Unión Europea

Von der Leyen consigue la reelección gracias a una mayoría holgada, con guiños a izquierda y derecha

La dirigente alemana apuesta por mejorar la competitividad europea y la industria de Defensa, pero sin olvidar el problema del acceso a la vivienda

Ursula von der Leyen se ha asegurado su reelección para un segundo mandato al frente de la Comisión Europea con una amplia mayoría de 401 votos a favor, aunque solo necesitaba 360. Un total de 284 eurodiputados votaron en contra, 15 se abstuvieron y siete emitieron un voto nulo. Esta holgada mayoría permite a la dirigente alemana afrontar los próximos cinco años con una relativa tranquilidad, después de haber conseguido que los principales partidos de centro europeos le hayan dado su apoyo, en un momento de auge de las fuerzas euroescépticas.

Aunque los rumores y sospechas han sido constantes, por los peligros de una votación secreta y en urna, ninguno de los peores presagios se cumplió para su candidatura. Cuando era prácticamente una desconocida en el ámbito europeo, consiguió el apoyo de la Eurocámara pon tan solo nueve votos. En esta ocasión el resultado ha sido mucho menos reñido, aunque haya sido necesario pelear cada voto. No en vano, la actual presidenta del Ejecutivo comunitario declinó su asistencia a la cumbre de la OTAN en Washington para seguir negociando su candidatura con los grupos políticos.

El hemiciclo europeo ha apostado por la continuidad, al igual que los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete. El rechazo a Von der Leyen hubiese ocasionado una crisis sin precedentes en las instituciones europeas, en un momento de máxima incertidumbre en el que se necesita un liderazgo claro y, sobre todo, predecible. Con la guerra en Ucrania como telón de fondo, el conflicto entre Israel y Hamás y la posible vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, Von der Leyen ha sabido constituirse como un ancla de estabilidad en medio de la zozobra que azota a al club europeo. Ella misma ha alertado al comienzo de su discurso contra aquéllos que utilizan los miedos de los europeos en su propio beneficio y se ha ofrecido como antídoto.

«Hay una clara tentación de dividir y polarizar nuestras sociedades. Estoy muy preocupada por estas tendencias. Pero estoy convencida de que Europa, una Europa fuerte, puede afrontar estos retos y por eso estoy pidiendo hoy vuestro apoyo. Porque, como todos ustedes, entré en política para marcar la diferencia en el conjunto de la sociedad. Para mejorar las cosas para la generación de mis hijos y nietos. Como hicieron los que nos precedieron. Estoy convencida de que la versión de Europa que ha surgido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de todas sus imperfecciones y desigualdades, sigue siendo la mejor de nuestra historia. Nunca podré asistir impasible a su destrucción, ni desde dentro ni desde fuera. Nunca permitiré que se acepte la polarización extrema de nuestras sociedades. Y nunca permitiré que demagogos y extremistas destruyan nuestro modo de vida europeo. Hoy estoy dispuesta a librar esta batalla junto a todas las fuerzas democráticas presentes aquí, en esta Cámara», ha asegurado la política alemana, ante un hemiciclo que cuenta con hasta tres grupos considerados de extrema derecha y con tintes populistas. A dos de ellos se les ha aplicado un férreo cordón sanitario para que no puedan acceder a puestos clave de la Eurocámara.

El discurso de Von der Leyen no ha sido demasiado arriesgado ni memorable, pero ha sabido hacer los suficientes guiños a diestra y siniestra para contentar a casi todos. Si bien ha comenzado su alocución con una promesa de dinamizar la renqueante competitividad europea, que está perdiendo la carrera frente a China y Estados Unidos, también ha prestado atención a las reivindicaciones de los socialistas al prometer medidas a favor del acceso a la vivienda asequible y un comisario que se encargue de este cometido. «Los precios de alquiler están desorbitados. La gente está luchando para conseguir casas asequibles», ha asegurado.

En la misma línea, también ha mantenido los objetivos de lucha contra el cambio climático, pero ha reconocido la necesidad de que los agricultores europeos cobren una retribución justa por su trabajo y no se vean obligados a vender los productos por debajo de su coste. Unas palabras que han gustado a los Verdes, pero que han ocasionado el rechazo del partido Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, que hasta el último momento no había desvelado el sentido de su voto.

En cuanto al salto geopolítico, la política alemana ha prometido continuar con el trabajo de esta legislatura y no abandonar a Ucrania. Sus palabras más duras y que más aplausos han cosechado en el hemiciclo han sido las dirigidas al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, al que no ha nombrado de manera directa: «Hace quince días, un primer ministro de la Unión visitó Moscú. Esta misión, que pretendía ser una misión de paz, no era más que una misión de apaciguamiento. Apenas dos días después, los aviones de Putin lanzaron misiles sobre un hospital infantil y una maternidad de Kyiv. Todos hemos visto las imágenes de niños cubiertos de sangre y madres intentando poner a salvo a jóvenes enfermos de cáncer. Este ataque no fue un error. Fue un mensaje. Un escalofriante mensaje del Kremlin para todos nosotros. Así que, Señorías, nuestra respuesta debe ser justa y clara. Nadie quiere la paz más que el pueblo ucraniano. Una paz justa y duradera. Por un país libre e independiente. Y Europa estará al lado de Ucrania todo el tiempo que haga falta».

Dentro de su apuesta por la defensa europea, con una cartera específica dentro del Ejecutivo comunitario, ha defendido incrementar las compras dentro del mercado europeo, pero ha evitado referirse a propuestas controvertidas como la emisión de deuda conjunta europea. Una idea que no gusta a los partidarios de la ortodoxia presupuestaria.

En el espinoso aspecto de la inmigración, ha apostado por incrementar los efectivos de Frontex, la agencia de control de fronteras y una nueva regulación de los retornos, pero tampoco ha hecho ninguna referencia a que los demandantes de asilo permanezcan en centros de países terceros, al igual que Italia está haciendo en Albania, una medida controvertida que aparecía en el programa electoral del Partido Popular Europeo (PPE). También ha prometido un comisario para el Mediterráneo.