Denuncias de antisemitismo
La visita de Erdogan a Berlín pone a Scholz contra las cuerdas
Voces de la sociedad civil se pronuncian en contra de la recepción oficial al presidente turco: «No se puede invitar a Berlín a alguien que ha dicho que Israel es un Estado terrorista»
El barrio de Kreuzberg en Berlín se edificó hace más de un siglo para acoger a los más pobres: emigrantes que venían de Polonia o de las antiguas provincias de Silesia para encontrar trabajo en la capital del nuevo Reich. Hoy en día es el barrio turco de la capital alemana. Las tiendas con especialidades otomanas, restaurantes de kebab y las agencias de viaje se distribuyen a través de numerosas calles alrededor de la mezquita de Mevlana perteneciente a la Comunidad Turco-Islámica para Asuntos Religiosos (DITIB, por sus siglas en alemán), la asociación de mezquitas más grande y poderosa de Alemania. La inmensa mayoría de turcos que viven en este barrio, que regentan estos establecimientos y por extensión, la comunidad turca residente en Alemania recibió con los brazos abiertos al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que llegó el viernes por la tarde a Berlín en visita oficial. «Me encanta Erdogan», exclamó el propietario de un kebab preguntado por el informativo Tagesschau de la televisión pública alemana. Otro, el dependiente de una agencia de viajes turco, aseguró que el presidente turco es «calurosamente bienvenido en el país donde nací».
Sin embargo, la recepción a Erdogan por parte del presidente federal Frank-Walter Steinmeier y del canciller Olaf Scholz no se presupuso tan cálida y menos después de las lapidarias frases que el líder turco ha manifestado en las últimas semanas. Hace solo unos días, en el Parlamento, aseguró que Israel es un «Estado terrorista» por los ataques de represalia en los que están muriendo civiles en Gaza y afirmó que el primer ministro de ese país, el conservador Benjamín Netanyahu, «está acabado». Nada que ver con la postura de Scholz que ha reiterado que la seguridad de Israel es una cuestión de Estado alemana.
Pocas veces, la distancia entre Berlín y Ankara había sido tan pronunciada. Con todo, el canciller –en su ya conocida y medida compostura– sopesó sus palabras y, poco antes de estrechar la mano a su invitado, aseguró que «como siempre, hablaremos sobre las cosas que deben discutirse y sobre los diferentes puntos de vista». Unas palabras que no han sido del agrado de toda la sociedad alemana que, una vez más, espera del canciller una postura más firme. En esta línea, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores, Michael Roth, no dudó en calificar a Erdogan de antisemita o el presidente del Consejo Central de los Judíos, Josef Schuster, afirmó que el líder turco no puede ser un socio de la política alemana. El presidente federal de la Union Junge, Johannes Winkel, fue más allá y aseguró que la visita debería haberse cancelado. «No se puede invitar a Berlín a alguien que ha dicho que Israel es un Estado terrorista y que son fascistas, es la mayor contradicción posible en política exterior», aseguró.
No obstante, el ministro federal de Agricultura, Cem Özdemir –hijo de inmigrantes turcos–, no está de acuerdo y considera correcto recibir a Erdogan. «No todo en la vida es de color de rosa y eso significa que hay que conocer gente que tiene opiniones muy inusuales, extrañas y a veces absurdas». Pero a pesar de su postura advirtió de la influencia que tiene Erdogan sobre las mezquitas alemanas. «Deberían saber que, si firman tratados estatales con sus representantes en Alemania, dejarán entrar a Erdogan en las escuelas alemanas y entonces el veneno del antisemitismo se extenderá aún más en Alemania», aseguró Özdemir que, sin reparos, señaló a las casi 900 comunidades que forman parte del DITIB, ese conjunto de mezquitas y centros donde la mayoría piensa que Erdogan es bueno.
Cabe señalar que el Gobierno federal se siente incómodo. Pero, como dice su portavoz, «si solo nos limitáramos a hablar con aquellos con quienes coincidimos en nuestros valores, tendríamos un número relativamente alto de días libres». Mientras, en la prensa alemana, se da por hecho que la posibilidad de cancelar la visita del presidente turco nunca estuvo encima de la mesa porque Erdogan es el presidente de un país de la OTAN y se da por hecho que los contactos son necesarios. Además, Turquía sigue desempeñando un papel de vital importancia cuando se trata de hacer algo respecto de la migración irregular. No obstante, muchos alemanes esperan que Scholz se exprese claramente.
Tras aterrizar en la capital alemana, poco después del mediodía, Erdogan llegó al Palacio de Bellevue en compañía de su ministro de Exteriores, Hakan Fidan, y después de estrechar la mano de Steinmeier firmó en el libro de visitas de la residencia oficial. La visita de Erdogan estuvo acompañada de amplias medidas de seguridad. La policía desplegó a unos 2.800 agentes provenientes de once estados federados, además de helicópteros para controlar el espacio aéreo y barcos para vigilar el río de la capital.