Elecciones Estados Unidos

El continente africano reacciona a la victoria de Trump con una mezcla de esperanza y temeroso escepticismo

La compleja situación del continente africano vuelve del todo diversas las reacciones ante un evento histórico: la segunda presidencia de Donald Trump

Economía/Motor.- Tesla se dispara en la Bolsa de Frankfurt un 14% tras la victoria de Donald Trump
Elon Musk, sudafricano de nacimiento, puede considerarse el africano más famoso en apoyo a TrumpEuropa Press

Donal Trump ha ganado las elecciones en Estados Unidos, y lo ha hecho por goleada. Las consecuencias de un segundo mandato no consecutivo son imprevisibles en numerosos campos internacionales. Europa tiembla ante la perspectiva de perder la generosa protección estadounidense en materia militar. Proliferan los bulos. Unos cantan victoria, otros temen un retroceso en el campo de la democracia. Y, más abajo, olvidado del mundo, el continente más grande y rico del planeta reacciona de manera diversa ante este acontecimiento histórico. Porque Donald Trump calificó África en su momento como “países de mierda”, siguiendo su habitual tono que es brusco e implacable, aunque sería infantiloide registrar las consecuencias de la victoria de Trump en África en base a una única frase. Hace falta profundizar.

Han sido varios los líderes africanos que han felicitado desde las primeras horas de la mañana al 47º presidente de Estados Unidos. Abiy Ahmed, primer ministro de Etiopía, extendió sus felicitaciones y añadió que “espero que trabajemos juntos para estrechar lazos”; un mensaje similar al publicado en la red social X por sus homólogos en Sudáfrica, Togo, Guinea Bissau, Burundi, Somalia y Egipto. Diplomacia, tacto e incertidumbre. Abiy Ahmed, por ejemplo, inmerso en un conflicto interno en la región etíope de Amhara, se encuentra en creciente distanciamiento con Egipto y Somalia, donde el presidente Al-Sisi (Egipto) ha sido catalogado en el pasado como “el dictador favorito” de Donald Trump. Las relaciones entre ambos líderes fueron estrechas durante el anterior mandato del magnate norteamericano, con vistas a un futuro amigable, donde una mayor cercanía entre Estados Unidos y Egipto puede resultar en un duro revés para las políticas regionales del premier etíope.

Tampoco podría decirse que la victoria de Donald Trump ha sentado del todo mal a los representantes del pueblo africano. Muchos incluso la han recibido incluso con alegría. Es el caso, por ejemplo, del presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, que no perdona las sanciones impuestas a su gobierno por el Tesoro estadounidense durante la administración Biden. El zimbabuense recalcó que “el mundo necesita más líderes que hablen en nombre del pueblo” al referirse a la victoria de Trump, y abrió la puerta a estrechar los lazos de colaboración. Una actitud similar a la del líder de Zambia (otra nación sobre la que pesan sanciones occidentales), que definió los resultados en Estados Unidos como “un logro histórico que demuestra la libertad del pueblo para elegir a sus líderes”. Incluso Bola Tinubu, presidente de Nigeria, que delegó las felicitaciones en su asesor de comunicación, quiso decir que “la victoria de Trump refleja la confianza que el pueblo estadounidense ha depositado en su liderazgo”.

Una política no intervencionista... en apariencia

Hace falta observar los resultados electorales desde una perspectiva africana, que es compleja y repleta de matices. Y reconocer que un creciente número de naciones del continente, entre las que se encuentran Uganda, Ghana y Mali, han criminalizado la homosexualidad en mayor medida en los últimos años, siguiendo una dirección opuesta a los valores impulsados por el partido Demócrata y ligados en una mayor consonancia (o eso creen sus dirigentes) con la postura del partido Republicano frente al desarrollo de políticas LGTBI. Una queja común entre ciertos gobiernos africanos es aquella que señala el “chantaje” habitualmente perpetrado por Occidente a la hora de dar ayudas al desarrollo, generalmente condicionadas por la obligación de desarrollar políticas afines a las ideologías progresistas europeas… que no siempre casan con los valores culturales o religiosos de muchas naciones africanas. La victoria de Trump se asocia así como una victoria para aquellos africanos (que no son pocos; es más, son una mayoría) que reniegan del colectivo LGTBI y que ven a Estados Unidos como un agente intrusivo en este ámbito.

