
La amenaza rusa
¿El paraguas nuclear de Macron será suficiente para disuadir a Putin?
Francia posee cerca de 300 ojivas nucleares, el tercer arsenal más grande del mundo tras los de EEUU y Rusia pero muy por debajo de los dos gigantes

En la noche del 5 de marzo, el presidente francés, Emmanuel Macron, puso un tema espinoso sobre la mesa: poner el arsenal nuclear francés a disposición de la Unión Europea frente a la amenaza rusa en Ucrania. Macron lo llama «el paraguas nuclear» y por supuesto, lo evoca exclusivamente como un método de disuasión. También dejó muy claro que sólo él, en su calidad de presidente y comandante de las fuerzas armadas francesas, puede presionar el botón rojo. Ningún otro dirigente europeo tendría el poder ni la autorización para hacerlo.
Pero la pregunta a es: ¿cuánto puede abarcar ese paraguas nuclear francés? ¿Es suficientemente potente para disuadir a Rusia? El Ministerio de Defensa ofrece algunos datos oficiales pero, en general, no da muchos detalles. Y es normal que así sea en una materia tan delicada. Lo que se conoce hoy es que Francia posee unas 300 ojivas nucleares, lo que la convierte en poseedora del tercer arsenal más importante del mundo, después de Rusia y Estados Unidos.
Este arsenal está dividido en dos componentes: el primero lleva por nombre «Fuerza Estratégica Nuclear Oceánica» y agrupa a cuatro submarinos nucleares lanzamisiles balísticos, bautizados como Le Triomphant, Le Téméraire, Le Vigilant y Le Terrible. Puestos en marcha entre 1997 y 2010, estos submarinos tienen su base en la región de Bretaña, al noroeste del país. Cada uno está equipado con 16 misiles, que a su vez transportan individualmente varias cabezas nucleares. Los submarinos están dirigidos por dos tripulaciones alternas, cada una compuesta por 110 marineros.
La dinámica de defensa francesa establece un orden de rotación en el que siempre debe encontrarse un submarino en el agua, listo para reaccionar ante cualquier eventualidad. Mirando hacia el futuro, Francia ha comenzado a construir submarinos nucleares de nueva generación desde marzo de 2024, en los astilleros de Cherburgo, Normandía. El objetivo es sustituir a los cuatro submarinos actualmente en servicio a partir de 2035 y cubrir las tareas de la Fuerza Estratégica Nuclear Oceánica hasta 2090.
El segundo componente del arsenal nuclear francés es la Fuerza Estratégica Aérea y se divide en dos plataformas: el ejército del aire y la fuerza aeronaval. Este componente está en funcionamiento desde 1964 y actualmente cuenta con unos cincuenta aviones de combate Rafale equipados con misiles diseñados para transportar ojivas nucleares.
Operan principalmente desde tres bases aéreas nucleares, situadas en Saint-Dizier, cerca de París; Istres, en las costas del Mediterráneo, cerca de Marsella, y Avord, en el centro del país. En cuanto a la fuerza aeronaval, el Ministerio de Defensa explica que no se trata de una fuerza de disuasión permanente. Sólo se activa cuando el portaaviones Charles de Gaulle – el más grande la Marina francesa – se encuentra en misión.
¿Cuánto respeto puede infundir este arsenal nuclear? Si se mira desde los números, quizás pueda parecer decepcionante: Rusia posee casi 5.900 ojivas nucleares distribuidas en misiles balísticos, submarinos y bombarderos. Estados Unidos viene sólo un poco más atrás: 5.200 cabezas nucleares ubicadas en diferentes partes del planeta. En comparación con estos dos gigantes, Francia parece minúscula: 300 ojivas que representan sólo el 5% de la fuerza nuclear rusa. De hecho, la cancillería rusa, en tono despectivo, emitió un comunicado este jueves “recordándole” a Francia que sólo posee 56 portadores de ojivas nucleares, en comparación con 898 de Estados Unidos.
Sin embargo, el “paraguas francés” sigue teniendo la ventaja de la disuasión a través de lo que los expertos llaman “el segundo ataque garantizado”. En otras palabras, Francia – a pesar de poseer menos material nuclear - tiene con qué devolver el golpe si Moscú ataca primero. Una posibilidad cierta que podría mantener a raya a Vladimir Putin.
Los analistas de estrategias nucleares reposan este balance en lo que se llama “Teoría de Juegos”, en la que cada potencia nuclear evalúa si el resultado de lanzar una ojiva nuclear al enemigo puede resultar peor, para su propia supervivencia, que no lanzarla. Si tanto Rusia como Francia entienden que hay un alto riesgo de autodestrucción, podrían concluir que la mejor solución es no utilizar sus armas nucleares y alcanzar el famoso “Equilibrio de Nash”, donde todos los actores se mantienen en calma, tal como ocurrió entre Estados Unidos y Rusia durante la Guerra Fría.
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