Opinión
La amante
No resulta esperanzador el futuro de aquellos que poco más tienen que contar que el pasado con un rey o una reina
Cenando la semana pasada aquí en Londres con un editor del «Financial Times», éste me reconocía, entre sorbo y sorbo de Ribera del Duero, que en los últimos meses no había «absolutamente nada» que le interesase de la política española, y que incluso su corresponsal en Madrid le había dejado de proponer crónicas sobre «el procés» y el Parlamento catalán, harto de que fueran rechazadas. «¿De verdad no hay nada que os interese?» le pregunté a los postres, a lo que me respondió levantando los hombros y diciendo en voz baja: «¿Feijóo... maybe?».
Sin embargo, la presentación que Corinna Larsen ha hecho de su podcast en uno de esos clubs privados del Soho que tanto frecuentaban los aristócratas ingleses en el siglo XIX y que ahora a disfrutan los rusos del XXI ha devuelto a España a las páginas de los periódicos británicos. Corinna parece querer contarlo todo, y ha grabado ocho capítulos haciendo honor a lo que informalmente se llama «estirar el chicle» en la era de las series de Neflixt.
Reconozco que la filtración de los primeros capítulos ha dejado varios titulares. Que utilizaba un nombre clave: el «Sr. Sumer», por el acrónimo de Su Majestad el Rey. Que se conocieron en 2004 durante una cacería en «La Garganta», la finca propiedad del duque de Westminster que al parecer tiene el tamaño de la ciudad de Barcelona. Es el último gran latifundio de España, más extenso que Gibraltar. En su grabación Corinna intenta evocar los inicios de lo que podría ser un amor romántico, pero lo que describe es todo menos eso. Tampoco el principio. Asegura que le llamaba unas diez veces al día e intuimos que ella descolgaba gustosamente el teléfono. Presume también de haber mantenido una relación de larga duración con uno de los «mayores seductores» de la realeza europea. Pero enseguida el relato de Corinna Larsen resulta contradictorio. Asegura que se sintió más como una «esposa» que como una «amante», aunque, al mismo tiempo reconoce que se dio cuenta de que el rey emérito no tenía una «doble vida sino una quíntuple vida». Ella era una más. Pese a ello siguió libremente con él. No veo cómo puede ayudarle este podcast a su denuncia por acoso presentada en el Tribunal Superior de Londres.
La serie «Corinna y el Rey» parece que responde a un patrón que se da entre aquellos que mantienen o han mantenido algún tipo de relación con la realeza internacional y quieren seguir viviendo de ella directa o indirectamente. Harry y Meghan ya sentaron precedente con sus autobiografías y sus colaboraciones con gigantes tecnológicos, todos ellos ávidos a partes iguales de arrimarse a una institución que, a la vista del calor que genera, sigue estando muy vigente en el mundo contemporáneo.
No resulta esperanzador el futuro de aquellos que poco más tienen que contar que aquel pasado en el que estuvieron cerca de un rey o de una reina, y que siguen tratando de sacar rédito de ello años después. Harry y Megan saben que su interés público depende de su relación con una casa real de la que están cada vez más distanciados. Para resolver este desajuste han optado por críticas más personales para hacerlas más rentables. Poco puede esperarse de aquellos que acusan de racista a su familia, pero sigue monetizando el título de los Duques de Sussex. Idem Corinna.
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