La política no intervencionista de Trump, por tanto, sumada a su aparente desinterés por África tras aquél “países de mierda” tan poco acertado, hace creer que facilitará la multipolaridad de las relaciones de los países africanos con nuevos socios que salgan de la categoría occidental. Cabe recordar que Trump no visitó ningún país africano durante su anterior mandato (como tampoco hizo Biden) y que, según los datos recogidos la empresa de análisis Gallup, los estadounidenses no son muy bien valorados en el continente en comparación con China. Mientras el 56% de los encuestados mostraron una visión favorable de EE. UU dentro del continente, la cifra aumentaba a un 58% en lo referente a China. Además, países como Kenia, Uganda y Gambia han empeorado sus relaciones durante la administración Biden; una realidad cuya mejoría que dependerá de Trump en los próximos años… si acaso le interesa.

Llegados a este punto, no puede obviarse la importancia internacional que sostienen las juntas militares del Sahel en la creación de un nuevo tipo de panafricanismo destinado a la independencia efectiva respecto a Francia, sumado al objetivo de fortalecer la postura de África en el plano geopolítico global. LA RAZÓN ha contactado con Alex Anfruns, periodista y autor de Níger: ¿Otro golpe de Estado o Revolución panafricana? (una obra fundamental para conocer las nuevas dinámicas del Sahel), que considera que “a primera vista, la mirada de Trump corresponde al de las llamadas “juntas militares”, es decir, la defensa de la soberanía nacional. Por un lado, tenemos el eslogan “MAGA” (“Make America Great Again”), que está siendo utilizado para reivindicar una futura potencia continental africana. Pero la visión liberal suele atribuir de forma abusiva la etiqueta de “demagógicos” a todos los que profieren ese discurso. De hecho, lo que ese concepto acarrea, en términos de políticas económicas y sociales, son consecuencias diametralmente opuestas para realidades nacionales tan diferentes como el Sahel o Estados Unidos”.

Es un aspecto importante que recalca el periodista. El error de “meter a todos en el mismo saco”, únicamente porque sus discursos pueden parecer similares. Además, Anfruns indica que “en África, las consecuencias de la victoria de Trump, quien desprecia las aspiraciones del continente africano y en general los países del Sur en búsqueda del progreso social y económico, serán sobre todo observables en políticas que marcan una ruptura respecto a sus socios tradicionales, en beneficio de aliados estratégicos regionales. Por ejemplo, habrá que observar hasta qué punto será apoyada la implementación del Área Continental Africana de Libre Comercio (ACALC) y la renovación o no del African Growth and Opportunity Act (AGOA) en 2025”.

En lo referente a Marruecos, las relaciones con Estados Unidos iniciaron un nuevo recorrido durante la anterior presidencia de Donald Trump, un recorrido que continuó Joe Biden para beneficio del reino alauí. Un dato importante que considerar fue el apoyo mostrado por Trump a las pretensiones de Marruecos en lo referente al Sáhara Occidental.

También, considerando la firma de los Acuerdos de Abraham, de los que se hablará más adelante en este artículo y en cuya firma participó Marruecos, merece la pena conocer la perspectiva aportada por Soraya Aybar, directora del medio especializado África Mundi: “la presidencia de Trump servirá para reafirmar la alianza entre Israel, Marruecos y Estados Unidos. Al final, lo que marcó mucho la política de Trump en su anterior mandato fue aquella alianza histórica. Marruecos e Israel eran prácticamente enemigos geopolíticos por la situación de Palestina y, de pronto, el reconocimiento del Sáhara Occidental como territorio marroquí lo cambió todo. En este punto estuvo implicado Israel bajo el amparo de Estados Unidos. Sí que se podría ver, no sólo que se refuercen las relaciones bilaterales entre Marruecos y Estados Unidos, sino también, aún más, entre Marruecos e Israel, a pesar de lo que ocurre en Gaza”.

