Sevilla
La huerta de Morante
El agua del río más mitológico y campero riega de arte, a izquierda y derecha, sus dos orillas. Nace en Cazorla y se detiene pensativa en la Córdoba de Séneca y Maimónides. Y al llegar a Sevilla, se viste con traje de oro al pasar por la Plaza de la Maestranza y por la torre mora, tras cruzar el Puente de Triana. Es el río Guadalquivir, río grande desde antes de ser puerto y puerta de las Indias, donde los barcos de las Américas dejaron sus oros y nos trajeron una época de esplendor. Literatos con Cervantes y Lope de Vega, pintores como Valdés Leal, Velázquez o Murillo, encontraron su inspiración en la ribera de la vieja Híspalis. También, los toreros. Desde Belmonte y sus noches de luna llena en la corta de Tablada hasta el mismísimo Paco Ojeda, en Sanlúcar de Barrameda. Y Chicuelo, Pepín Martín Vázquez, Manolo González, Pepe Luis y su hermano Manolo bebieron de estas aguas. Como también lo hicieron en la vega de Camas, Curro Romero y Paco Camino. Pasando por donde Zorrilla describió como la «Quinta de Don Juan», el río Betis va buscando las marismas de Doñana, entre el rumor de los barcos que lo navegan hasta su desembocadura. Y en La Puebla, que antiguamente llamaban Puebla junto a Coria, está la antigua Huerta de Arca, hoy casa de una de las grandes figuras de la tauromaquia: Morante de la Puebla. La Huerta de San Antonio tiene ese sabor añejo de los cortijos antiguos, con algunas reminiscencias indianas. Fue en otra huerta, junto a Gelves, donde dicen que creció el que llamaron Rey de los toreros, «Gallito». El capote de Morante se baña en el río... Y el Guadalquivir es vida, torrente, inmenso arroyo y caudal de la torería andante.
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