Desgarrador testimonio
Ilana, rehén, de Hamás: «Me desperté en Gaza casi desnuda con doce hombres encima que me tocaban»
La usaron como escudo humano en un hospital y la retuvieron en los túneles
Ilana Gritzewsky viste una camiseta con el mensaje «Bring Them Home Now» (Traerlos de vuelta), la leyenda con la que las familias de los rehenes que fueron secuestrados por Hamás el 7 de octubre recuerdan que sus seres queridos continúan en cautiverio. Desciende las escaleras con dificultad, cojeando, como consecuencia de una lesión en la cadera tras las repetidas palizas que sufrió por parte de sus verdugos durante el mes y medio que permaneció en sus manos y bajo sus órdenes. Es de origen mexicano y su voz es melosa y dulce. Tan solo eleva muy de vez en cuando el tono para exigir la liberación de todas las personas que continúan en manos de los islamistas. Su cuerpo tiembla. Sus piernas están constantemente inquietas sin dejar de moverse mientras relata con enorme detalle cómo le capturaron en el Kibutz Nir Or –epicentro de la carnicería de los terroristas contra los civiles indefensos– . «Cuando empezaron las alarmas a las 6:30 de la mañana yo me quedé sentada porque en mi zona, en Israel, es muy común que suenen alertas de misiles», detalla. Sin embargo, esta vez fue distinto. «Sonó una alarma tras otra, otra tras otra, sin parar», rememora.
Ilana vivía con su novio, Matan Zangauker, y su perro cuando aquella fatídica mañana apenas se había levantado a tomar café y empezó su mayor pesadilla de la que todavía hoy no ha despertado. Junto a su mascota se escondió en el cuarto de seguridad al escuchar disparos y bombardeos cerca, pero no sirvió de mucho. Trató de engañar a los terroristas escondiéndose debajo de una manta pero tampoco le salvó de las garras de Hamás. «Empezamos a correr juntos y vimos todos los terroristas que estaban en el Kibutz. Todas las casas ya estaban ardiendo.Había cuerpos por todas partes y me quedé paralizada y no pude reaccionar». Fue ahí cuando perdió el contacto con su novio y cayó en el yugo de los terroristas. «Me agarraron del pelo y me dieron un rodillazo en el estómago, dejándome sin aire. Me arrastraron por el suelo hasta una pared en la que cogieron sus armas y empezaron a golpearme con ellas y a tocarme con sus manos. Querían que les desbloqueara el teléfono para grabarme pero no fui capaz», relata sin prisa mientras cierra los ojos y agarra con todas sus fuerzas un cojín serigrafiado con la imagen de su novio, que todavía sigue secuestrado.
Tras ponerle una capucha en la cara y recibir fuertes golpes hasta romperle la cadera y la mandíbula, además, de recibir el impacto de una granada en su oído que le ha causado la pérdida de audición, perdió el conocimiento y solo recuerda que se despertó en una casa abandonada y en ruinas. «Estaba en el suelo, casi desnuda con doce terroristas encima de mi cuerpo que constantemente me estaban tocando. No fui violada porque estaba con la menstruación», describe mientras intenta evitar que las lágrimas broten de sus ojos. «Bienvenida a Gaza, a tu nueva vida», le espetaron los terroristas de Hamás tras vestirla con ropas árabes. Durante su cautiverio, Ilana, que adelgazó 12 kilos durante los 55 días que estuvo encarcelada, fue trasladada a varios sitios. Primero la usaron como escudo militar en uno de los hospitales de Gaza y después la trasladaron hasta los kilométricos túneles de Hamás en Gaza. «Llegamos a una villa. En la parte trasera había una escalera de bomberos y bajamos 30 metros. Cuando desciendes, sientes que no puedes respirar, que no hay oxígeno. Todo está húmedo», explica. Al llegar, con los pies descalzos, caminó sobre piedras, vidrios y cables. «Todo está lleno de explosivos. Piensas que en cualquier momento puede explotar, que se te puede caer todo encima y te puedes quedar bajo tierra sin que nadie sepa dónde estás».
En los túneles descubrió que su novio, Matan, se encontraba allí. Tras suplicar a sus verdugos que le llevasen con él, empezaron las burlas y se convirtió en un títere. «No importaba lo que hiciera. Me convertí en su muñeca. Limpiaba la cocina, los baños y les servía. No importó cuánto supliqué ni cuánto lloré». Finalmente, Ilana fue liberada junto a otros secuestrados, gracias a la tregua acordada por Israel y Hamás hace un año, pero siguen presos su novio y muchos conocidos y amigos del kibutz en el que residía.
Tras una experiencia tan horrible, denuncia que «no se puede regresar a la normalidad». Su alma, lamenta, sigue presa en Gaza. Esta joven, que esta semana ha recibido varios homenajes de la Comunidad de Madrid y las comunidades judías madrileñas con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, no descansará hasta que todos y cada uno de los rehenes sean liberados o sus cuerpos entregados a sus familiares para que puedan honrarles, pese a que reconoce que tiene la sensación de que la comunidad internacional se ha olvidado de los secuestrados por Hamás. «No importa si me duele o no. Mientras que mis hermanos, mi novio y mis hermanas sigan siendo violados, maltratados y abusados, yo gritaré por ellos, ya que hoy ellos no pueden».
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