Las guerras que quieren terminar

Otro detalle visto con esperanza por no pocos habitantes del continente sería la famosa promesa de Donald Trump, que dice que terminará con todas las guerras. En un continente marcado por los conflictos, esta promesa suena como una bendición. Y cabe preguntarse qué actitud concreta tomará Trump en lo referente a la guerra de Sudán. La hemeroteca recuerda que el presidente levantó durante su anterior mandato importantes sanciones impuestas por administraciones previas sobre el país africano. Entre ellas, levantó la prohibición de ciudadanos estadounidenses de viajar a Sudán y eliminó al país de la lista de naciones promotoras del terrorismo internacional. Además, fue Trump quien impulsó en 2020 los Acuerdos de Abraham, que normalizaron las relaciones de un puñado de países musulmanes (entre los que se encuentran Marruecos, Egipto y Sudán). Este recuerdo, vinculado a la promesa de terminar con las guerras, hace soñar, pensar, creer… aunque los vínculos que se atribuyen al ejército sudanés con los Hermanos Musulmanes pueden hacer añicos ese sueño. El futuro de Sudán en relación con Donald Trump deberá seguirse de cerca en los próximos años, considerando además el papel mediador que ha sostenido Washington desde el inicio de un conflicto que lleva castigando a la población sudanesa desde hace más de año y medio.

También entra una incógnita en lo referente al papel de Estados Unidos en Somalia. Como breve apunte, cabe recordar que Trump sacó en 2020 a las tropas estadounidenses estacionadas en Somalia, una decisión que revirtió la administración Biden en mayo de 2022. ¿Volverá Estados Unidos a sacar a sus tropas de Somalia? ¿Mantendrá Trump esta posición? Son dudas por aclarar en los próximos meses.

Pero Anfruns lo tiene claro: “Desafortunadamente la historia de EE.UU. nos muestra que ningún presidente estadounidense es una garantía para “acabar con las guerras”. La estrategia - bastante exitosa- de Trump ha sido conciliar la defensa de los intereses estratégicos de EE. UU. en el exterior, con el apoyo de estratos sociales de su país, fomentando ideas claramente pro-fascistas. El cierre de las costosas bases estadounidenses en Níger en el mes de mayo, y la expulsión reciente de sus tropas, no pueden ser vistos enteramente con buenos ojos por Trump y su nuevo equipo. A pesar de su discurso antiguerra, que se refiere más bien a la exigencia de que sus socios aporten más al presupuesto militar de la OTAN […] Hoy las guerras ya no son solo mediante tropas desplegadas en el terreno, sino que hay múltiples maneras de desestabilizar a un país. Trump podría tomar por objetivo a países africanos con los que China tiene acuerdos, para arrebatarle la explotación de materias primas”.

Donald Trump ha ganado las elecciones. Al hablar de Estados Unidos, los resultados electorales traen consecuencias a nivel global, incluyendo al continente africano. Su política aparentemente no intervencionista, unida a los valores tradicionales que pregona, impactarán indudablemente en las relaciones bilaterales entre las naciones africanas y el resto del globo. Y la creciente pérdida de influencia europea en importantes regiones de África, añadida a la aparición de nuevos socios facilitados por las políticas de Trump, permite, en cualquier caso, sacar en claro un único detalle: que Europa podrá fortalecer su posición ante las pocas naciones africanas que no deseen tratos con China, Rusia y las naciones árabes. Si es que Europa despierta en algún momento de su letal ensoñación.