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Le Pen, el ave fénix de la ultraderecha francesa

Hace unos meses la líder de Reagrupación Nacional era vista como una política amortizada frente al más radical Zemmour

Marine Le Pen refundó el partido heredado por su padre en 2011
Marine Le Pen refundó el partido heredado por su padre en 2011Lewis JolyAgencia AP

La líder de extrema derecha francesa, Marine Le Pen, de 53 años, se llevó un batacazo en las elecciones regionales de junio pasado, ya que su partido no logró conquistar ninguna región, ni siquiera la de Provenza Alpes Costa Azul (PAC) que le concedían las encuestas.

Sus caballos de batalla se mantienen intactos: la inmigración y la seguridad. Su apuesta pasa por una dura política migratoria, erradicar el islamismo y un marcado sentimiento antieuropeo. Sin embargo, en esta campaña ha sabido distanciarse de su argumentario tradicional y ha preferido centrarse en las necesidades sociales de los franceses, en especial la pérdida del poder adquisitivo por la creciente inflación. Una estrategia que ha sido recompensada en las urnas con el mejor resultado obtenido por la ultraderecha gala en una primera vuelta de las elecciones presidenciales.

“Siempre que me he caído, me he levantado (...) No temo ni emboscadas ni traiciones”, resumía Le Pen en un acto de campaña. Y es que el último año no ha sido fácil para Marine, la pequeña de las tres hijas de Jean-Marie Le Pen y Pierrette Lalanne. El fulgurante ascenso del polemista y escritor ultraderechista Éric Zemmour la dejaron fuera de juego durante meses. Muchos de sus compañeros de partido optaron para abandonar el barco y sumarse a las filas de un Zemmour que no usaba eufemismo contra una inmigración, que según ellos, amenaza el futuro de la nación francesa.

Sin embargo, los electores han preferido recompensar los esfuerzos por moderar el partido hechos por Marine desde que asumió las riendas del Frente Nacional (ahora Reagrupación Nacional) de su padre en 2011 con un billete para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. En cambio, las proclamas racistas y antisemitas de Zemmour han quedado relegadas a cuarta posición con apenas el 7% de los votos.

Marine Le Pen se crio en el oeste de París, en un medio burgués y católico. Traumatizada por el atentado contra su padre en 1976 -una explosión de la que salieron ilesos ella y su familia-, asegura que entró en política por casualidad.

Tras ejercer la abogacía entre 1992 y 1998, ayudó a que su padre llegase a la segunda vuelta de 2002 -dejando en la cuneta al socialista Lionel Jospin- y midiéndose a Jacques Chirac. Desde entonces, Le Pen encadenó cargos públicos y tomó las riendas del FN en 2011. Su reto, moderar el partido para que pudiera ser visto como un partido elegible por los francesas. Para lograrlo, llegó a expulsar del Frente Nacional a su padre por sus comentarios negacionistas de las cámaras de gas en los campos de concentración nazi.

Esta se ha convertido en la tercera carrera hacia el Elíseo de Le Pen y ha asegurado que “no quiere presentarse seis veces a las presidenciales, su intención era ganar en la primera vuelta. Ahora tendrá una segunda oportunidad el 24 de abril, y lo sondeos auguran que este vez hay partido, que la extrema derecha por llegar de verdad por primera vez al poder en Francia.

“Pondré a Francia en orden dentro de cinco años”, prometió en la noche electoral al tiempo que pedía el voto de todos los anti macronistas. En su opinión el país enfrentaba una elección: “O división, injusticia y desorden, o unirse en torno a la justicia social”.

Sobre el debate de las energías renovables, la líder de extrema derecha pretende suprimir las subvenciones a las “energías intermitentes”, incluidas la eólica y la fotovoltaica. Y aunque el sentimiento antieuropeo sigue en el partido, ha abandonado la idea de sacar a Francia de la Unión Europea, del espacio Schengen y de la eurozona, aunque aspira a reformar los tratados para recuperar las fronteras interiores.

Su principal reto será conseguir credibilidad en temas que no tengan que ver con la inmigración y la seguridad. Su falta de experiencia y de conocimientos económicos la llevaron a ser superada por Macron durante un debate televisado en 2017.

Madre de tres hijos y separada, ha recordado en algunos mítines su mala conciencia por no haber estado tanto tiempo con ellos como le hubiese gustado. También ha hecho famoso en las redes su amor por los gatos, con los que se fotografía a menudo. Esta afición fue utilizada con desprecio contra ella por Zemmour: “A ella le gustan los gatos, a mí me gustan los libros”.