Nueva era

Trump o el neoimperalismo de EE UU

Las ambiciones expansionistas del presidente republicano definen la nueva «era dorada de EE UU», que evoca a la llamada «Doctrina Monroe»

US President Donald J. Trump speaks during a joint press conference with Israeli Prime Minister Benjamin Netanyahu in the East Room of the White House in Washington, DC, USA, 04 February 2025.
El presidente de EE UU, Donald Trump, en una conferencia de prensa SHAWN THEW / POOLAgencia EFE

Donald Trump había advertido sobre su visión para hacer a «EE UU grande de nuevo», pero nadie anticipó que su nostalgia vendría alimentada de intenciones expansionistas, al menos en lo retórico. La agresividad que ha caracterizado el estilo político del presidente se ha manifestado en sus primeros treinta días como mandatario particularmente en contra de algunos aliados tradicionales.

A todo volumen, Trump calificó como una «necesidad absoluta» que EE UU adquiera Groenlandia y, sin importar la reacción de Dinamarca, puso en duda el derecho legal de este país sobre la isla. Y si lo tiene, sugirió el republicano, debería cederla porque es crucial para la seguridad nacional estadounidense.

Para este propósito, ha dicho Trump, no descarta el uso de coerción económica o incluso militar para asegurar el control de este territorio autónomo danés. Esa idea, aunque pueda parecer excesiva, se enmarca en un camino más amplio que quiere recorrer su administración. «Si bien podría interpretarse esta idea como una provocación política para mantener a su base movilizada, la realidad es más compleja. La obsesión de Trump viene de la posición geográfica clave de Groenlandia, que a convierte en un punto de acceso al Ártico, una región de enorme valor debido a las reservas de petróleo y gas que alberga, así como por las rutas marítimas que se están abriendo debido al deshielo de los casquetes polares», señala Emilio Viano, académico de la American University.

Esta obsesión de Trump por Groenlandia no es nueva; en 2019 ya intentó comprar la isla, y su interés sigue siendo una constante. La Ruta del Mar del Norte, que atraviesa la costa de Rusia y conecta el Ártico con Asia y Europa, podría reducir significativamente los tiempos de tránsito y modificar las dinámicas comerciales globales, especialmente cuando el republicano parece buscar un frente abierto de batalla con China, su gran rival económico, con quien intercambia amenazas tarifarias.

Hasta el momento quien más pendiente está de Groenlandia es Rusia, que aprovecha su acceso al Ártico con la construcción de puertos y terminales para exportar recursos, aunque los chinos siguen de cerca la competencia mediante su iniciativa de la Ruta de la Seda Polar. Viano advierte de que aunque este reto de seguridad es cierto, «no es necesario que Estados Unidos se apodere físicamente de Groenlandia para mantener su dominio en la región». El también historiador explica que «bajo un tratado de 1951 con Dinamarca, Washington ya ejerce una gran influencia en Groenlandia, incluida la presencia militar en la Base Espacial Pituffik vital para el sistema de defensa antimisiles estadounidense».

La disputa por Groenlandia es solo una manifestación más de las tensiones globales que definen el siglo XXI, un escenario donde los intereses estratégicos de las grandes potencias se entrelazan y en el que Estados Unidos parece volver a decir, como lo hizo en 1823 con la llamada Doctrina Monroe, que «América es para los americanos». La frase cobra importancia también por las demandas de Trump sobre Panamá, país al que recientemente el secretario de Estado Marco Rubio visitó con la única misión de intentar disminuir los espacios de China sobre el país, particularmente sobre el Canal de Panamá.

Hasta hace pocos años, Estados Unidos controlaba completamente el Canal de Panamá, que fue construido entre 1904 y 1914 bajo el liderazgo de Theodore Roosevelt. Sin embargo, el canal fue devuelto a Panamá en 1999. Recientemente, Donald Trump ha revivido el interés por el canal, sugiriendo una intervención estadounidense porque, según él, China lo controla.

Para el profesor de la Universidad de Connecticut, Matthew Hughey, este es el ejemplo más claro de la «doctrina Monroe 2.0» que la Casa Blanca busca aplicar. «Aunque esta afirmación es exagerada, China ha estado invirtiendo en infraestructuras relacionadas con el canal, como puertos y proyectos de construcción». El experto hace la salvedad, sin embargo, sobre que estos contratos «fueron otorgados antes de la transferencia del canal a Panamá en 1999».

Aunque China ha aumentado su presencia en la región, no tiene control sobre el canal ni establecencia militar en él. Trump ha exagerado la situación al afirmar que Panamá cobra tarifas desmesuradas a los barcos estadounidenses, cuando en realidad las tarifas se han incrementado para todos debido a la sequía de 2023.

Estados Unidos sigue siendo el principal usuario del canal y, si es necesario, podría negociar tarifas más bajas. «La preocupación de Trump parece ser más bien una táctica para generar atención y posiblemente influir en el gobierno panameño a favor de los intereses estadounidenses», sentencia Hughey acertadamente porque el presidente panameño, José Raúl Mulino, ha comunicado que su Gobierno «no renovará» el memorándum de entendimiento sobre la Ruta de la Seda, que tiene firmado con China desde 2017.

Esta actitud de «diplomacia bully» que según algunos analistas emplea Trump, ha dañado significativamente otra relación importante. Estados Unidos y Canadá enfrentan la crisis más grave entre ambos vecinos después de que se anunciaran aumentos significativos en los aranceles a productos de lado y lado, en un esfuerzo que también incluyó a México. Aunque la batalla tarifaria está en pausa, expertos como Hughey creen que el efecto de la crisis ha sido a largo plazo. «Canadá y Estados Unidos son países que en sus fronteras son culturalmente muy parecidos, y la medida del presidente generó un efecto nacionalista entre los canadienses que en el tiempo no beneficia a los estadounidenses», explica Hughey haciendo referencia a las etiquetas implantadas en los supermercados de varias ciudades en Canadá, invitando a los ciudadanos a comprar productos nacionales para minimizar el golpe económico arancelario. Con esta idea coincide Viano quien, además, señala que «el presidente Trump realmente no está consiguiendo grandes medidas por parte de sus aliados. Canadá básicamente está haciendo lo que ya venía realizando en la frontera en términos de seguridad, y México, por su parte, no puede proveer de su lado fronterizo el nivel de aseguramiento que Trump espera para frenar la crisis del fentanilo».

Y es que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, dijo que su país comprometería más soldados en la frontera norte para batallar contra el tráfico de drogas, aunque por esa vía de entrada a EE UU solo ingresa el 1 por ciento de la carga, algo que se ha encargado de resaltar varias veces. Trump apenas cumple un mes en el poder y es posible que siga subiendo el tono, sin importarle la creación de alguna crisis en el camino.