aquellas civilizaciones.
El hallazgo de los objetos que se pueden contemplar en Madrid tuvo lugar, como decíamos en unos enterramientos que salieron a la luz allá por 1890, en el sitio de la Soledad, cerca de Filandia. Los «responsables» no fueron, en un primer momento arqueólogos, sino un huaqueros, también conocidos como expoliadores de tumbas.
Las cosas no irían a más y las piezas quizá se quedarían en Colombia, salvo que fueran vendidas o entraran en ciertos «mercados paralelos», si, precisamente, en el año 1892 no hubiese tenido lugar la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América en Madrid.
Con ocasión de ese acontecimiento se organizó una Exposición Histórico Americana en la que Colombia consideró que era el momento oportuno para exhibir, junto con otras piezas, el tesoro quimbaya. El Gobierno colombiano compró, mediante intermediarios, a los huaqueros su rico botín. Casualidades -o no-, por entonces, una disputa territorial entre Colombia y Venezuela cambió el destino del tesoro. La intención del entonces presidente colombiano, Carlos Holguín, contando con el respaldo político, fue la de donar este fabuloso tesoro a la reina gobernadora de España, María Cristina de Habsburgo, en agradecimiento a la presidencia que, en 1891, ésta había ejercido en el Laudo Arbitral de un conflicto de fronteras entre Colombia y Venezuela, que se resuelve a favor del primero. Lo demás, carta mediante de agradecimiento de la Reina gobernadora, es fácil de suponer.
La colección se embarcó el 2 de julio de 1892 en Barranquilla, llegando a España el 10 de agosto en el vapor «México» de la Compañía Trasatlántica Española de Barcelona. El 4 de mayo de 1893 la legación de la República de Colombia en España, presidida por su embajador Julio Betancourt, hizo la entrega oficial a la reina regente del conjunto, que pasó a denominarse «Tesoro de los quimbayas». La reina, a su vez, entregó el Tesoro a las colecciones del patrimonio histórico del Estado español, formando parte desde el primer momento del Museo Arqueológico Nacional, para luego pasar, con los años, al fundado Museo de América. Hasta hoy.
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