Cádiz
Coripe repiensa la tradición rural
“Una vez más se ve la imposición de lo políticamente correcto frente a las tradiciones de los pueblos». La fiesta ha derivado en un ritual vinculado a la recaudación de dinero para el viaje de sus 'quintos'. Las madres deciden al Judas
Felipe González amamantando a Jordi Pujol, José María Aznar, Adolfo Suárez, Alfonso Guerra, Luis Roldán, Rodrigo Rato, Jesús Gil, Augusto Pinochet o Fidel Castro son algunas de las figuras políticas que han ardido en Coripe el último medio siglo, que es el tiempo que en este pueblo sevillano de unos 1.200 habitantes han celebrado la Quema de Judas el Domingo de Resurrección. También prendieron personajes públicos como Bárbara Rey, Iñaki Urdangarín o el conocido como pequeño Nicolás. La polémica, sin embargo, ha irrumpido con intensidad este año a causa de la fina piel de observadores más o menos interesados.
Desde Morón de la Frontera, que es la cabeza de la comarca, se llega a Coripe tras culminar una peligrosa subida de unos 25 kilómetros por una carretera de curvas. El paraje representa el monte mediterráneo en su esplendor. La primavera es ya imparable. El verde cenizo de los acebuches toma brillo a esta hora del mediodía y las esparragueras agarran la vertical que escarban hacia el cielo, desde donde vigila una pareja de buitres. Es el espacio rural de esta zona limítrofe en que acaba el valle y da comienzo la sierra, un territorio ajeno a las gentes de la ciudad.
«Una vez más se ve la imposición de lo políticamente correcto frente a las tradiciones de los pueblos», lamenta Ignacio, un coripeño de no más de 50 años que trabaja como empleado público en este tranquilo municipio de «viejos», subraya mientras llega a la Plaza de la Magdalena. En este lugar, recreado como el Huerto de los Olivos de las Sagradas Escrituras, fue quemado el pasado domingo el monigote de Carles Puigdemont.
La Iglesia, construida en 1859, señorea la plaza donde, después de la tradicional liturgia del Domingo de Resurrección, desemboca la procesión del Resucitado. Una vez recogido el Cristo, la comitiva, liderada por la banda de músicos y de cabezudos, recoge al Judas de cada año, listo y preparado para el prendimiento desde la víspera. «Una fiesta simbólica y satírica como otra cualquiera, como los Carnavales de Cádiz o como las Fallas de Valencia», explica Luis.
Nadie ha clamado hasta ahora por los insultos gaditanos durante el carnaval o por la quema de «ninots». «Quizá hayan tenido también algo que ver las elecciones», apunta Juana, una ama de casa de no menos de 70 años. «Yo estoy muy harta del politiqueo», refiere esta coripeña junto a la Magdalena, quien, camino de su casa, se para a enseñarle a su comadre unas buenas cabezas de cebolla. A esta hora del mediodía ya empieza a oler a guiso por las calles del pueblo.
El gineceo tiene el mando. Las madres de los escolares del último curso del instituto Irippo son quienes toman una decisión secreta que forma parte de la tradición del pueblo. Ellas señalan quién será el personaje objeto del ritual de «quema como purificación». El personaje representa a Judas, que simboliza a su vez el mal que debe expiarse. Cosas, al parece, incomprensibles para las mentes obtusas de los urbanitas. «Y nada han dicho del Judas de Puigdemont de La Rioja», dice Luis, refiriéndose a una tradición de Domingo de Resurrección que procede del mismo modo en el municipio de Alfaro.
Fin de curso
La fiesta en Coripe ha derivado en un ritual vinculado a la recaudación de dinero para el viaje de fin de curso de sus ‘quintos’. Son las madres las que deciden al Judas curso a curso. En su decisión no media la política, ni el Ayuntamiento ni la Junta de Andalucía, que lo que han llegado a denunciar los independentistas catalanes. «Si estuvieran aquí sabrían de qué va esto», añade este jubilado.
Los coripeños están a mitad de camino entre la rabia y la inquietud. A nadie le gusta verse señalado en medio de una vorágine mediática. Y, aunque es poco probable que prospere alguna cuita judicial, es el segundo año seguido en que el pueblo se ve en medio de un ciclón politizado en el peor de los casos. El pasado año, a cuenta de la (presunta) asesina del niño Gabriel, Ana Julia Quezada. El alcalde pidió perdón entonces. Lo menos nefasto se limita a mentes ignorantes. Sea como fuere, hay quienes creen que el procedimiento debe variarse. Todo sea por la concordia y por el respeto a una tradición que atrae la atención de cientos de coripeños que trabajan fuera y que llegan para las fiestas de Semana Santa. Algunos optan por añadir un manifiesto que explique los motivos de la elección del Judas de turno. Otros lugareños se muestran menos condescendientes: «Si no comprenden, que lean y que aprendan», remata Luis.
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